Lolotique, Según Don Pedro Paiz

Por Esteban Balmore Cruz
 Cuando era un niño me
interesaba mucho hablar con las personas adultas, porque sentía un
remarcable interés por aprender cosas que a muchos no les
importaban. Siempre tuve la fortuna de que estas personas mayores a
quienes consultaba, estaban deseosas también de compartir conmigo
sus conocimientos o experiencias de una manera entusiasta. Entre
estos individuos se encontraba el peluquero más reconocido que había
en el pueblo de Lolotique, donde yo nací y pasé parte de mi
infancia. Su nombre era Pedro Paiz, cuya edad, según lo recuerdo,
puede haber sido de alrededor de setenta y cinco años. Aparte de
cortar el pelo de sus clientes, también se dedicaba al cultivo de la
tierra y participaba de la política local. Su cabello ya estaba
completamente cano y la tez blanca de su rostro mostraba las marcas
del tiempo con arrugas pronunciadas en las áreas donde se producen
los gestos más frecuentes.

 El señor don Pedro Paiz
(como le llamaban todos) era un conversador ardiente por naturaleza,
destacando la pasión que ponía en cada tema que surgía mientras
cortaba el cabello y la barba de sus asiduos visitantes, quienes
sumisos y confiados, se sometían a la filosa navaja que rozaba sus
rostros manejada por la habilidosa mano del anciano peluquero. A mi
edad, la navaja me producía terror, cuando observaba que la afilaba
en un cinto de cuero que estaba adherido al espaldar de la silla un
tanto elevada, en la que yo también muchas veces fui sentado para
recibir un corte de «cola de pato» o «francesa
oscura». Pero no había duda que me encantaba estar presente
cuando mi padre llegaba a cortarse el pelo, porque siempre se
entablaban interesantes conversaciones entre ellos. Mientras hablaba,
don Pedro masticaba constantemente algo que llamaban «magalla»,
que era un pedazo de tabaco, y que mantenía en el interior de la
boca por largo tiempo, como si fuera goma de mascar, lo que le
producía escupir frecuentemente una saliva abundante y amarilla;
algo que aparentemente le causaba placer.

 Una vez recuerdo haber
leído una nota en el periódico, firmada por el historiador y
lingüista Jorge Lardé y Larín, en la cual se decía que Lolotique es un topónimo de origen potón, idioma de los
aborígenes lencas, cuyo significado es «Cerro de los Temblores» o «Lugar de los Chompipes». Lleno de curiosidad le pregunté
a don Pedro si conocía el origen del nombre de nuestro municipio, y
lo que él me contestó me dejó tan maravillado que lo guardé en mi
memoria, y siempre pensé que algún día lo escribiría. Él me
dijo: ««Cuando vinieron los españoles, este lugar ya estaba
habitado por los indios lencas, y aunque muchos huyeron, otros se
quedaron a convivir con los cheles. Entonces convirtieron
el lugar en municipio, haciendo una plaza, un cabildo y una iglesia.
También obligaron a los indios a ponerse nombres en español
estableciendo el bautismo obligatorio. Los indios no reconocían
alcalde porque tenían su propio cacique, a quien ellos consultaban
para sus asuntos. Dicen que el cacique de ellos se llamaba Dolores
Ticas. Todos sabemos que a los de nombre Dolores se les llama ««Lolo».
Por tanto, él vino a ser conocido como Lolo Ticas. Pero los indios
al no pronunciar bien el idioma español omitían la S, y
le llamaban Lolo Tique, habiendo pasado con el tiempo a ser el nombre
del lugar».

 Al escuchar esto me quedé
en silencio, porque aunque el dato me pareció inverosímil, me
impactó la originalidad de la historia, y la rapidez con que la
había elaborado; a no ser que haya sido un relato conocido desde
tiempos anteriores, y que había sido transmitido a través de las
generaciones.

DATO Y DEFINICIÓN
RELACIONADOS A ESTA NOTA

 Jorge Lardé y Larín es
un historiador y lingüista salvadoreño que escribió varias obras,
entre las que se destaca El Salvador, Historia de sus pueblos y ciudades. En ese libro, Larín reúne los datos más importantes,
a los que él tuvo acceso, sobre cada uno de los municipios que
integran el territorio salvadoreño. Dicha obra es única en su tipo,
pues contiene el significado de los nombres de lugares que provienen
de la época precolombina, ya sea que procedan del idioma náhuat de
los pipiles, o potón de los lencas. En muchos casos también incluye
el nombre original aborigen de los lugares que fueron renombrados por
los invasores españoles.

 En cuanto al nombre «Lolotique», la razón por la cual Lardé y Larín proporciona
dos posibles significados, es porque en algunos escritos del periodo
colonial también aparece como «Lolontique», en cuyo caso la
traducción cambia. En idioma potón, lolo significa «chompipe» o «guajolote»; mientras que lolon se
refiere a «terremoto» o movimiento telúrico, es decir, temblor de tierra. El sufijo tique se traduce como «cerro» o «lugar».

Chele: persona de
piel blanca.

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