Por Fidel A. Romero, «Fidel Zarco»
Había sido integrado con Licho para hacer equipo en la coordinación para enfrentar un operativo terrestre poco agresivo al Frente. Nos movíamos entre los cerros Perquín y Gigante. Había una reunión de Comandancia General del FMLN, que no recuerdo cuánto tiempo había durado; aunque sí recuerdo a algunos participantes, como: Shafick, Logan, Leo Cabral, parte del colectivo de Comisión Política del ERP, y otros cuyos nombres no recuerdo. Combates no intensos se habían dado en los alrededores de Perquín y El Gigante. Salimos por La Tejera hasta llegar a Arambala, donde terminaba la reunión de la CG. Habían sacado a Shafick montado en un caballo rumbo al norte de La Unión; llegamos al atardecer; todas las estructuras estaban ubicadas en ese pueblo medio fantasma. Sentía un alivio de las presiones internas del tareísmo interminable al que estaba sometido, cuando llegaba a la comandancia, aparte de las reuniones acostumbradas bastante relajadas que hacíamos con Luisa y Marisol. También disfrutaba de la compañía de Tita, mi eterna compañera sentimental. Éramos desconectados de las áreas de cada quien al momento de compartir tiempo. Eran cortos, pero de calidad esos momentos que esporádicamente teníamos. Luisa era como la facilitadora de esos encuentros al programar sus largas reuniones; a veces paraba diciendo que había personas esperando; lo decía con una sonrisa cómplices y una mirada de soslayo hacia mí. En una ocasión fui sorprendido por Chico Chiquito, cuando buscaba la champita de Tita, en el cerro Pericón. Éste se acercó y dijo:
—¡Ah, eres tú, Fidel! ¿Sabes que este lugar es compartimentado?
—Lo sé, Chiquito.
—¿Por qué estás aquí entonces?
—Luisa me ha autorizado; pero si te molesta mi presencia, puedo salir a dormir fuera del campamento con Tita.
—Si Luisa te ha autorizado, puedes quedarte —consintió Chiquito, quien tenía el buen tino de mortificar con sus actitudes que ponían distancia entre el grupo de CP y el resto. Desde esa ocasión, por lo menos cuando Chiquito “Cicutilla” estaba con Atilio, evité dormir pegado a ellos; salía a dormir a otro lado con mi compañera; avisábamos a la seguridad el lugar por alguna emergencia. Tita siempre cargaba un bolso pesado lleno de cuadernos con los mensajes de cada miembro de la CP. Nuestra relación fue tan correcta que nunca cruzamos la línea de nuestra relación personal para conocer datos que no nos correspondían. Esa noche en Arambala, fuimos a dormir a unas dos cuadras del núcleo de la CP; encontramos una casa destruida; colocamos una puerta de madera como cama; nadie sabía dónde habíamos dormido. A las 5 am cada quien se dirigió a sus tareas, la pila convertida en baño público estaba repleta de clientes, no había espacio para bañarse, las compas de la cocina preguntaron si esperaría el desayuno, sólo llené mi cantimplora de agua para salir con mi radista hacia Joateca. A la altura de El Pinalito, desvío a El Mozote, venía la avispita canechera. Solo se copiaba el “puente”. Pensé en el tumulto de personas que podrían estar en el baño público; se intentó copiar la base para avisar del helicóptero en su dirección, pero nadie contestaba. En menos de un minuto se escucharon los ruidosos roquetazos acompañados del ametrallamiento. Un desigual combate fue iniciado entre los equipos de helicópteros y el C47 con la seguridad de la comandancia en tierra. Ese estruendoso enfrentamiento se prolongó por unas 3 horas; la calle por la que caminábamos hacia Joateca, se convirtió en ruta explorada y controlada por los helicópteros. Hubo necesidad de caminar paralelo a la misma para evitar ser detectado, hasta llegar al campamento de Las Cañas donde estaba Javier, quien fungía de responsable de la zona de Joateca.
Las estaciones enmudecieron, nadie reportaba mensajes; había un silencio que tensionaba y hacía temer lo peor para las estructuras de la comandancia. Pensaba en los riesgos que todos corrían al tener varias unidades de la Fuerza Aérea sobrevolándolos, intentando ablandar y tomar control del lugar para desembarcar sus tropas, cercar y aniquilar. Vino a mi mente la imagen de Tita con su expresión que sustituía las palabras, pero que hacía sentir su amor… nos habíamos despedido con un “hasta luego”; nunca pensaba que la guerra podría separarnos; para ser sinceros, nunca pensaba en la vida o en la muerte; sólo en cómo hacer para encontrar la vía de avanzar en las áreas con el personal que las compartía. Ese día era algo diferente, había un combate prolongado desigual con los medios aéreos, con seguridad había bajas, esperaríamos qué noticias habría a la hora de la transmisión de la RV o las emisoras comerciales locales. Pensando en todo aquello, llego al campamento de Javier quien también estaba ansioso de información sobre el operativo aéreo:
—¿Sabes algo, Fidel?
—Estaba en El Pinalito del desvío de El Mozote cuando inició ese infierno, la calle está siendo controlada por los helicópteros y hemos tenido que caminar algo enmascarados paralelos a la misma, las estaciones no se copian.
—¿Contra quién es ese vergaseo?
—Fíjate que es contra las estructuras de la comandancia que ayer terminaron la reunión de la C.G. Creo que evacuaron a Shafick[1] en un caballo, también al resto. Todo esto me huele mal porque el operativo terrestre ha estado nada agresivo como para distraer, pero estos helicópteros, acompañados de la carreta y C47 han estado como unas 4 horas, es sobre Arambala.
—Sí, ayer pasó por aquí ese señor, y alguien dijo que no aguantaba mucho caminar por sus problemas de salud. Lo bueno es que salió ayer; los que están en Arambala todos están en condiciones de salir dándose verga.
—Eres bien optimista, Javier. A las personas que no tienen roce con el olor a pólvora enemiga, el peligro les hace segregar más adrenalina que lo normal. Espero que hayan todos reaccionado bien. Veremos qué dicen las emisoras comerciales porque así como eso se ha escuchado no creo que la R.V. tenga tiempo de hacer programa y mucho menos transmitir. Yo he venido a reunirme con ustedes, ¿recibiste mi mensaje?
—Sí, los he citado a las 3 de la tarde porque quiero ver si tratamos algo en bilateral antes de iniciar la reunión con el colectivo de esta zona.
—Aún tenemos 3 horas y podemos hablar, pero antes me gustarías que pasaras algún mensaje para prevenir a la gente sobre estos operativos aéreos; así podemos evitar nos sorprendan como a los de Arambala.
—Buena idea, haré el mensaje y lo ves antes de pasarlo —añadió Javier, mientras escribía su mensaje a las estaciones para prevenirlas de posible patrullaje aéreo al Frente; recomendándoles evitar movimientos innecesarios y enmascarar todo lo que podría identificarnos desde el aire. Al terminar dijo:
—Mientras vienen aquellos quiero decirte algo personal, algo que no hay cómo plantearlo en una reunión más grande con esa gente—. Javier estaba dándole vueltas a algo que con seguridad lo tenía preocupado; algo había oído de Marisol sobre su estado anímico no óptimo y para facilitarle le digo:
—Nosotros no somos máquinas, Javier; no tenemos recreos ni diversiones que relajen nuestra condición; sólo tenemos presión y más presión; muchas veces hasta nuestros responsables interpretan en forma diferente lo que nosotros hacemos. Para saber cómo son las cosas, es necesario estar en el lugar o ponerse en los zapatos de uno; todavía no entiendo del todo lo que pasó con Dumas, sus razones para desertar; tampoco entiendo el porqué de algunas indicaciones dadas por la comandancia sin mayor explicación, que parecían ilógicas dado el momento en que querían que se aplicaran. Sin embargo, quien quiere hablar eres tú y yo te estoy contaminando con mis apreciaciones.
—Bueno, yo me quejo del poco espacio para discutir sobre los problemas humanos de la gente. Vos decís que no somos máquinas y esa es la palabra exacta; nosotros nos cansamos; la guerra no salió como se dijo al principio que sólo duraría lo más unos 3 meses, y ya ves, va para más de 5 años. Yo a veces me siento cansado y con una afliccioncita que no puedo explicar, mano. La dirección dice que quizás estoy desmoralizado o ahuevado que lo plantee directamente sin rodeos. Yo estoy convencido de todo lo de la lucha y esa es la razón por qué le he hecho huevos todo este tiempo, pero me preocupa esa falta de fuerza que siento como si se me están acabando; me canso con mayor facilidad, cuando escucho los helicópteros siento grandes palpitaciones y a veces un sudor helado. ¿Crees que es signo de agüevamiento? Hablo con vos porque tú trabajaste de médico al principio y puedes orientarme con tus conocimientos.
—Primero decirte Javier que con la única persona con quien yo hablo y he hablado de esto es con el viejo Federico. Es posible que sea por la afinidad en la profesión, además de haber sido formados como tales en la misma facultad. Los problemas humamos están relacionados con los sentimientos y formas propias de cómo se interpretan las cosas. En el Frente se ven las cosas bastante a rajatabla, blanco o negro. Si no estás energético contento trabajando, pues estás bajo de moral o te estás agüevando, la gente siente esa presión y al final se deserta. Te mencioné a Dumas, tenía un excelente trabajo, pero se fue con su compañera sentimental; no fuimos capaces de darle una orientación adecuada para ambos; yo hablaba con él, pero nunca lo hice con Carmen su compañera; la dirección, se supone que deben pensar en todo, si la guerra se ha prolongado pues es necesario ver las formas de resolver los problemas del estrés acumulado y buscar formas para el esparcimiento diferente al de Los Torogoces o actividades político culturales. Yo para afirmar que vos estas agüevado, tendría que descartar problemas orgánicos de salud, y aun así, tampoco podría porque, como te dije antes, no somos máquinas; te aconsejaría que fueras donde Eduardo el médico, él es el único autorizado para dar un dictamen en salud; podría recomendar que salgas a hacerte algunos exámenes o un chequeo médico completo; podría eso ser aprovechado para un recreo que muy beneficioso sería.
—Me siento mejor después de hablar y oírte; veré qué hago; quizás visite a Eduardo. Ya están los otros; podríamos empezar la reunión del colectivo.
—Decís bien, sólo veremos dos puntos y es lo del operativo aéreo y el trabajo de masas; su participación en actividades en la capital; luego ustedes pueden seguir con los puntos de interés propio de sus zonas. Es bueno que tú des la introducción de la reunión.
Era interesante lo planteado por Javier, sus niveles de presión estaban acabando con su creatividad para empujar el trabajo con su colectivo; habían presiones por la relación con los compas de la RN. La falta de crecimiento del trabajo de masas, la cantidad de desertores que se acumulaban en Calavera y Estancia; algunas bandas que operaban en la zona fronteriza con Honduras, que había sospechas que algunos desmovilizados las integraban, etc. Dio la introducción diciendo:
—Está con nosotros el compañero Fidel, que tiene algunas líneas para que trabajemos en esta zona; están relacionadas con los operativos aéreos que ustedes han escuchado hoy desde temprano de la mañana y sobre el fogueo del trabajo de masas.
Los puntos fueron tratados haciendo énfasis en las medidas para neutralizar los medios aéreos mediante el enmascaramiento de campamentos, caminos y nuestros movimientos, así como también tener plan para combatirlos en casos de desembarcos imprevistos; se les trasladó la experiencia tenida en El Picacho de Torola, etc. Sobre el trabajo de masas también fue tratado la importancia de su fogueo junto a las masas urbanas en su lucha reivindicativa, que había un mutuo potenciamiento al juntar el trabajo rural con el urbano en la lucha reivindicativa. Esta era el primer eslabón para pasar al otro peldaño importantísimo en la lucha política lo cual asignaría un papel más protagónico en empujar el proceso, sacar a las masas de su nivel expectante era fundamental, el ejército guerrillero no era capaz de derrotar militarmente las Fuerzas Armadas del régimen, pero sí podía ser un catalizador para reactivar el movimiento político de masas tan fuertes como en los años 80’s. Al tenerlo de esa forma estaríamos listos para la recta final de la guerra. Hicieron preguntas de cómo hacer para que la gente saliera a esas marchas si no había directivas como en Torola o Perquín. A lo cual se dijo:
—Hay un dicho que he aprendido en la guerra del jefe de la escuela militar que dice: “Despacio porque tenemos prisa”. Si ustedes no participan en esas marchas, no despegarán en insertarlas para que jueguen su papel, la zona se quedará atrás, envíen a la gente de confianza que tenga papeles legales. Estos vendrán a contar a sus vecinos lo que han vivido o visto en San Salvador; enviaré a algunos directivos del PADECOMS para que desde la perspectiva comunal civil, se meta a organizar esos cantones con sus planteamientos autogestionarios; también está el trabajo de las mujeres que pueden generar mínimas estructuras para despegar con la participación local y luego salir a participar solidariamente con el movimiento urbano.
No habían noticias, sólo un programa corto que había transmitido la R.V. en el que hablaban del fallido desembarco en Arambala y algunas cuñas. Hasta entrada la noche que recibimos un mensaje firmado por Luisa: “Fidel arregla en la zona de Javier, tomar medidas con los desplazamientos, los campamentos deben enmascararse, que no sean detectados por los medios aéreos, f. Luisa”. La respuesta era entendida y positiva.
…Testimonio de Tita:
El Arambalazo, como le llamamos a ese día cuando acampábamos en Arambala y ocurrió ese ataque aéreo.
Era temprano en la mañana, después de despedir a Fidel, quien iba rumbo a Joateca por la misma calle que un día antes había cruzado en bestia Shafick, en su camino al exterior, después de una reunión con la comandancia, como a las 7am, en el invierno, no recuerdo exactamente la fecha, pero era ¿agosto-septiembre de 1985…?
Al principio creíamos que los compas habían bajado un helicóptero, porque el helicóptero que le llamábamos “avispita” eran las primeras veces que volaba por la zona y estaba volando bien bajito, pero rápido nos dimos cuenta que era otro tipo de helicóptero más pequeño y tenía capacidad de penetrar en las vaguadas de las quebradas y los ríos en medio de los árboles. Así comenzó ese ataque al puesto de mando y a la Venceremos, que en ese momento estábamos acampados en Arambala. La avispita se movía con gran velocidad y luego venían las avionetas raqueteras “puchampul”, los C47 y los A37, decían que estaban haciendo un ataque de ablandamiento para hacer el desembarco ya fuera en la cancha de Arambala o en el Cerro Pericón. Desde de las 7am aproximadamente que comenzó el hostigamiento con la avispita no paró hasta como a las dos de la tarde que se cerró de nubes el cielo y cyóo una tormenta que duró casi toda la tarde, y era tan fuerte esa tormenta que a pocos metros no se miraba la gente; eso hizo fracasar el desembarco del ejército.
Nosotros los radistas estratégicos como se nos llamaba al equipo que asistíamos a los miembros de la Comandancia con la comunicación, (enviando y recibiendo mensajes en el interior y exterior de país), como rutina al amanecer instalábamos los radios elevando las antenas a través de los árboles y todo los preparativos de papelería y claves para continuar ese trabajo incesante día a día, desde el amanecer hasta media noche, solamente si había sospecha de incursión del ejército y que podríamos ser detectados por la luz de las lámparas de mano parábamos de trabajar al anochecer… Ese día del arambalazo, como de costumbre habíamos instalado los radios y estábamos ya recibiendo y enviando mensajes, cuando alguien de la seguridad de la comandancia gritó “¡Vienen los aviones!” Y otros gritos seguidos dijeron “¡Bajaron un helicóptero!” Pero no se habían oído tiros todavía… Vino el viejo German y gritó: “¡Tita, empaquen todo que vienen los aviones!” En estos momentos no había duda de qué hacer, teníamos mucha velocidad en desempacar y empacar los equipos de comunicación: radios, antenas, y todo el material de trabajo como cuadernos llenos de mensajes – información altamente confidencial de planes estratégico… así estábamos listos en segundos y siguiendo instrucciones de los encargados de la seguridad de la comandancia y ahí estábamos incluidos nosotros los radistas estratégicos por el tipo de trabajo… el punto de reunión para comenzar la retirada era la quebrada de Arambala que estaba ubicada en el extremo nor-oriente del pueblo y donde comienza la elevación de cerro Pericón.
Era un día soleado, había compas bañando en el chorro de la pila pública del pueblo. Los compas de la Radio Venceremos estaban ubicados cerca de la quebrada y nosotros, la estructura de la Comandancia, un poco más adentro del pueblo, siempre en dirección a la quebrada por cualquier emergencia. Eran como a las 9am cuando comenzamos a subir el cerro a campo traviesa, por supuesto buscando la vegetación, el zacate estaba crecido, en la mayor parte del camino nos cubría hasta la cabeza, los aviones no paraban de ametrallar, rocketear y bombardear; los compas habían alcanzado puntos estratégicos para disparar a los aviones. En ese camino encontramos una cerca de maya ciclón que no pudimos pasar; ahí vi a un compa de la RN de nombre Leo Cabral, también queriendo pasar esa cerca.
La retirada fue tan lenta por la intensidad de la aviación, nos movíamos en el avance al compás de los aviones; cuando venían en picada, la fuerza del aire tendía el zacate al suelo y nosotros nos tendíamos en la misma dirección para quedar cubiertos, aun esperábamos para avanzar otro metro cuando venía otra oleada de metralla, rockets y bombas, a veces no estábamos cubiertos y sólo nos quedamos quietos para no ser detectados hasta estar seguros para avanzar y alcanzar la siguiente macoya de zacate o un arbusto para cubrirnos; a media elevación del cerro cruzamos una charralera con espinas de aguja de harra, por evadir las espinas nos metimos en medio de árboles de uvilla que tenían un nido de hormigas negras del tamaño de los zompopos; yo tenía la cara pegada al suelo como queriendo quedarme ahí otro ratito sin moverme… los aviones ya no se oían, los francotiradores habían cesado también, sentí que algo me mordía en el cuello; cuando me toqué sentí y agarré una hormiga que me mordió la mano también; así comencé a arrastrarme para seguir a los compañeros y terminar de sacudirme las hormigas. Cuando estábamos al otro lado de ese lugar montarraloso y espinoso, pero bien agradable por la sombra y la frescura que se sentía, y nos vimos unos con el otro, como pensando pero no decíamos mucho, comenzamos a sospechar y casi a asegurar que habíamos tenidos bajas; no pasaron mucho minutos para saber que Santiago de Radio Venceremos estaba herido; el niño que era uno de los mensajeros de Balta había muerto; uno de los periquitas estaba herido grave; habíamos tenido 8 bajas en total. Esa fue una de la más grande experiencia que tuvimos en ese campamento, pues nunca antes habíamos tenido semejante cosa.
Cerca de las dos de la tarde el cielo fue cubierto por las nubes y cayó una tormenta que duró casi toda la tarde, a pocos metros era difícil la visión, estaba cerrado de agua… no hubo desembarco… Fue como haber ganado en aquella batalla desigual…
Por las cuatro de la tarde estábamos reagrupados en la punta del cerro Pericón, nos trasladamos a las faldas del cerro Gigante, para descansar ahí esa noche y el siguiente día; así como llegamos instalamos los radios para recibir y enviar algunos mensajes urgentes como Atilio había indicado. No recuerdo si hubo comida ese noche; el día siguiente tuvimos algo de comida y la rutina siguió como normal. Cuando fui a enseñar los mensajes temprano en la mañana Luisa dijo: “¡Titinga, ¿qué te pasó?, no te reconocía, tienes inflamada la cara y los ojos!¿qué sentís? ¿Te duele?” Y yo respondí: “¡ah, uhmm… no sé, ayer me picaron las hormigas en el cuello y las manos, siento que algo estorba en los ojos cuando pispileo, y se ve como pelos en el cuaderno cuando estoy escribiendo…” – le vi la cara de compasión pero no había nada que se pudiera hacer de todos modos. El día continuó, los aviones seguían explorando esporádicamente y hubo bombardeo en la tarde; ninguna bomba cayó cerca de notros. Ese día, cayendo la noche, nos movimos a El Tortolico de Torola; ahí llegó Fidel, una semana después, y me dijo: “Cuando iba llegando al río Sapo, se comenzaron a oír los aviones, me quedé observando un rato y yo pensé que serían muchas las bajas”.
—Mira, Fidel, esta gente tiene una cagazón constante; han quedado aflatados de ese vergaceo. Los combatientes que fueron aguerridos han perdido su reflejo, esta situación debe terminar.
—El susto fue grande, Licho. Tengo curiosidad ¿quién salvó la situación?
—La cosa prácticamente fue sálvense quien pueda. En El Portillón había una M60 que fue la que evitó El desembarco; lo otro fue la tormenta que vino al mediodía; se cerró de nubes y así pudimos subir al Pericón, a lo boscoso. Tuvimos 4 muertos y 5 heridos, entre ellos uno de los pericas, un bicho correíto de nombre Moisés; también Santiago sacó su chasponazo por la garganta. La verdad es que no entiendo cómo es que no tuvimos una masacre. Creo nunca se dieron cuenta de lo que había en ese lugar.
—Es bueno que la gente salga a que les pegue el sol, los pies los tienen muy dañados en estos charcales. Ellos pueden salir y estar en lugares más secos, pero deben hacer liviana la estructura. Hay comunicación por los alambres del carpintero, solo necesitan un Puente y dispersar los campamentos.
—Ya les dije, pero dicen que yo soy machista, hay van a aprender.
Esa situación del arambalazo dejó huellas en las estructuras de la comandancia; hasta entonces aprendieron la lección que habían recetado a la fuerza móvil estratégica al desmontarla y convertirla en unidades pequeñas de expansión. Las estructuras se simplificaron, quedando solo el colectivo de CP con sus asistentes de comunicaciones estratégicas e inteligencia, que también redujeron su personal, un personal logístico mínimo para la cocina. La RV y prensa y propaganda fue dislocada al norte por la montaña con autonomía para sus movimientos y una comunicación directa por las redes del carpintero.
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[1] Por
mi condición y amistad de Eduardo el médico, quien había sido llamado y puesto
en antecedentes sobre los problemas de salud de Shafick, sabía que era
cardíaco, estaba en constante medicación.