Fragmentos del Libro «Historias de Barro» (III)

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QUE SE CALLEN LAS ARMAS PARA QUE HABLEN LAS IDEAS


Por Héctor A. Ibarra, «Genaro»
En lo más oscuro del bosque,
atareado con los equipos de la radio, siempre encontraba motivos para mantener
la mente y el cuerpo ocupados. El argumento de aquel traslado hacia los filos
más altos de la Montaña eran ciertas “necesidades” de apoyo a la Radio
Venceremos. Muchas cosas habían cambiado desde mi estancia en la “Venceremos”.
Aquellos aparatosos cajonzotes que no daban más allá de 30 watts, habían sido
sustituidos por uno más pequeño, recién traído desde Managua. Transmitía con
2500 watts de potencia para la cobertura internacional. Al arribo de la
Chamorro al poder, todo había sido trasladado a los frentes de guerra. Había
sido una especie de retaguardia profunda. Por cierto que al llegar el nuevo
transmisor, el fiel Vikingo II y su respectivo amplificador, habían sido
donadas como piezas de exhibición para una de las salas del Museo de la
Revolución, a la postre, montado en Perquín.
       No me
caía el veinte
de aquel extraño traslado. Dos operativos anteriores los
había resistido en la Segundo Montes en peores condiciones de seguridad. Había
algo fuera de lugar en aquellos extraños traslados y, a diferencia de otros
tiempos en que los exilios forzosos me mantenían en la depresión, ahora me
sentía ecuánime y disfrutaba la tranquilidad de la montaña.
Solía charlar
largamente con el Cheje, sobre pasajes pasados en la radio y en la guerra. Nos
divertíamos comentando los pasajes recién pasados durante la ofensiva de
noviembre.
-¡Mirá, vos,
te acordás que andabas cazando gallinas guineas pa’ comer en la Colonia las
Delicias! –me decía el Cheje, con su ronca voz.
-Sí, men, y vos te acordás de aquel surco
que los cuilios te hicieron en la calavera y que casi te deja sin orejas ¡No
jodás, estabas cagado y te veías cagado! ¡Imaginate! Chaparro, cabezón y sin orejas,
–le respondía a la jodarrea.
-Ja j aja… Y
vos te acordás de aquella ocasión que disfrazaste un muñeco de zacate en tu
camastrón del Pedrero para irte a ver a la Flor a San Fernando ¿Vos pensás que
nadie se dio cuenta? ¡No jodás, si German te andaba buscando, y como no te
encontró, anduvo averiguando de vos! Vale que al baboso le causo gracia tu
puntada; sino a saber la culuqueada que
te hubieras conseguido. ¿Andabas enculado de la Flor, vos?
-¡Pues sí, al
principio sí! Después me di cuenta que era una compa bien solidaria!
 -¡Bueno, vale verga, ahora te voy a confesar
algo aquí en confianza! ¡Yo también le anduve sobres a la Flor! –dijo el Cheje.
-¿Y qué
conseguiste?
-No jodás ¿A
poco vos pensás que fuiste el único que consiguió? También le andaba cayendo el
Marvin, el Santiago y mejor ahí le paro……. lo que pasa es que si te lo
hubiera contado por esos días, me montas verga, no jodás…
-Bueno, a mí
por lo menos me dio mi regalito de navidad, pero el efectivo ahí era Manolo…
ja, ja, ja…
Adopté él
habito de charlar largamente con el Cheje y después me iba a sentar a la parte
más tranquila del bosque, a observar con tranquilidad la naturaleza y el
paisaje.
Por la noche
salía de mi champa a sentir el viento frio, limpio y vivificante; luego me dedicaba
a observar las estrellas de la medianoche. A través de las montañas contemplaba
el silencioso despertar de la vida, oyendo el susurro de los pájaros que
saltaban juguetones entre los matorrales y su armonioso y dulce canto, que era
como una melodía de gozo y esperanza. Al atardecer me iba a contemplar la
naturaleza sobre los filos más altos de la montaña y me pasmaba contemplando la
púrpura del horizonte y las montañas solitarias, fuertes y silenciosas, y una
luz pálida dibujando sus filos dentados. Las nubes hacían su jornada silenciosa
hacia el infinito y formaban, con el resplandor del sol, una sangrante aurora.
Los fines de
semana esperaba plácidamente la llegada de Mercedes, que aparte de ser mí
compañera de guerra, era una especie de correo que me traía y llevaba noticias
sobre los derroteros de ÁLAMO, de Yasser y en general de los sucesos internos y
externos del frente. De hecho, siempre había forma de mantener la comunicación
permanentemente a través de Mercedes o de algún miliciano de la montaña.
Hacía años
que no me paraba por la montaña, pero todos los jóvenes me conocían y me
reconocían cierta autoridad. Siempre encontraba alguno dispuesto a prestar el
servicio de correo. De modo que siempre conté con correo permanente desde la
montaña hasta la Segundo Montes. Si los intentos de la dirección eran por
mantenerme aislado de los compañeros que habíamos optado por expresarnos a
través de ÁLAMO y al margen de los órganos oficiales del partido ¡Les estaba
fallando la táctica! Siempre encontraba gente dispuesta a colaborar con el
proyecto ÁLAMO. Mi nueva ocupación consistía en leer libros, escribir correos
hacer cuchi cuchi con Mercedes los
fines de semana, hasta quedar tendidos en el capote; entre semana, la costumbre
era chambrear con el Cheje hasta el
oscurecer. Aquel trabajo era, en comparación a los primeros años de la guerra,
como un diversión.
No cabía duda
que muchas cosas habían cambiado a lo largo de aquellos años. Aquellas batallas
por encontrar una altura adecuada para que la señal tuviera una buena
cobertura, el andar como changos arriba de los árboles colocando y quitando
antenas, habían quedado pa’ la historia. Todo se hacía conforme a las técnicas
más avanzadas de las radios comerciales y con la ventaja de contar con las
mayores alturas del país. Era una especie de repetidora y si había peligro de
presencia enemiga en la zona, sólo era embutirla y a maniobrar.
Uno de
aquellos fines de mes, octubre para ser más preciso, llegó Mercedes con una
rara compañía. Era una compa chaparrita y por el hablado la identifiqué
inmediatamente como mexicana.
-¡Hola! Tú
eres Genaro, ¿verdad? ¡Eres la misma cara de tu mamá! ¡Yo me llamo Juana
Palomares y soy la compañera de Manuel Anzaldo! No sé si él té habló de mí,
pero si no, me presento. Soy Asambleísta de la Cámara de Diputados del Distrito
Federal; pertenezco al Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional y vengo a
ver en qué podemos apoyarte. Manuel me habló un poco de lo que había comentado
contigo, con relación a la posibilidad que hay de que puedas regresar al país y
te puedas insertar a la vida civil sin problema. Ya platicamos eso con tu
hermano y con algunas autoridades de Gobernación de cierto nivel, para que
puedas regresar cuando lo consideres y no tengas problemas para tu reinserción.
       -No tengo planes de irme por este año. La
firma de los acuerdos de paz es un problema de tiempo. Tal vez de meses o de
semanas; pero esta guerra se acaba porque se acaba. No hay guerra que dure
cien años, ni pueblo que la resista.
Tengo planes de hacer una salida pa´
visitar a la familia, pero nada más. Pero eso será hasta después de los
acuerdos de paz. La guerra aquí, ya tocó fondo y sólo es cosa de tiempo para
alcanzar un desenlace político. Yo creo que voy a esperar hasta que se concrete
la paz y luego voy a México.
       -Pero que no estás viendo, Genaro, que
estos militares hijos de la chingada ya metieron otra vez la tropa en las zonas
de control guerrillero ¡No hay tal voluntad de paz, ni veo como los militares
quieran la negociación con la guerrilla! Ve como en México, la negociación sólo
se pudo lograr con la guerrilla hasta que ésta fue derrotada militarmente por
el ejército.
       -Son otras condiciones y otra la
correlación de fuerzas, aquí la guerra se ha prolongado por la obstinación de
los norteamericanos de imponer su modelo y sus esquemas ideológicos al resto
del mundo. Se sienten los elegidos de la Divina Providencia,
los salvadores de la humanidad.
-Decía Reagan
que eran Los Paladines de la Libertad.. Aquí los gringos creen estar luchando contra el comunismo
y no saben que están luchando contra un pueblo, que lo único que quiere es
justicia y libertad. El mayor mal de este país, son los militares
¡Qué
se acabe el militarismo y se acaba la guerra!
Si ha de haber una derrota
militar, será la derrota de todos los militares de este país;   la derrota  
definitiva de las armas y el triunfo de las ideas y la palabra como
única arma para zanjar las contiendas entre los hombres.
¡Si nuestras armas han de callar para que hablen las ideas, que así sea! Pero la paz que venga,
que sea una paz con justicia social y no la paz de los cementerios. ¡En este
país habrá patria para todos o no habrá para ninguno!