Bajar de Peso y Sentirse Mejor en la Vida

Por Baneste


Cuando llegué por primera vez a Estados Unidos, muchas cosas me impresionaron: la interminable y exagerada cantidad de vehículos que transitan sin cesar, día y noche, por las carreteras asfaltadas; la ausencia extraña del canto de los gallos en las madrugadas; la frenética rapidez con que la gente camina aunque no haya justificación para ello; las sonrisas automáticas en los rostros de las personas (la mayoría de las veces falsa), especialmente cuando aparece una cámara fotográfica; las enormes autopistas con sus sobrepasos de múltiples niveles; etc. Claro, yo venía de un país cuyo insipiente desarrollo había sido violentamente truncado por una guerra financiada por el mismo Estados Unidos. Pero lo que definitivamente más me impresionó, hasta el punto de lo inaudito, fue mi encuentro con Lilian, una prima que había emigrado algunos años antes que yo; y el motivo de mi desaforada sorpresa fue su adquirida gordura (que rozaba los límites de lo deforme) después de haber poseído una figura esbelta allá en El Salvador.


Por supuesto que hice mi mayor esfuerzo para disimular el desconcertante impacto que me causaba su voluminosa presencia, y durante mi estadía en su vivienda procedí de la mejor manera sin mencionar una jota al respecto. Su esposo, sin embargo, conservaba su fisonomía delgada; pero sus dos hijas (una de 16 y otra de 10 años) presentaban un marcado sobrepeso, demasiado anormal para su edad. Debido a que todavía no era vieja (Lilian tenía 36 años), podía sentarse en el piso sin mayor dificultad, pero para levantarse necesitaba ayuda invariablemente. Su estómago le colgaba como una enorme teta fláccida y le llegaba a la mitad de las piernas. El gran cariño que yo le tenía me hacía compadecerla en silencio. En ese tiempo nunca imaginé que yo también llegaría a ser un gordo, y que de no haber tomado acción al respecto, habría llegado a tener, del mismo modo, una barriga colgante.

Pero ocurrió. Al cabo de algunos años de residir en el Reino del Consumismo y formar parte de una sociedad que se caracteriza por la poca actividad física, la talla de mi ropa comenzó a subir de número de manera gradual, y pronto me encontré comprando holgados pantalones y camisas anchas que jamás consideré podría llegar a necesitar. De mi talla 34 en El Salvador, paulatinamente pasé a usar tamaño 42, con evidentes indicios de pronto requerir el número 44 en lo referente a pantalones; mientras que a lo que a camisas y chaquetas se refiere, alcancé el “XL”, extra large, ultra grande. Alguno que otro conocido, particularmente con sobrepeso al igual que yo, al encontrarme en la calle me saludaba: “¿Qué pasó, gordo? ¿Cómo estás?” Tal vez inintencionadamente me hacían recordar una no muy conocida canción de Los Iracundos de Uruguay dedicada a un “gordito”.[1] Muy atrás había quedado la imagen del individuo delgado que fui, aunque no famélico.

Francamente hablando, la motivación principal que me impulsaba a tratar de bajar de peso no era la figura, sino definitivamente la salud. Los pies me dolían mucho con una corta caminata; me era muy difícil acurrucarme y no aguantaba ni un minuto en esa posición; el dolor en las rodillas aumentaba con el incremento de las libras; hacer ejercicio iba quedando cada vez más afuera del radar de opciones porque resultaba una actividad dolorosa. Yo que había pasado nueve años caminando por los montes en mi tiempo como guerrillero, cargando una mochila y equipo de combate, ejercitándome a diario al igual que al resto de compañeros, había llegado al punto de no poder trotar ni unas pocas cuadras sin sentirme exhausto y adolorido.

Por eso, el 2 de junio de 2015 comencé una dieta para bajar de peso. En realidad, más que una dieta es un programa. A sugerencia de mi exesposa tomé como base el reconocido plan de Weightwatchers,[2] de muy amplia difusión en los Estados Unidos. Anteriormente he realizado esfuerzos, a criterio propio, sin obtener resultados. Lo que me fascinó de este plan es que no requiere ningún cambio en los tipos de alimentos que la persona consume si no desea hacerlo. Puede continuar ingiriendo las mismas comidas de su predilección, o las que están al alcance de su poder adquisitivo económico. Está claro que para los pobres algunas opciones alimentarias están totalmente fuera del alcance de su presupuesto, por lo que este plan es muy apropiado sin importar la condición económica (esto lo menciono porque en el caso de Estados Unidos, adherirse a una dieta totalmente vegetariana –por ejemplo– es bastante caro, y cambiarse a productos puramente orgánicos resulta un lujo demasiado costoso que muchas personas jamás en su vida se podrán dar).

Cuando salí de El Salvador a finales de 1994, mi peso era de 176 libras.  El día que inicié el programa para rebajar, la pesa electrónica digital que tengo en mi habitación me mostró que estaba pesando 258. Eso quiere decir que me estaba aproximando a las 300 libras de manera rápida, porque tres años antes pesaba 242. En otras palabras, el Índice De Masa Corporal que estaba reportando era de 39.2, lo que me calificaba como una persona obesa.

No puedo negar que estaba asustado y profundamente preocupado. Lo que me causaba asombro era el hecho de que hacía mucho tiempo había dejado de consumir alimentos con altos contenidos de grasa y había eliminado de mi dieta los productos azucarados, excluyendo el café que siempre me ha gustado bastante dulce.  Tengo muchos años sin comer cerdo, y nunca lo consumí de manera regular; las bebidas gaseosas las eliminé de mi repertorio el día que me informaron que una tía muy querida había muerto por ingerir mucha Coca-Cola, entre otras causas, en 1980. Muy rarísimas veces he comprado sodas, las pocas que me he tomado han sido proporcionadas por otras personas en eventos o reuniones de amigos. Adoro los vegetales. Desde mi niñez en El Salvador aprendí a apreciar el sabor y el valor alimentario de los rábanos, el repollo, los pipianes (¿calabazas?), frijoles, cebollas, etc. Afortunadamente en mi familia las carnes no constituían un elemento diario de nuestras comidas, a diferencia de otras que no solamente las comía a diario, sino los tres tiempos de comida.

Por eso decidí tomar la sugerencia de mi exesposa la segunda vez que me la hizo y decidí con seriedad leer los contenidos del par de folletos que me proporcionó. La médula del plan, en la cual radica su efectividad, es un sistema de puntaje científicamente calculado, en el que una determinada cantidad de puntos es asignada a una específica cantidad de comida, por lo que la medición de lo que se come es el aspecto determinante del programa. Por ejemplo, una taza de arroz blanco o integral cocinado equivale a 4 puntos; un guineo (banana), 2 puntos; una taza de repollo crudo o cocido, 0 puntos; una porción de pollo frita (pierna o pechuga) despellejada y sin hueso, 3 puntos (con hueso y piel, 11 puntos); una cucharada de crema, 2 puntos; etc. Conocer este puntaje no tiene ninguna utilidad si se desconoce el total de puntos que se pueden consumir durante el día, por eso el programa asigna una cantidad a cada persona en correspondencia con su peso. En mi caso que excedía las 250 libras, dispuse de 30 puntos inicialmente.

A decir verdad, lo primero que comprendí al comenzar a implementar este plan, es que yo no tenía conciencia de la cantidad de comida que engullía, y firmemente creía que comía poco comparándome con personas que conozco y que comen más, pero por alguna razón no ganan peso. Lo otro fue que descubrí que podía acostumbrarme a ingerir menos de los alimentos con más puntaje asignado y más de los de menos puntos sin experimentar mayor diferencia en la manifestación de mi apetito (sin pasar hambre).

Debido a que no he seguido el plan de una manera rigurosa (evito la rigurosidad), solamente he perdido 30 libras al momento de escribir estas líneas; pero con eso mi estado físico-emocional ha mejorado grandemente. Pantalones que ya habían sido descartados han vuelto a ser usados; caminatas de hasta dos horas, forman parte otra vez de la rutina; puedo agacharme sin ningún sobresfuerzo y subir las escalinatas de la estación de transporte subterránea con una carrerita que me hace recordar mis tiempos dorados. Lo más importante de todo esto es que –continuando con el plan mencionado– la pérdida de libras continúa, no su aumento.

He escrito esto para tener registro de este hecho; pero más que todo para compartirlo con cualquiera que considere que le puede también servir. El plan de Weightwatchers es pagado; pero la información que es determinante para seguirlo puede encontrarse diseminada en diferentes sitios en la red virtual (internet); basta con usar cualquier “motor” de búsqueda para acceder la lista de alimentos con sus puntos, o a una calculadora de puntaje para aquellas comidas que no los tienen asignados.

___________________________________________________________________________

.[1] “Gordo Bueno” (o “Vos Sos Un Gordo Bueno”), Los Iracundos, Uruguay.
.[2] Parte importante del plan es la reducción del total de puntos que la persona puede consumir  en la medida en que baja de peso. Por ejemplo: más de 250 libras, 30 puntos; menos de 250 libras, 28 puntos; y así sucesivamente.

Conexión Inalámbrica (WiFi) Dañada en Computadora Laptop

Relato de la solución de dos problemas con una laptop de forma inaudita.

Por Baneste

Imagen de la pantalla iniicial BIOS


Un poco más de un año después que un amigo compró una computadora portátil (laptop); es decir, una máquina nueva, ésta reportó dos problemas extraños para un aparato de tan corta edad y con poco uso. La primera situación se presentó con la batería. Él había dejado de usarla por espacio de cuatro meses por motivo de un viaje que realizó a su país natal. Cuando regresó y quiso usarla para revisar su correo electrónico, no dejó de sorprenderse al enterarse que su preciada computadora no encendía, al menos que la conectara con su respectivo adaptador al toma corriente en la pared, lo cual indicaba claramente que la batería había “muerto”; se había descargado por completo. La sorpresa era justificada porque esta no era su primera laptop; él había poseído varias otras, y sabía con certeza que las baterías pueden durar varios años, muchos, dependiendo del uso y cuidado. La garantía del fabricante (Hewlett-Packard) ya había expirado, y la única perspectiva, aparentemente, era comprar un nuevo reemplazo de la parte dañada. En todo caso, él podía continuar usándola, utilizando en todo momento el adaptador eléctrico.

El segundo problema ocurrió algunas semanas después, y éste parecía más grave y mucho más inconveniente: la conexión inalámbrica (WiFi) dejó de funcionar repentinamente. Un día que encendió su computadora, con mucha sorpresa y desencanto, observó que en vez del ícono del inalámbrico, la barra de tareas (Taskbar) mostraba el de Ethernet (conexión alámbrica) desactivada. Le molestaba grandemente, porque él era de los que seguían al pie de la letra la más importante recomendación en lo que se refiere a sistemas computarizados: “Si no estás usando algo, apágalo. Si no utilizas una función, desactívala. No hagas como esas personas que por pereza o ignorancia nunca apagan el monitor; o mantienen el ‘modem’ encendido todo el tiempo, aunque no estén usando internet. De lo contrario, no te lamentes cuando algunos de esos aparatos se te arruina.” El WiFi de su máquina solamente lo prendía cuando iba a usarlo; generalmente lo mantenía apagado, por lo que le resultaba inconcebible que se hubiese arruinado.

Cuando este amigo me trajo su laptop para que le ayudara a resolver su problema, le solicité que me la dejara por algunos días. No que tuviera yo mucho trabajo pendiente, sino que era necesario (mi tallercito de reparación de computadoras lo había clausurado varios años antes y ahora solamente hacía trabajitos eventuales cuando algún conocido o cliente antiguo me lo solicitaba). Por experiencia sabía que esto no era algo que se podía resolver en el momento. También sabía que ambas fallas (batería y WiFi) en laptops Hewlett-Packard de diferentes modelos y de otros fabricantes eran bastante reportadas en los foros de apoyo tecnológico, en donde el grueso de soluciones proporcionadas no son útiles, y en muchos casos pueden conducir a empeorar los problemas consultados, raras veces ofreciendo soluciones efectivas. Algo lógico, puesto que la inmensa mayoría de los participantes en dichos foros no son técnicos especializados, sino aficionados tecnófilos (así les llamo yo, porque yo soy uno de ellos en muchos campos), que por razones de limitantes en su presupuesto o por avidez de conocimiento, participan en las interesantes discusiones que se desarrollan en dichos sitios.

La computadora de mi amigo era un modelo reciente: HP Pavilion 15-n210dx TouchSmart Notebook PC. Tenía pantalla táctil 
algo de muy poca utilidad en una laptop, 8 GB de memoria RAM y se miraba como nueva, muy bien cuidada. Al encenderla, un fondo color azul aparecía antes de iniciar el sistema. En letras blancas un tanto grandes, decía algo así: “Warning! Battery no longer holds any charge! Replace battery”. Para quienes desconocen el significado de este mensaje, se traduce así: “¡Advertencia! ¡La batería ya no retiene ninguna carga! Reemplazar la batería”. Enseguida cargaba el sistema y la pantalla de inicio se presentaba, el ingreso no requería ninguna clave (password), mi amigo no gustaba su uso.

La tecla de activación de la conexión inalámbrica mostraba su diminuta lucecita roja con tendencia a ámbar, lo cual es lo normal cuando el WiFi está desactivado y el “modo aeroplano” está en su lugar. Al presionar esa tecla no ocurría lo que normalmente debería ocurrir, que la lucecita cambiara a un tono claro; pero sí brevemente se mostraba en la pantalla el mensaje que indicaba el cambio de “modo aeroplano” a WiFi. Sin embargo, al usar cualquiera de los navegadores de internet instalados (Firefox, Internet Explorer, Dooble, K-Meleon) el resultado era el mismo: no había conexión inalámbrica.

Revisando el historial de actualizaciones (Windows Update) detecté que había habido una recientemente, durante la última vez que se había establecido conexión a internet. Pero al pasar la vista por la extensa lista de paquetes actualizadores, no encontré ninguno que hiciera referencia a controladores de la función inalámbrica o del teclado, por lo que la posibilidad de que la falla se debiera a éstos, quedó inmediatamente descartada. No obstante, debido a cierta desconfianza por mi experiencia y la de muchas otras personas con productos Microsoft, debía realizar otra prueba, antes de definir con certeza que el problema no era de “software” (programas).

Apagué la laptop y le retiré la batería. Aunque tuve un pequeño taller de reparación de computadoras, ya no conservo partes, pero sí mantengo programas que son muy útiles en diferentes situaciones problemáticas. Busqué mi colección de sistemas operativos alternos y extraje uno de mis favoritos: Knoppix, el cual está implementado en el poderoso Linux. Podría también haber usado Debian o cualquier otro sistema “Live” (que se corre desde la unidad de CD, DVD, o USB y no requiere instalación al disco fijo (hard drive), pero Knoppix es de los más rápidos y prácticos en estos casos.

Volví a encender la computadora e inmediatamente pulsé la tecla que permite ingresar al programa interno de configuración de BIOS (Sistema Básico de Entrada/Salida). Me dirigí directamente a la sección donde se pueden modificar las opciones de inicio del sistema (Boot Options), y opté por CD-DVD como primer opción de arranque, dejando el disco fijo por último. En esta máquina, por ser un modelo reciente, también es necesario modificar la parte que se refiere a UEFI (Interfaz Unificada del Firmware Extensible) en la que se debe optar por Legacy Boot (arranque compatible con unidades heredadas). Al no hacer esto último, la computadora arranca normal, desde el disco duro, ignorando el cambio hecho en la secuencia.

Antes de reiniciar el equipo para que se efectuaran los cambios, introduje el disco conteniendo Knoppix en la unidad de CD-DVD y presioné simultáneamente las teclas Ctrl-alt-delete. Luego de apagarse brevemente, la laptop volvió a encenderse y Knoppix cargó después de unos minutos. El DVD es más lento que el CD, pero un dispositivo de USB Flash es mucho más rápido. Lo que yo quería confirmar lo hice inmediatamente: pulsé la tecla del inalámbrico y la lucecita permaneció igual, no cambió, y Knoppix presentó el ícono de conexión inactiva. Estaba claro que el problema no tenía nada que ver con actualizaciones, programas o sistema operativo. Era algo físico, era el módulo WiFi, esa pequeña tarjetita electrónica con dos alambres que son antenas y que generalmente se localiza en el mismo compartimiento con, o adyacente a la memoria RAM.

Apagué la computadora nuevamente, cerré la pantalla y le di vuelta con su parte inferior hacia arriba. Usando un desarmador apropiado abrí el compartimiento ya referido, desconecté los dos alambres de la antena, quité el tornillito que fija el módulo WiFi a la tarjeta principal (“motherboard”), extrayendo éste cuidadosamente para no dañarlo y lo puse en una bolsita plástica sin tocar en ningún momento su base de franjitas doradas que son en realidad los conectores del microchip. A partir de ese momento decidí no tocar esa computadora por lo menos en un par de días. Entretanto consulté diferentes sitios y me di cuenta que el precio de la batería oscilaba entre $30.00 y $60.00, dependiendo de la calidad; mientras que el módulo inalámbrico costaba algo similar. Estaba casi seguro de ahorrarle ese gasto a mi amigo, pues este problema ya lo había enfrentado antes sin tener que utilizar partes nuevas.

Dos días después reconecté el módulo inalámbrico en su lugar y reinserté la batería, que al igual que el WiFi había estado apartada durante ese tiempo. Prendí la computadora y otra vez ingresé al programa de configuración de BIOS-UEFI para deshacer los cambios que había hecho anteriormente. Esto es muy fácil utilizando la opción Restore Factory Defaults (Restaurar las opciones por defecto del fabricante); es decir, restablecer la configuración a su estado original al momento de la compra del aparato. Nuevamente reinicié el sistema pulsando la combinación de teclas Ctrl-alt-delete.  
La pantalla de ingreso de Windows 8.1 se presentó, y ya en el sistema, pude ver en la Barra de Tareas el ícono que indicaba que la batería estaba cargándose y el otro que mostraba “modo aeroplano”, indicador inequívoco de que el módulo WiFi había sido reconocido nuevamente y estaba funcionando perfectamente. Para confirmarlo, con un poco de emoción pulsé la tecla pertinente y esta vez sí la lucecita cambió a su color claro intenso y la figura del avioncito desapareció, ocupando su lugar la del WiFi activo. Mi satisfacción y alegría (me hacen feliz estas pequeñas cosas y más compartirlas) eran totales.

Claro, ésta no será la solución en todos los casos, pero no se pierde nada con intentarlo antes de incurrir en gastos que podrían ser innecesarios.

La Barra de Tareas (TaskBar) resaltando «Airplane Mode»).

EL VATICANO CRITICA REVISTA CHARLIE HEBDO POR CARICATURA



El periódico
L’Obsservatore Romano, publicado por el Vaticano, criticó agriamente la caricatura presentada en la portada de la revista francesa Charlie Hebdo, publicada para conmemorar el aniversario del ataque terrorista de que fuera objeto hace un año, y en el que murieron varios de sus miembros.


La caricatura en cuestión representa a «Dios», llevando consigo un fusil automático, con su vestimenta manchada de sangre, y aparentemente, en
huida. En la parte posterior izquierda de la imagen, se puede leer: «A un año, el asesino todavía anda libre«.


En su publicación del miércoles 6 de enero de 2016,
L’Obsservatore Romano acusó a la revista parisina de «manipulación» de la fe y de lastimar a las personas creyentes, añadiendo que con su portada Charlie Hebdo «usa a Dios para justificar el odio», al mismo tiempo que demuestra «una verdadera blasfemia.»