Dic.22, 2015
LA JOYA DE EL SALVADOR[1]
Por SIR LUAL
“Nuestro principal propósito en esta vida es ayudar a
otros. Y si no puedes ayudarlos, al menos no les hagas daño”
Dalai Lama
Queridos amigos, un día de tantos en
este mes de diciembre realicé un viaje que debía hacer al oriente de nuestro país,
al pintoresco lugar de Joateca, Morazán, El Salvador. Viajaba con mi mente y corazón abiertos a
disfrutar la experiencia de lo que encontrara.
Decidí viajar con José Pueblo de principio a final, y encontré cosas maravillosas,
así como cuadros que deben mejorarse, muchas de los cuales fueron un reto para mí,
pero especialmente un llamado a la reflexión sobre la realidad que vive nuestra
gente en este país nuestro llamado El Salvador.
El viaje se inició cuando todavía
era obscuro por la mañana. La frescura de la mañana quizás no sólo agudizó mis
oídos y mi vista, sino que tocó mi corazón y me llenó de una gran paz interior
porque luego empecé a mirar un mundo muy lleno de vida vibrante y de mucha
música en la algarabía de las personas. Era
muy impresionante la vida pujante con que se inicia el día, un día de tantos en
el quehacer diario de nuestro pueblo, que se mueve con energía para ganar unos
“quarters” y proveer el pan para sus familias.
Encontré viento, polvo, bullicio,
amistad, ocasionales miradas furtivas; pero, sobre todo, encontré la joya más valiosa,
pero quizás no la más preciada en nuestro país: nuestra gente, nuestro pueblo,
que es el recurso más valioso, y que debería ser el más preciado con que cuenta
nuestro país. Creo que todo aquel que se
nombre ser salvadoreño debe descubrir esa joya y hacer algo por pulirla y
hacerla brillar, en particular aquellos en posiciones de poder para tomar
decisiones que afectan a muchos.
¿Cómo podemos todos los salvadoreños
darnos cuenta de esta joya que poseemos? Me preguntaba. La primera respuesta que a mi mente vino fue,
que cada uno debemos aligerar nuestra carga, despojándonos del egoísmo que nos
consume, dejar de pensar sólo en nosotros egoístamente, dejar de pensar en cómo
llenar más de dólares nuestros bolsillos.
Entender profundamente que el dinero no nos hace felices, que sólo es un
medio para satisfacer necesidades mientras estamos vivos. De ello, nada nos llevamos cuando el día de
irnos llega, y sólo nos llevamos el bien que hayamos hecho, incluso con el
dinero. Pensé con mucha tristeza de como el dinero siempre ha sido un medio que
ha corrompido fácilmente al ser humano a través de todas las edades, y El
Salvador no es la excepción. Esta
reflexión me hizo recordar algo que escribí hace un par de años atrás: que los gobiernos están allí para promover,
crear y facilitar las condiciones para que la sociedad se desarrolle en todo
sentido y alcance su destino, el gobierno no está allí para nada más.
Pero mi conclusión final es que para
que cada uno de nosotros descubra la joya, nuestro pueblo, y contribuya a
pulirla y hacerla brillar, tiene que descubrir esa joya dentro de sí mismo
primero. Tiene que darse cuenta que él /
ella no es una persona aislada, sino que es parte de esa misma joya, es parte
del todo, y que todos juntos conformamos esa joya. Debo admitir que esto va más
allá de superar el egoísmo personal que todos cargamos dentro solamente, sino
que es un cambio revolucionario que cada persona debe realizar en su jornada de
la vida y así aligerar su carga. Sin
embargo, es imperante tener satisfechas nuestras necesidades básicas primero, y
facilitar de esta manera, el llevar nuestra atención hacia nosotros mismos y
descubrir nuestro propio tesoro interior.
La Mujer que sufre.
El estado de inmovilidad en el asiento
me saca de mi reflexión, tomo un poco de agua, luego intento entablar
conversación con la persona sentada a la par mía, una señora bastante joven y
muy atractiva. Después de hablar sobre
el objetivo del viaje de cada uno, gradualmente la conversación es llevada a
asuntos más personales de nuestras vidas en particular. Deseo aclarar que durante toda mi vida
siempre he sido más escuchador que hablador, por alguna razón las personas
tienden a confiarme o consultarme sobre asuntos muy personales. El fondo de la historia es el de la mujer
salvadoreña, que por necesidad y/o daños psicológicos causados por el maltrato
del esposo, tolera que su pareja mantenga otras relaciones maritales, permite
golpizas, y vive bajo el sueño de abandonarlo, pero nunca lo hace porque ignora
que ella ha creado algún tipo de dependencia al problema. ¡Caramba! Pienso, no hemos cambiado, siempre la misma historia
de nosotros los machos, que creemos que somos más machos mientras más mujeres
tengamos, que la hombría se demuestra de esa manera: pegándole a la mujer y
teniendo muchas otras.
Cuando me percato que nos acercamos
a la ciudad de Gotera, hago una pregunta a la dama,
—¿Elena, cree usted que lo que su
esposo hace, es intencionalmente para hacerle daño a usted?— Después de una pausa, ella
categóricamente dice,
—¡No, no creo! Su padre lo hizo
también, así que mi esposo lo lleva en la sangre, lo heredó de su padre.
—Entonces es un ciclo vicioso de
abusos. ¿Cree que haya alguna forma de cortar ese ciclo?— De igual manera Elena
categóricamente contesta:
—¡Si! Él necesita ayuda, mucha ayuda. Imagínese que el muy sin vergüenza ya es un
viejo que hasta pastillas toma para hacerlo, y ahora hasta tiene problemas de
presión.
—¿Acaso ya han hablado ustedes de
buscar algún tipo de ayuda, como consejería para parejas por ejemplo?
—¡Si! Ya lo hemos hablado, pero él
dice que vaya yo, que él no necesita eso.
—¿Siente usted que todavía lo ama,
aunque sea un poquitito?
—Pues, fíjese que yo creo que sí. Si
sólo dejara a la mujer, creo que todo fuera diferente. Pero fíjese que esta es sólo una de tantas que
ha tenido, pero con esta ha durado más.
—¿Cree que se puede salvar su
matrimonio, Elena, aun con las dificultades que me dice?
—Yo creo que sí, eso es lo que yo
quisiera.
Yo tengo que dejar el bus antes que
Elena, y el punto de mi bajada se acerca.
Así que no hay tiempo suficiente de ahondar en detalles, entonces tratando
de dar lo mejor que puedo digo:
—Mire, Elena, disculpe que diga
esto, pero creo que usted sin quererlo ha estado alimentando esa conducta de su
esposo. Usted ha estado reforzando positivamente esa conducta con cada
discusión y pleitos sobre el problema. ¿Sabe lo que es reforzar positivamente
algo?
—¡Si! Yo sé que es eso.
—Entonces, si siente que todavía lo ama, y
dado que usted sabe con certeza de la relación extramarital de su esposo, de
ahora en adelante le va dar vuelta a la moneda.
—¿Cómo así?
—Cuando su esposo regrese todos los
días y en todo momento del día, ponga atención a las cosas buenas que él haga, intencionalmente
haga a un lado el problema y háblele de todo lo bueno que haga o diga, aun de
pequeñas cosas, aunque parezcan insignificantes. De esta manera usted va a reforzar
positivamente los aspectos buenos de él.
Todo aquello que usted quiere que su esposo sea, imagíneselo, siéntalo y
véalo cómo usted quiere que él sea, y así será. En su momento oportuno, hablen
de consejería para parejas de nuevo. ¿Cree que lo puede hacer, Elena?
¿Cree que vale la pena el esfuerzo?
—¡Uumm! No creo que sea fácil, pero ¡Sí, lo puedo
hacer! ¡Sí, vale la pena!— Dice ella
enfáticamente.
—¡Sí vale la pena el esfuerzo!, Elena. Mire, a mi edad, uno se da cuenta que la vida
es corta, que el tiempo ha pasado tan rápido, y la vida se pasó sólo en
conflictos. Cuando uno se da cuenta que está
cerca del hoyo, uno se pregunta ¡Caramba!
¿Qué es lo que he hecho con mi vida?
Pero estoy seguro de esto que le digo, ¡nunca! nunca es tarde para cambiar
y hacer esfuerzos encaminados a hacer cosas muy significativas en nuestras
vidas y de los demás, especialmente para aquellos que están a nuestro
alrededor.
El acercamiento es tal, que en forma
apresurada antes de abandonar el bus intercambiamos números telefónicos y nos
enviamos mensajes como confirmación ya afuera del bus.
Hacia Joateca.
En la ciudad de Gotera, cabecera
departamental del departamento de Morazán, la espera es de cuatro horas
aproximadamente, tiempo que me permite mirar a los alrededores de la parada en
donde tomaría, supuestamente, el primer bus con destino a Joateca.
Después de tomar un café en la
gasolinera cercana, preguntando encuentro la parada de buses, que no lo parece,
ya que no existe alguna estructura como techo o alguna banca para los pasajeros
que esperan. Pasajeros bajan y suben
buses por largo cuatro horas y mi bus no viene.
Durante este tiempo tuve oportunidad de intercambiar palabras con dos
profesores de escuela ya en vacaciones.
Pude notar lo bien establecido que está un negocio de distribución de
granos próximo a la parada de buses. Ya es muy pasada la hora de mi bus, lo que
me parece muy extraño, cuando aparece un bus hacia mi destino.
Mi percepción es que las carreteras
hacia todos los pueblos en Morazán son asfaltadas, excepto la de Joateca, mi
destino. Esta carretera es muy irregular
y angosta, sinuosa, subiendo, bajando y rodeando las colinas de la zona. La
calle es tan angosta que, en la mayoría de sus puntos, los vehículos deben
detenerse para dar paso a vehículos que se desplazan en dirección opuesta. En varios puntos el bus tiene que
estacionarse debido a trabajos realizados para mejorarla por la alcaldía de
Joateca. Sin embargo, la belleza del paisaje, el olor a pino y el aire puro son
suficientes elementos naturales de la zona que atraen la atención y hacen el
viaje extremadamente placentero.
Al fin entramos por la calle
principal del pequeño y bello pueblo alrededor de las 3pm. Pasamos el terreno baldío a nuestra derecha,
testigo de reuniones de fuerzas rebeldes en la época de la guerra civil, luego
el parque central. El bus se detiene en
su meta, a unos 50 metros se puede ver la cuesta de la entrada a la casa de mi
destino, luego el portón, y detrás de este, a una mujer barriendo, Terencia.
Dirijo mi mirada hacia las otras tres direcciones notando la perspectiva
perfecta de las calles rectas adoquinadas.
—Creí que ya no venía, dice
Terencia.
—Pues no sé por qué, pero este bus
creo que viene atrasado.
—No, no viene atrasado, es que
perdió el primer bus.
—¡Ahh! ¿Cómo así? Si yo estuve
pendiente mirando cada bus que se detuvo en la parada, por más de cuatro horas.
—Han estado reparando un bus, dicen,
a lo mejor le quitaron los rótulos, o se fue por otro lado.
—A lo mejor, la verdad es que
gracias a Dios ya estoy aquí,
—Venga pase adelante —dice Terencia,
mientras coloca la escoba a un lado.
Después de los saludos de rigor,
Terencia me ofrece alimentos y un café delicioso preparado localmente, y
acompañado de pan hecho en casa, ‘rosquillas’. Mientras saboreamos el café, y a
pesar que en dos conversaciones telefónicas ya había adelantado un poco,
explico a Terencia brevemente las razones de mi visita a Joateca.
—Terencia, vine fin de semana porque
nos dará más oportunidad de hablar, pensé que usted está muy ocupada en su
trabajo y sus propios proyectos con la comunidad durante la semana—. Con su natural calma, Terencia
responde,
—Sí, es algo así don Luis, pero
vamos a tener tiempo suficiente de hablar, de eso esté seguro.
—¡Excelente! Pero quisiera adelantarle un poco sobre mi
venida. En primer lugar, ver cómo está
usted del problema que tratamos el año pasado.
—¡Ahh! De eso, ni señas don Luis.
—Sí, así veo, hasta rejuvenecida se
ve usted, aún más, usted me parece más delgada y energética.
—Creo que he perdido algunas libras,
pero hoy me siento un poco cansada. He
estado ayudando a la vecina con la velación de la anciana de la casa que falleció
hace poco.
—¡Ahh! ¿Si?
—Sí, la Pelona
[2] vino al pueblo y no se quiere ir, bastante gente ha muerto, quiero veeer… en los últimos cinco meses como siete personas.
—¡Huy! Eso no me gusta.
Esbozando una pequeña sonrisa Terencia
dice,
—No se preocupe que no creo que la Pelona
se quiera ir con usted., aquí se va a quedar.
Parece que le gusta el pueblo.
…Pero a la señora vecina ya se la llevó. Y con la velación, usted sabe cómo es aquí
cuando un familiar se muere, hay que preparar mucha comida para los visitantes,
y eso es…. Para toda la noche.
—Sí, ya recuerdo, en mi pueblo es
igual, y allá, hasta música tocan en los velorios.
—Mañana voy a madrugar para ver en
qué más puedo ayudar.
Luego, Terencia me invita a subir al
segundo nivel de una casa cuyas paredes son totalmente de roca para instalarme
allí. Luego se retira, diciendo,
—Si necesita cualquier cosa, sólo diga,
don Luis, siéntase en su casa.
—Gracias Terencia, muy amable.
Un par de horas más tarde, Terencia,
don Tulio y yo saboreamos una deliciosa cena, muy típica de la región: frijoles
fritos, huevo frito, queso, crema y tortillas de maíz tostadas. La conversación
gira alrededor de mi visita previa cuando acompañaba a mi hermano Angelino el
año anterior. En especial recordamos la elaboración de coronas de ciprés para llevarlas al cementerio el día siguiente, Día de los Difuntos
[3].
Quisiera aprovechar para decir que
mi hermano Angelino es muy conocido no sólo en Joateca, sino en toda esa
región. Él participó en la guerra civil
de principio a final con muchas responsabilidades. Por respeto y seguridad a su persona, no daré
detalles sobre su valiosísima participación, pero diré que mi percepción es que
él no sólo dejó los mejores años de su juventud en la guerra, sino que salvó
muchas vidas. Sólo agregar que es mi
percepción también que, si hubiese habido más revolucionarios de la talla de mi
hermano Angelino, otro gallo cantara en El Salvador.
La Casa de Roca.
Después de cena regreso a la casa de roca, me
siento en un asiento de madera en la pérgola y me sumo en reflexiones. El viento sopla fuertemente como queriendo
arrancar el techo de la casa, produciendo silbidos cuando pasa por sus
rendijas. Disfruto el olor del aire puro
con aroma a pino. ¡Ah! Este aire es un
alimento para mí, pienso, mientras lleno mis pulmones en toda su capacidad.
Con esta solidez es cómo debemos construir nuestra
sociedad, pienso. Educación,
sí, definitivamente una buena educación, sólida como esta roca, es la solución
para mejorar la calidad de vida de nuestra gente, una educación que desarrolle las
habilidades individuales necesarias y que enseñe a pensar, reflexiono.
Mientras me deleito mirando el horizonte en la
distancia, resaltando la belleza del bosque con diferentes matices de su verde
obscuro contrastado con el dorado de las nubes y el claro azul del cielo,
pienso, ¡Qué belleza! Pero debajo de esas arboledas tan bellas
¿Cuántos se están yendo a sus camas con su estómago satisfecho? Me pregunto
cuando ya algunas luces artificiales aparecen a lo lejos en medio del bosque.
![](https://2.bp.blogspot.com/-U6nRaq-qSug/WAHX7VJtdKI/AAAAAAAAAh0/_-dSicZC8iYvz5-4eFbIZwqLcTbBr_uswCLcB/s320/Joateca%2Bdesde%2Bla%2Bcasa%2Bde%2Broca.jpg) |
Foto tomada desde la casa de Terencia en Joateca. |
Foto tomada desde la casa de roca
|
Continuo con mi reflexión, en alguna parte de la vista, no muy lejos de aquí, está la frontera
con Honduras, pero no la veo. Todo el
paraje se mira igual, la vista es uniforme.
La verdad es que toda la zona no sólo tiene topografía y vegetación
similares, sino que raíces culturales también, una misma historia heredada de
la colonia española, pienso. ¿Y cómo es posible que nuestros dos países
tienen disputas limítrofes cuando deberíamos ser una sola nación fuerte en todo
Centro América? ¿Cuál es la causa de
toda esta división? No sólo divisiones políticas, sino hasta de la familia
misma que es la base de toda sociedad.
Estoy tan sumido en mis pensamientos
que no me percato que Terencia está frente a mí, me invita al interior del
apartamento y empieza a explicar cómo usar el internet. Explica, que es parte de su rutina diaria
chequear por noticias de su familia en el extranjero, para luego investigar
temas edificantes para ella y su comunidad.
Gastamos alrededor de unas dos horas, antes de retirarnos a descansar,
conversando sobre diferentes tópicos mientras ella me muestra sus lugares
favoritos del web.
Es muy notorio para mí, que Terencia
ha cambiado mucho en el transcurso de un año.
Ella posee un conocimiento muy amplio y variado de temas relacionados con
la naturaleza humana, conservación de los recursos del planeta, y, sobre todo,
de cómo servir a la comunidad.
El medio muerto.
Muy fiel a su palabra, Terencia madruga el sábado a acompañar y ayudar en la velación de la señora vecina que ha fallecido el día anterior. El desayuno son tamales
[4] enviados por Terencia con una amiga de la velación desde muy temprano, pero ella todavía se queda ayudando a los vecinos.
Luego más tarde, Terencia llega a
casa y mientras le acompaño a disfrutar un café muy delicioso, aprovecho para
explicar las otras dos razones de mi viaje.
—¿Cree que haya algunas personas,
aquí, que puedan interesarse en aprender algo de lo que yo sé, Terencia?
—Pues yo creo que sí, don Luis.
—Bueno, mire, mientras estaba fuera
del país, he pensado que podríamos elaborar un pequeño proyecto de
entrenamiento escalonado sobre Medicina Tradicional China, a nivel básico por
supuesto.
—¿Ah ja? Dígame más.
—Me parece que es un sueño,
Terencia, pero vale la pena intentarlo.
Si tenemos éxito, esto traería mucho beneficio a la población de
Joateca.
Explico a Terencia mi idea de un
entrenamiento relámpago inicial y que terminaría con un entrenamiento más
formal de un año para un grupo, y de dos años para otro grupo más avanzado, a
personas que llenen requisitos básicos de educación formal. Por supuesto cumpliendo con requerimientos
legales en el país, que habría que investigar.
Explico que ya existe una reunión preliminar con el director de una ONG,
con la intención de que esta tome el proyecto como suyo. La ONG proporcionaría no sólo los recursos
necesarios para el proyecto, sino que también cobertura legal y de seguridad
para los participantes.
—Me gusta la idea, don Luis.
—¿Segura que haya gente que se
interese en esto, Terencia?
—Claro que sí, don Luis. Mire, si yo ya tengo gente organizada en
varios proyectos en la comunidad, sólo es de hablar con ellos.
—¡Excelente! No sabe cómo me alegra
esto.
Terencia recibe una llamada
telefónica, observo que ella refleja preocupación en su rostro. Después de terminar dice,
—Don Luis, vamos a ir a caminar,
quisiera que miremos a un muchacho que no está tan bien.
—Está bien, contesto.
—Pues resulta que la historia de
este joven, Manuel, es muy triste, don Luis.
Su madre después de la guerra emigró para USA desde donde le enviaba
dinero regularmente. Él quedo pequeño al
cuidado de su tía, pero ahora su madre está gravemente enferma y no puede
brindarle ese apoyo, ella misma necesita ayuda.
Manuel es ahora un muchacho como de 30 años, no tiene trabajo permanente
y ha caído en la bebida. A veces viene
por aquí pidiendo algo de comer. Él fue
golpeado ayer por los soldados y no está bien.
Creo que su golpiza tiene que ver con uno de dos muchachos asesinados
recientemente.
No existe ningún médico que ejerza
en el lugar, ambulancia mucho menos, la clínica pública del lugar está cerrada,
además no abre todos días. Prácticamente
asistencia médica es casi inexistente en Joateca. En este momento Terencia confía en que yo
pueda hacer algo para ayudar a Manuel.
Me siento algo incómodo por no tener la acreditación para atender pacientes,
pero al mismo tiempo qué opción tiene Manuel, quizás yo soy la única. Por otro lado, siento el llamado interior de tratar
de ayudar a un ser humano cuando la salud pública es casi inexistente. Pienso que, con mi entrenamiento, al menos,
bien puedo descubrir si Manuel necesitara atención médica de urgencia y talvez
trasladarlo de alguna manera al hospital de Gotera.
Como preámbulo de la golpiza de Manuel está el hecho
que en los últimos 6 meses han muerto 7 personas en el poblado, la mayoría de
muerte natural por edad, pero dos han sido jóvenes asesinados, y soldados y
policía locales investigan el asesinato de uno de ellos. Manuel vive solo en una casita ubicada en una
colina, alejada del pueblo. De noche, él
es visitado a veces por miembros de uno de los dos grupos del crimen
organizado. Manuel no puede oponerse a
que le visiten por temor a represalias.
Mientras Terencia y yo caminamos por la calle
adoquinada, observo que varias veces recoge alguna basura y lo deposita en
basureros muy bien distribuidos a lo largo de la calle. Ella como leyendo mi mente dice:
—Es que queremos mantener la ciudad limpia. Mire, los basureros son producto de un
proyecto con ese fin, pero hay que educar a la gente.
—¿Y qué más hacen para lograr ese propósito,
Terencia?
—Pues también se le paga a una persona para que recoja
la basura de la ciudad. Pero como viene gente de todas partes,…
—¿Y qué le parece si utilizan la radio para hacer una
campaña de educación sobre saneamiento? De esa manera talvez varias alcaldías
del área podrían pagar una cuña en la radio por un tiempo, y abarcar varias
ciudades. La gente escucha la radio,
bien podría funcionarles.
—¡Sí!, podríamos intentar eso.
Ya fuera de la ciudad, caminamos cuesta arriba en una
calle polvosa, yo miro hacia todos lados tratando de reconocer el lugar,
Terencia dice,
—No, ustedes no caminaron por aquí el año pasado,
ustedes caminaron por aquella otra calle, señalando con su mano.
—¡Ah! Eso explica, esta calle me parece desconocida.
Llama mucho mi atención como todas las personas que
encontramos nos saludan con una sonrisa y muestras de mucho respeto. Además, es
obvio que Terencia es muy conocida en la región. Después de unos 30 minutos, nos detenemos frente a una
casa con puertas de hierro. Terencia
toca a la puerta, una señora de mediana edad la abre.
—Buenos días doña Marcelina —dice Terencia—, ¿ya está
Manuel aquí?
—Pues todavía no, siéntense por favor. Ya mandaremos a hablarle que venga.
Observo a una mujer joven que lava ropa en un lavadero
de cemento, y una niña como de cinco años que anda cerca de ella, quien observa
atentamente a los visitantes. Un niño tierno empieza a llorar en un cuarto
contiguo, la mujer joven camina a atenderle. Terencia continua,
—Queremos ver cómo está Manuel. Este señor, aquí, es como médico y hemos
venido para ayudarle. ¿Y qué es lo que pasó doña Marcelina?—, pregunta Terencia.
—Pues lo encontraron tirado como muerto en el
monte. Él, cuenta que los soldados lo
golpearon, y si la policía no llega quizás lo matan. Mirá
Jacinta, andá decile a Manuel que venga, que aquí está Terencia que quiere
verlo—. Doña Marcelina es la tía quien había cuidado a Manuel
desde su infancia después de la ausencia de su madre.
—Pues la Pelona anda merodeando por aquí doña
Marcelina. Mire cuanto muerto en poco tiempo.
Y dicen que la María está agonizando aquí cerquita. Ayer murió mi vecina —dice Terencia. Luego continúa.
…Pero yo ya le dije al señor aquí que no se preocupe,
que la Pelona no lo va a seguir cuando él se vaya, la Pelona se quedará aquí.
Manuel, de alta estatura, tés obscura, cabello negro revuelto
y sucio, algo encorvado, entra a la casa con señales obvias de dolor en su
cara. Se observa pálido y muy
cansando. Terencia le pide que se
siente, que se quite la camisa para examinarlo.
Nuestro temor es que Manuel tenga alguna costilla
fracturada y/o daños internos como resultado de los golpes. Yo no soy médico de profesión, pero mi
entrenamiento está relacionado con salud y tengo conocimiento bastante acertado
de la anatomía del cuerpo humano. Así, procedo
a examinar a Manuel empezando por su caja torácica, palpando suavemente reviso costilla
por costilla, más respiraciones profundas, movimientos de brazos, movimientos
con resistencia, etc. Manuel siempre insiste
en señalar un área muy dolorosa en el pecho al lado izquierdo. Personalmente estoy interesado también en
escuchar la versión de Manuel sobre el incidente.
—¿Y qué es lo que pasó Manuel? Pregunto mientras lo examinaba.
—Los soldados me tiraron al suelo y me daban patadas
en el pecho, aquí mire, eran siete. Me
daban con las puntas de las botas, y me ponían los pies en el pecho. Creen que soy de las maras, querían que les
dijera quien mató al último muerto. Y si
la policía no viene, seguro que me matan.
Noto que Manuel describe este hecho en forma
repetitiva, así como el hecho de no tener dinero.
—¿Y qué has comido Manuel? —Pregunta Terencia.
—¡Nada!, pero estoy cociendo unos frijoles. Pero sin cinco
[5] en mi bolsa, no puedo comprar nada, sólo logré conseguir un poquito de manteca para los frijoles.
—¿Y has tomado algo para el dolor?
—¡Si! Conseguí unas perlas para que me saquen el
aire, que es lo que me da el dolor.
Yo espero encontrar moretes en el área de los golpes,
pero Manuel no muestra alguna marca en la piel, ni dolor al hacer respiraciones
profundas, mueve sus brazos sin causar dolor.
Hay dolor solamente al presionar un poco en el pecho por el lado
izquierdo. Me parece que hay algo que no
cuadra con la historia.
Aun así, como un procedimiento de rutina, es de enviar
a Manuel a tener exploraciones del pecho como rayos x. Pero el lugar no ofrece las condiciones y él
no parece estar tan mal. Entonces
sugiero a Terencia la posibilidad de obtener algún analgésico y
antiinflamatorio para Manuel, asegurarse que coma algo nutritivo y descanse, y
mantenerlo bajo observación continua por un día. Y que, si el dolor no disminuye, o empeora,
habría que trasladarlo al hospital más cercano.
Terencia está de acuerdo con el procedimiento a
seguir. Doña Marcelina estaría pendiente
de Manuel y asegurarse que comiera mejor.
Más tarde el mismo día, Terencia obtiene los analgésicos y los hace
llegar a Doña Marcelina para ser entregados a Manuel. Durante el día siguiente puedo observar como
Terencia hace muchas llamadas telefónicas indagando el estado de Manuel, quien
ha mejorado. Además, nos enteramos que María
ha fallecido en la madrugada.
Mientras Terencia ultima detalles con Doña Marcelina,
yo espero en la sala de la casa. Observo
que las paredes están decoradas con muchas fotos de personas de diferentes
edades, desde niños, boda, hasta personas de la tercera edad. Me llama la atención que la niña de cinco años
viene, se acerca, me toma la mano y empieza a darme un tour por la sala
mientras me explica quiénes son todas las personas en las fotos. Luego me saca a la calle polvosa y empieza a
mencionar, señalando con su dedo, quienes son sus vecinos. Dentro de la conversación, hago énfasis en que,
al sólo poder, ella debe asistir a la escuela.
Terencia y yo caminamos de regreso al pueblo en
silencio, pensando en el evento.
De repente Terencia dice:
—A esa muchacha le fue mal, sólo le pegaron esos dos
niños y la dejaron. No es hija de Doña
Marcelina, ella la recogió porque no tiene quien por ella.
—¿Ah sí? Otro caso más, una víctima más, pienso,
agregando más material a mis reflexiones.
El caso de Manuel ha de ser un caso entre muchos a lo largo de nuestro
territorio. Casos que golpean la
conciencia, especialmente cuando los derechos básicos de respeto a la dignidad
del ser humano son pisoteados, disque investigando un crimen. ¿Cuántos
siglos serán necesarios para que se dé el cambio de conciencia necesario y el
individuo sea tratado con respeto, aunque este haya violado alguna ley del
hombre? Pienso.
Por otro lado, siento mucha tristeza al palpar
directamente no solamente la falta de servicios de salud para nuestra gente
desposeída, sino el estado de pobreza que va más allá de lo material para muchos,
como es el caso de Manuel. Me preocupa
su estado de soledad en su choza y lo expreso a Terencia, indicando que había
que estar muy pendiente de ese muchacho.
Mi temor es que en un momento de desesperación hasta intente
suicidarse. Él no tiene nada que perder,
está en un estado de extrema pobreza y abandono en unos de los lugares más
remotos del país. Siquiera se pudiera desarrollar algún proyecto para ayudar a personas
como Manuel, pienso. Y este punto lo hablamos varias veces con Terencia,
quien es un líder de la comunidad. Un proyecto, pienso, que ofreciera alternativas a todos en el lugar, algún tipo de
entrenamiento para desarrollar habilidades
que permita, a los jóvenes en especial, obtener alguna ocupación permanente que
les permitiera levantar su autoestima, el deseo de vivir, y la satisfacción de
ganarse el sustento propio.
El cuadro viviente que yo acabo de
presenciar me permite comprender la razón por la cual Terencia está tan
interesada en ayudar especialmente a los jóvenes de la zona. “…es que los jóvenes tienen un gran
potencial, don Luis, sólo hay que darse cuenta de eso, y ofrecerles la
oportunidad de desarrollar ese potencial.
Lo que ellos necesitan es dirección nada más …, es una lástima grande
que ellos no tienen el apoyo que necesitan, y mire, lo que pasa…”; enfatiza
ella, como refiriéndose al caso de Manuel.
Algo muy notable en los residentes
de Joateca es su capacidad de sonreír aun a un desconocido como yo y saludar a
todo aquel que encuentran en su camino.
Y lo hacen genuinamente con mucho respeto. Pero lo más notable es su capacidad de
compartir, comparten entre los vecinos lo que tienen, un limón, frijoles, entre
otras cosas de sus huertos caseros.
Estos son elementos de una verdadera calidad humana de personas viviendo
en comunidad. Qué maravilloso sería que
estas cualidades humanas se extendieran a otras partes de nuestro país y aun en
todo el mundo.