El Fervor Religioso de Matvey

(Fragmento en el que Matvey le cuenta a dos amigos las prácticas religiosas de su pasado, intentando explicar por qué él reprende a su primo, quien tiene en su casa un Cuarto de Oración bajo su conducción).



En el Día de la Anunciación, luego que el tren del correo había sido despachado, Matvey estaba sentado en el bar de refrescos, conversando y bebiendo té con limón añadido. El mesero y Zhukov, el policía, le estaban escuchando.

—Yo era, debo contárselos —Matvey estaba diciendo—, inclinado a la religión desde mi tierna infancia. Tenía solamente doce años cuando solía leer la epístola en la iglesia, y mis progenitores estaban encantados, y cada verano acostumbraba ir en una peregrinación con mi querida mamá. Algunas veces otros chavalos estarían cantando canciones y agarrando cangrejos, mientras yo estaría junto a mi madre en todo momento. Las personas mayores me elogiaban, y por cierto, estaba complacido conmigo mismo por tener tan buen comportamiento. Y cuando mi mamá me envió con sus bendiciones a la fábrica, yo solía —entre las horas de trabajo— cantar tenor allí en nuestro coro, y nada me producía más satisfacción. No necesito decir que no bebía vodka, ni fumaba tabaco, y vivía en castidad; pero todos nosotros sabemos que tal modo de vida es desagradable para el enemigo de la humanidad, y él, el espíritu sucio, una vez trató de arruinarme y empezó a oscurecer mi mente, como lo hace ahora con mi primo.

—Antes que todo —prosiguió Matvey—, hice un voto de ayunar cada lunes, y no comer carne en cualquier día, y mientras corría el tiempo todo tipo de fantasías se me ocurrieron. Por la primera semana de Cuaresma hasta el sábado los santos padres habían ordenado una dieta de comida seca, pero no es pecado para el débil o quienes trabajan duro beber té incluso; no obstante ni una miga pasaba mi boca hasta el domingo, y en adelante, durante la Cuaresma, no me permitía ni una gota de aceite, y los miércoles y viernes no tocaba un solo bocado. Era lo mismo en los ayunos menores. Algunas veces, durante el ayuno de San Pedro, los compañeros en la fábrica tendrían sopa de pescado, mientras yo me sentaba un poco aparte y chupaba un mendrugo seco.

—Diversas personas poseen fortalezas diferentes, por supuesto —continuó—, pero puedo decir de mí mismo que no encontraba duros los días de ayuno, y, por cierto, entre más grande el fervor, lo más fácil que parece. Estás hambriento solo en los primeros días del ayuno, y luego te acostumbras; continúa haciéndose más fácil, y para el fin de una semana ya no te preocupa, y hay una sensación de adormecimiento en tus piernas como si no estuvieras en la tierra, sino en las nubes. Y además de eso yo me impongo todo tipo de penitencias; acostumbraba levantarme en la noche a rezar, agachando mi cabeza hasta tocar el suelo; solía llevar piedras pesadas de un lado a otro; ir descalzo en la nieve, e incluso, llegué a llevar cadenas también. Solo que, en tanto el tiempo pasaba, tú sabes, estaba un día confesándome con el cura y súbitamente se me ocurrió esta reflexión: «Vamos, este cura, —pensé—, está casado, come carne, fuma tabaco, ¿cómo puede él confesarme, y qué poder tiene él para absolver mis pecados si él es más pecador que yo? Yo incluso me abstengo del aceite de Cuaresma, mientras él come esturión, me atrevo a decir.»

—Fui con otro sacerdote, y éste —continuó relatando Matvey—, como por mala suerte, era un tipo gordo carnudo, en una sotana de seda; andaba como una dama, y olía también a tabaco. Fui a ayunar y a confesarme en el monasterio, y aún allí mi corazón no estaba tranquilo; me mantuve imaginando que los monjes no vivían de acuerdo con sus reglamentos. Y después de eso no pude encontrar un servicio de acuerdo a mi pensamiento: en un lugar encontraría que leían el servicio muy rápido, en otro que cantaban la oración equivocada, en un tercer lugar que el sacristán se tartamudeaba.

—Algunas veces —prosiguó Matvey— (el Señor me perdone, soy un pecador), estaría de pie en la iglesia y mi corazón palpitaría con cólera. ¿Cómo podría alguien rezar sintiéndose así? Y se me figuraba que las personas en la iglesia no se persignaban apropiadamente; a dondequiera que miraba me parecía que todos eran unos borrachos, que no cumplían con el ayuno, fumaban, llevaban vidas disolutas, y jugaban a los naipes. Yo era el único que vivía de acuerdo con los mandamientos. El espíritu astuto no se adormecía; empeoró mientras avanzaba. Renuncié al canto en el coro y dejé de acudir a la iglesia del todo, puesto que mi noción consistía en que yo era un hombre virtuoso y que la iglesia no me satisfacía debido a sus imperfecciones; eso es, por cierto, como un ángel caído, estaba inflado en mi orgullo más allá de toda creencia. Después de esto comencé mis intentos de hacer una iglesia para mí mismo. Tomé en alquiler una pequeña habitación propiedad de una mujer sorda, a una distancia considerable fuera del pueblo, cerca del cementerio, e hice un cuarto de oración como el de mi primo, solo que yo tenía candelabros grandes de iglesia, también, y un incensario real.

—En ese cuarto de oración mío —Matvey siguió contando—mantuve los reglamentos del santo Monte Athos, esto es, cada día mis maitines comenzaban a la media noche sin falta, y en la víspera del principal de los doce grandes días santos, mi servicio de medianoche duraba diez horas, y a veces, incluso doce. A los monjes les es permitido, por reglamento, sentarse durante el canto del Libro de los Salmos y la lectura de la biblia; pero yo quería ser mejor que los monjes, de modo que acostumbraba a estar de pie todo el tiempo. Solía leer y cantar despaciosamente, con lágrimas y suspiros, levantando ambas manos, y acostumbraba ir directo del culto al trabajo sin dormir; y de hecho, estaba siempre rezando en mi trabajo también. Bueno, se regó por todo el pueblo: «Matvey es un santo; Matvey cura a las personas enfermas e insensatas.» Yo nunca había sanado a nadie, por supuesto, pero todos sabemos que dondequiera que brota una herejía o falsa doctrina, no hay modo de mantener a las féminas alejadas. Son como moscas en la miel. Viejas doncellas y hembras de toda clase vinieron tras de mí, inclinando sus cabezas hasta mis pies, besándome las manos y declarando que yo era un santo y todo lo demás, y una de ellas incluso vio un halo en torno a mi testa. El cuarto de oración estaba atestado. Alquilé una habitación más grande y entonces teníamos una torre de Babel regular. El demonio me agarró por completo y bloqueó la luz a mis ojos con sus cascos sucios. Nos comportábamos como si estuviéramos frenéticos. Yo leía mientras las doncellas viejas y otras mujeres cantaban, y luego, después de estar de pie por veinticuatro horas o más, sin comer o beber, de pronto un temblor vendría sobre ellas como si estuvieran en una fiebre; después de eso, una empezaría a gritar y luego otra, ¡Era horrible! Yo también me estremecería todo, como un no creyente en una cacerola de freír, no sé por qué, y nuestras piernas comenzaban a encabritarse. En verdad es una cosa extraña: no quieres, pero te encabritas y mueves tus brazos; y después de eso, gritería y chillazón, todos bailando y corriendo uno tras otra; correr hasta caer; y de esa manera, en frenesí salvaje, caí en la fornicación.

El policía se rio, pero viendo que nadie más se reía, se puso serio y dijo:

—Eso es molokanismo. He oído que así son todos en el Cáucaso. 

—Pero yo no fui muerto por un rayo —continuó Matvey—, persignándose y moviendo sus labios frente a la imagen de un santo—. Mi difunta madre debe haber estado rezando por mí en el otro mundo. Cuando toda la gente del pueblo me miraba como a un santo, e incluso las damas y caballeros de buenas familias solían venir a mí en secreto por consolación, pasó que fui a ver al propietario, Osip Varlamitch, para pedirle perdón (era el Día del Perdón), y el trancó la puerta y quedamos solos cara a cara. Y él empezó a reprenderme, y debo decirles que Osip Varlamitch era un hombre de sesos, aunque sin educación, y todos le respetaban y le temían, porque era riguroso, temeroso de Dios en su vida, y trabajaba duro. Había sido alcalde del pueblo, y guardián de la iglesia quizás por veinte años, y había hecho muchas obras; él había recubierto con grava toda la Carretera Nueva Moscú; había pintado la iglesia y había decorado las columnas para que se vieran como malaquita. Bueno, trancó la puerta y me dijo: «He estado queriendo agarrarte por un largo tiempo, bandido. Tú piensas que eres un santo. ¡No, tú no eres un santo, sino un apóstata de Dios, un herético y un hacedor del mal…!» —Y él continuó y siguió… No puedo decirles como lo dijo, tan elocuente y acertadamente, como si todo hubiera sido escrito, tan conmovedor. Él habló por dos horas. Sus palabras penetraron en mi alma; mis ojos fueron abiertos. Yo escuchaba, ¡escuché y estallé en sollozos! «Sé un hombre ordinario —dijo él—. Come y bebe, viste y reza como todos los demás. Todo lo que está por sobre lo ordinario es del diablo. Tus cadenas —dijo— son del diablo, tu ayuno es del diablo; tu cuarto de oración es del diablo. Todo es orgullo.» —El siguiente día, lunes de Semana Santa, le plació a Dios que yo debía enfermar. Me fracturé y fui llevado al hospital. Estaba terriblemente preocupado, y lloré amargamente y temblaba. Pensé que había un camino directo para mí del hospital al infierno, y casi muero. Estuve en miseria en lecho de enfermo por seis meses, y cuando fui dado de alta, la primera cosa que hice fue confesarme, y tomé el sacramento de la manera regular y me volví un hombre otra vez. Osip Varlamitch vino a despedirme cuando salí de la habitación que me alquilaba, y me exhortó: «Recuerda, Matvey, que todo lo que está por sobre lo ordinario es del diablo. » —Y ahora yo como y bebo como cualquier otro, y rezo como los demás… Si ocurre que el sacerdote huele a tabaco o a vodka, no me aventuro a culparle, porque el cura también, por supuesto, es una persona ordinaria. Pero tan pronto se me dice que en el pueblo o en la aldea un santo se ha establecido, el cual no come por semanas, y establece sus propios reglamentos, yo sé de quién es esa obra. De modo que así es como me conduje en el pasado, caballeros. Ahora, al igual que Osip Varlamitch, estoy constantemente exhortando a mi primo y reprochándole, pero soy una voz clamando en el desierto. Dios no me ha dado el don. 
(Fragmento extraído del cuento El Asesinato, de la colección de relatos cortos El Obispo y otros cuentos, del autor ruso Antón Chejov).
 

Falkon, otrora Qupzilla, Excelente Navegador

Un excelente navegador de internet que no te sigue las huellas. (Información actualizada en julio de 2020).


Falkon
(anteriormente nombrado Qupzilla) es un navegador basado en QtWebEngine.  Su objetivo es ser un navegador web ligero de plataforma múltiple.  Este proyecto se inició originalmente solo con fines educativos.  Sin embargo, Falkon se ha convertido en un navegador rico en características y está bajo la licencia GPLv3.

Características


Falkon
tiene todas las funciones normales que se pueden esperar de un navegador web. Incluye marcadores, historial y las pestañas. Por encima de eso, se pueden manejar los canales RSS con un lector de RSS incluido; dispone de bloqueo de anuncios con el plugin AdBlock incorporado; bloqueo de contenido de Flash con Click2Flash y es posible editar la base de datos de certificados de CA local con un administrador de SSL.  DuckDuckGo es su motor de búsqueda instalado por defecto.

Existe una versión «portátil» (sin instalación) para Windows; ésta se distribuye a través del sitio PortableApps.

Historia

La primera versión de QupZilla fue lanzada en diciembre de 2010 y fue digitada en Python con PyQt4. Después de unas cuantas versiones, este navegador de internet fue completamente reescrito en C + + con el Framework de Qt.  La versión para Windows de QupZilla fue compilada utilizando MinGW, pero debido a un enorme problema con Flash, ahora se compila con Microsoft Visual C + + Compiler 2008. La primera versión pública fue la 1.0.0-b4.

El 30 de marzo de 2016 fue lanzado QupZilla 2.0. Marcó la transición de QtWebKit a Qt WebEngine.
Hasta la versión 2.0 había utilizado QtWebKit; el cual ya es obsoleto, por lo que las versiones posteriores han usado QtWebEngine.

El 10 de agosto de 2017, el desarrollador de QupZilla, David Rosca, anunció en una entrada de blog que dicho navegador web se había convertido en un proyecto de KDE, y que reemplazaría a Konqueror como navegador por defecto.  Después de la publicación de Qupzilla 2.2 el proyecto pasó a llamarse FalkonKDE Falkon 3.0 fue lanzado el 27 de febrero de 2018. Desde la versión 3.0, QupZilla ya no está siendo desarrollado y se lanzan nuevas versiones con el nombre Falkon como un proyecto de KDE, con versiones para varios sistemas operativos, incluyendo MS Windows.

Los Gusanos de la Muerte de Mongolia

Imagen tomada de Wikipedia

Los gusanos de la muerte son criaturas extrañas que supuestamente viven en el desierto de Gobi de Mongolia. Según los nativos de la región, son gusanos de cuerpo grueso que pueden crecer hasta 1.5 metros (5 pies) de largo. La superficie de sus cuerpos es en su mayoría de color rojo, pero puede tener manchas más oscuras, o máculas, en ciertas áreas. Algunas descripciones dicen que no tienen ojos, narices o bocas visibles, y que proyecciones parecidas a espigas sobresalen de ambos extremos de sus cuerpos. Su nombre local «olgoi-khorkhoi» significa «gusano intestinal lleno de sangre», porque de alguna manera se asemejan al intestino de una vaca. 

La gente de la región dice que tocar cualquier parte del cuerpo de un gusano mortal causará la muerte instantánea. También dicen que puede matar a distancia, ya sea por rociar un veneno o por producir una descarga eléctrica. Afortunadamente, los encuentros con las criaturas se dice que son raros, porque hibernan en la clandestinidad durante la mayor parte del año, y generalmente están activos sólo en junio y julio.

Grupos externos han hecho varias expediciones a Mongolia para buscar este gusano, pero no se ha encontrado evidencia convincente de su existencia. La mayoría de los científicos creen que las leyendas locales acerca de ello probablemente derivan de observaciones de reptiles no venenosos. Pero el Desierto de Gobi cubre una inmensa área, y una pequeña población localizada de gusanos puede ser difícil de encontrar, especialmente si pasan la mayor parte del año bajo tierra. Por estas razones, algunas personas piensan que la criatura legendaria, o un animal que se asemeje mucho, todavía podría ser descubierto en el futuro.

(Traducido por Baneste del libro Weird Beliefs. del autor Barry Wilson).

Pedro El Ermitaño, La Primera Cruzada

Pedro El Ermitaño (1050-1115).

Pedro El Ermitaño predicando

Durante la Edad Media la gente cristiana de Europa acostumbraba a viajar a la llamada Tierra Santa con el propósito de visitar la tumba de Jesucristo y otros sitios considerados sagrados por el cristianismo. Las personas que hacían esos viajes eran llamadas peregrinas, y cada año, miles de éstas, reyes, nobles, y gente de rango más humilde, viajaban a la Tierra Santa. 

Mientras Jerusalén estuvo en las manos de los califas árabes que gobernaban en Bagdad, los peregrinos cristianos fueron generalmente tratados con consideración.  Después de alrededor de 1070, cuando los turcos tomaron posesión de la ciudad, los abusos se volvieron tan frecuentes que parecía como si no sería del todo seguro para los cristianos visitar la tumba del Redentor. 
Alrededor del año 1095 vivía en Amiens, Francia, un monje llamado Pedro El Ermitaño. Éste estuvo presente en un concilio de clérigos y gente corriente celebrado en Clermont, Francia, cuando su Santidad el Papa Urbano II pronunció un discurso incendiario, rogando a la gente por el rescate del Santo Sepulcro y otros lugares considerados sagrados que estaban bajo el poder de los mahometanos. El concilio estaba tan exaltado por sus palabras que sus integrantes estallaron gritando:
 
—¡Dios lo quiere! ¡Dios lo quiere!
—Es, en verdad, Su voluntad —dijo el Papa—, y que estas palabras sean vuestro grito de guerra cuando encontréis al enemigo. 
Pedro escuchó con profunda atención. Inmediatamente después del concilio, él comenzó a predicar en favor de una guerra contra los turcos. Con la cabeza y los pies descubiertos, y vestido con una rústica y larga bata, ceñida a la cintura con una soga, viajó por Italia, de ciudad en ciudad, montado en un asno. Predicaba en las iglesias, o en las calles, dondequiera que podía asegurarse una audiencia.  Cuando Pedro había viajado por Italia, cruzó los Alpes y dirigió su predicación a la gente de Francia, Alemania y países aledaños.  En todas partes, él encendía el ánimo de las personas y las multitudes se enlistaban como campeones de la cruz. 
Así fue como comenzó la primera de siete guerras conocidas como «Las Cruzadas», o «Guerras de la Cruz», desatadas para rescatar la llamada Tierra Santa que estaba en manos de los mahometanos. Se dice que más de 100,000 personas, entre hombres mujeres y menores de edad, participaron en la primer Cruzada. Cada una de estas personas portaba en el hombro izquierdo el emblema de la cruz. Pedro estaba al mando de una parte de esta enorme multitud. Sus seguidores empezaron el viaje con gritos de alegría y alabanzas. 
Pero esta masa carecía de una apropiada dotación de provisiones; de modo que –mientras pasaban a través de Hungría– saquearon los poblados y obligaron a los habitantes a que les abastecieran.  Esto provocó la ira de los húngaros, quienes atacaron a los cruzados matando a muchos de ellos.
Después de retrasos prolongados, cerca de siete mil del total que había comenzado la Cruzada, arribaron a Constantinopla. Todavía estaban entusiasmados y entonaban su grito de guerra: —¡Dios lo quiere!—, con tanto fervor como cuando se unieron al estandarte de Pedro el Ermitaño por primera vez.
Abandonando esa histórica ciudad, se dirigieron hacia el este, a la tierra de los turcos. Un poderoso ejército conducido por el sultán les salió al encuentro. Los cruzados pelearon heroicamente durante todo el día, pero a la larga fueron derrotados. Solamente unos pocos escaparon y encontraron la ruta de regreso a Constantinopla. Pedro El Ermitaño les había abandonado antes de la batalla y había retornado a la ciudad antes que ellos. Después de esto, él se unió al ejército de Godofredo de Bouillón. 
El ejército de Godofredo estaba compuesto de seis divisiones, cada una comandada por un elemento de alto rango y distinción. Era una fuerza bien organizada y disciplinada, totalizando cerca de medio millón de efectivos. Esta tropa se movilizó solamente unas pocas semanas después de la multitud de irregulares que condujo Pedro El Ermitaño, y fue en efecto el primer ejército cruzado, ya que la masa indisciplinada que siguió al monje difícilmente podría llamársele ejército.  Después de una larga marcha, Godofredo arribó a Antioquia y la sitió.  Se creía que esta fortaleza musulmana podía ser ocupada en poco tiempo; pero la ciudad resistió los ataques de los cristianos por siete meses.  Luego, se capituló. 
Y entonces ocurrió algo que ninguno de los cruzados había soñado. Un ejército de doscientos mil persas llegó en auxilio de los musulmanes y sitiaron la ciudad con los cristianos atrapados entre sus muros por semanas. Sin embargo, después de varios enfrentamientos en los que hubo gran pérdida de vidas, los turcos y persas fueron repelidos. 
El camino a Jerusalén estaba ahora despejado; pero del total de medio millón de cruzados que había salido de Europa, menos de cincuenta mil quedaban. Habían ganado su ruta a un precio aterrador. Aun así continuaron avanzando con corazones bravíos, hasta que en una mañana brillante de verano, obtuvieron una primera vista de la Ciudad Santa en la distancia. Por dos años completos se habían afanado y sufrido con la esperanza de llegar a Jerusalén. Y ahora estaba frente a ellos; pero primero tenía que ser tomada. Por más de cinco semanas los cruzados sostuvieron el asedio, y finalmente, el 15 de julio de 1099, los turcos se rindieron. La bandera musulmana fue bajada y el estandarte de la cruz ondeó sobre la Ciudad Santa. 
Pocos días después que los cristianos habían ocupado Jerusalén, Godofredo de Buillón fue electo rey de la Tierra Santa. 
—Aceptaré el cargo —dijo—, pero ninguna corona debe ser puesta sobre mi cabeza y nunca debo ser llamado rey. No puedo portar una corona de oro donde Cristo portó una de espinas; ni tampoco seré llamado rey en la tierra donde una vez vivió el Rey de Reyes. 
Se dice que Pedro El Ermitaño pronunció un elocuente sermón en el Monte de Los Olivos. Sin embargo, él no se quedó por mucho tiempo en Jerusalén, retornando después de la captura de esa ciudad a Europa. Fundó un monasterio en Francia, y dentro de sus paredes pasó el resto de su vida.

Creencias Extrañas: Los Golems

Golem

En el folklore judío un golem es una criatura humana artificial hecha de arcilla o barro. Parece estar viva, pero no tiene alma. Se crea tallando arcilla o barro en la forma de un ser humano, y luego realizando un ritual secreto para animarlo. Una leyenda judía dice que el profeta Jeremías hizo un golem, pero esto no se menciona en la Biblia.

En realidad, muy pocos golems se han hecho, porque sólo una persona muy santa tiene suficiente poder espiritual para animar una figura de arcilla. Pero incluso una persona muy santa no puede hacer un golem que tenga la personalidad y la mente independiente de un ser humano. Los Golems son siempre inferiores a los humanos porque son hechos por hombres y no por Dios. No pueden pensar o hablar como un humano, y son lentos y torpes en sus movimientos. Algunas descripciones dicen que sus cuerpos están animados por un demonio o un espíritu de la naturaleza en vez de un alma humana.

La historia más conocida sobre un golem describe algunos acontecimientos que supuestamente tuvieron lugar en la ciudad europea de Praga, durante el siglo XVI, en un momento en que los judíos de la ciudad eran perseguidos por los cristianos. Para ayudar a defender a los judíos, el principal rabino de la ciudad creó un golem de arcilla excavada en la orilla de un río. Con el tiempo, este golem ayudó a poner fin a la persecución, pero luego empezó a correr descontroladamente. Para detenerlo, el rabino realizó un ritual para desactivarlo y luego ocultó el cuerpo en el ático de la sinagoga Alt-Neu en Praga.

Durante la Segunda Guerra Mundial, los nazis destruyeron casi todas las sinagogas en las áreas que ocuparon, pero la Sinagoga Alt-Neu en Praga milagrosamente sobrevivió. Según una leyenda, un soldado nazi trató de subir a su ático y apuñalar al golem, pero murió misteriosamente antes de que pudiera llegar a él. Algunas personas creen que el cuerpo de este golem todavía está en el ático.

Resumen de la Obra «Los Acarnienses»

Resumen corto de la obra literaria Los Acarnienses, del autor griego Aristófanes.

Por Esteban Balmore Cruz


Tipo de Obra: Drama

Autor: Aristófanes (448-385 AEC) 
Género: Comedia
Ubicación: Atenas, durante la Guerra del Peloponeso
Personajes:

Dicéopolis
Heraldo
Anfiteo
Embajadores ante los Aliados de Atenas
Pseudartabas
Teoro
Esposa de Dicéopolis
Hija de Dicéopolis
Eurípides
Cefisofonte, sirviente de Eurípides.
Lámaco
Asistente de Lámaco
Un megarense, natural de Megara.
Doncellas, hijas de los megarenses
Un beociano, natural de Beocia
Nicarco
Padrino de Bodas
Madrina de Bodas
Un informante
Mensajeros
Coro de Ancianos de Acarnia

Comentario Breve

Esta es la primera de la serie de tres Comedias: Los Acarnienses, La Paz y Lysistrata, producidas a intervalos de años (el sexto, décimo y vigésimo primero de la Guerra del Peloponeso), cuyo propósito era desenmascarar ante el pueblo ateniense las miserias y los desastres debidos a ese conflicto bélico y a los canallas que por su política egoísta e imprudente lo habían provocado, con la consiguiente ruina de la industria y, sobre todo, de la agricultura y exponer la urgencia de exigir la paz. Esta es la primera obra de teatro presentada por Aristófanes usando su propio nombre y su primera obra de gran importancia. Se actuó en el Festival de Leneas, en enero de 426 AEC, y ganó el primer premio, siendo Cratino el ganador del segundo.

Sus diatribas contra la guerra y la crítica feroz a la política general del partido guerrerista enfurecieron tanto a Cleón que se propuso arruinar al autor, quien en Los Caballeros, respondió con un ataque personal directo y salvaje al líder de la democracia. La trama es considerada una de las más sencillas.

Síntesis

Dicéopolis, un ciudadano ateniense, pero nativo de Acarnia, uno de los demes agrícolas que había sufrido especialmente en las invasiones lacedaemonianas, enfermo y cansado del fracaso y las miserias de la guerra, decide, si falla en inducir a la gente a adoptar su política de «paz a cualquier precio», concertar una paz privada y particular para cubrirse a sí mismo, a su familia y su patrimonio. Los atenienses, exaltados momentáneamente por la victoria y persuadidos en exceso por los demagogos de la época, Cleón y sus secuaces, se niegan a escuchar que tal cosa pueda conllevar a un acuerdo. En consecuencia, Dicéopolis despacha un enviado a Esparta por cuenta propia, quien regresa en seguida con una selección de especímenes de tratados (vinos) en su bolso. El anciano prueba y saborea, se organizan términos especiales y la obra concluye con una fiesta rústica desenfrenada y ruidosa en honor de las bendiciones de La Paz y La Abundancia. Incidentalmente, excelente diversión se pincha a Eurípides y sus métodos dramáticos, que proporciona materia para tantas bromas ingeniosas en varias otras piezas de Aristófanes.

Otros incidentes especialmente cómicos son: la escena en la que las dos hijas de la hambrienta megarense se venden en el mercado de Atenas como lechones; una escena en la que la similitud conveniente de las palabras griegas que significan un cerdo y vulva, respectivamente, se utiliza en toda una serie de ingeniosos y sugestivos «doble sentido» y bromas absurdas; otra donde el Informante o Mercader-Espía, es empacado en una caja de vajilla y el comprador boeotiano lo lleva a su casa.


El Pito


Hace mucho tiempo vivió en Boston un chico de nombre Benjamín Franklin. El día que cumplió siete años, su madre le dio unos pocos centavos. Él miró a las brillantes, doradas piececitas, y dijo: 

¿Qué debo hacer con estas monedas, madre?—  Era el primer dinero que él tenía en su vida.
Puedes comprar algo, si así lo deseas dijo su mamá. 
Y, luego, ¿me vas a dar más? preguntó él.  Su madre meneó su cabeza negativamente, y dijo: 
No, Benjamín. No puedo darte más. De modo que debes ser cuidadoso de no gastar esto tontamente. 
El pequeñuelo corrió hacia la calle. Escuchó el sonido de los centavos en su bolsillo. ¡Cuán rico era! Boston es ahora una ciudad muy grande, pero en ese tiempo solamente era un pequeño pueblo. No habían muchas tiendas. 
En tanto Benjamín corría por la calle, él se preguntaba qué podría comprar. ¿Debía comprar dulces? Apenas sabía cuál era su sabor. ¿Debía comprar un juguete bonito? Si él hubiera sido el único hijo en la familia, las cosas podrían haber sido diferentes. Pero habían catorce, entre hermanos y hermanas mayores que él, y dos hermanitas menores.  ¡Qué grande familia que era! Y el papá era un hombre pobre. Ni qué preguntar por qué el chico nunca había tenido un juguete. 

No había ido muy lejos cuando encontró a un chico mayor, quien iba soplando un pito. 
Cuanto deseo que ese pito fuera mío dijo el chico.  El niño mayor le miró y sonó su pito otra vez. ¡Ah! ¡Qué bonito sonido hacía! 

Tengo algunos centavos —confesó Benjamín. Los agarró en su mano y se los mostró al otro chico. 
Serán tuyos si me das el pito aseguró. 
¿Todos? preguntó el otro. 
Sí. Todos.
Bueno, es un trato dijo el muchacho, y le dio el pito a Benjamín, cogiendo los centavos. 

El pequeño Benjamín Frankllin estaba muy contento, porque él solamente tenía siete años de edad. Corrió a casa tan rápido como pudo, silbando el pito mientras corría. 
Mira, mamá dijo— he comprado un pito. 
¿Cuánto pagaste por él?
Todos los centavos que me diste.
¡Oh, Benjamín! 
Uno de sus hermanos pidió ver el pito. 
¡A ver, a ver! dijo éste.— Has pagado un alto precio por esta cosa. Es solamente un pito de un centavo, y deficiente por ese precio. 
Habrías podido comprar media docena de esos pitos con el dinero que te dí dijo su madre. 

El pequeño niño vio el error que había hecho. El pito ya no le satisfacía. Lo tiró al suelo y empezó a llorar. 
No te preocupes, mi niño expresó su mamá bondadosamente. Solamente eres un pequeño, y vas a aprender muchas cosas mientras crezcas. La lección que has aprendido hoy es nunca pagar mucho por un pito. 

Benjamín Franklin vivió hasta alcanzar la vejez, pero nunca olvidó esa lección. 
Cada niño y niña deberían recordar el nombre de Benjamín Franklin. Él fue un gran pensador y un gran hacedor, y junto a Washington, contribuyó a hacer los Estados Unidos un país libre. Su vida fue tal que nadie podía decir: Ben Franklin me ha perjudicado. 

Tomado y traducido de
Fifty Famous People
A Book of Short Stories
By James Baldwin.

Creencias Extrañas: Los Zombis


Como se muestra en las películas modernas, los zombis son cadáveres revivificados que no tienen alma y poseen muy poca inteligencia. Apetecen la carne de los seres vivos, y tienden a reunirse en grupos para buscar víctimas. Debido a que la mayoría no pueden correr, o incluso caminar rápido, tienen que caminar arrastrando los pies lentamente en el suelo. Pero persiguen implacablemente a sus pretendidas víctimas, y pueden abrirse paso a través de las puertas para llegar a un escondite. Si uno de ellos es impactado por una bala, se detiene por un momento, pero pronto comienza a moverse hacia adelante otra vez. No pueden ser asesinados porque ya están muertos.

Los cineastas modernos obtuvieron sus ideas sobre los zombis de historias raras que se originaron en el país de Haití. Según estas historias, los hechiceros vudúes en Haití pueden revivir cadáveres y convertirlos en esclavos controlados mentalmente para trabajar como jornaleros en los campos. Algunas personas en las zonas rurales del país creen que estos zombis-esclavos todavía se están creando hoy usando magia negra. El pueblo de Haití usa el nombre «Bokor» para referirse a alguien que ha dominado la magia negra, pero los forasteros generalmente los llaman hechiceros, magos o brujos.

Varias teorías se han presentado para explicar las diversas creencias acerca de los zombis. De acuerdo con una teoría, las historias sobre zombis surgieron de observaciones de personas que tienen esquizofrenia u otros trastornos mentales que hacen que sean insensibles y fuera de contacto con su entorno. Otra posible explicación es que ciertos fármacos derivados de plantas pueden poner a las personas en un estado de trance en el que obedecen órdenes externas. Una tercera teoría es que un virus desconocido propaga una enfermedad rara que causa un comportamiento parecido a un zombi. Otra idea, utilizada en una película llamada “La Noche de los Muertos Vivientes”, es que una forma inusual de la radiación puede convertir los cadáveres en zombis.

La religión Vudú moderna en Haití se desarrolló a partir de las creencias de los negros que fueron capturados en África y transportados a la isla para trabajar como esclavos en las plantaciones de caña de azúcar. Después de que llegaron, los dueños de las plantaciones los obligaron a convertirse al cristianismo. Pero secretamente guardaron algunas de sus antiguas creencias, y también adoptaron algunas ideas religiosas de los pueblos aborígenes americanos. Como resultado, el vudú moderno es una mezcla que incluye elementos de todas esas religiones.

(Texto tomado y traducido por Baneste, de la obra Weird Beliefs, del autor Barry Wilson).