Origen del Nombre California


El estado norteamericano de California posee muchos lugares que conservan sus nombres en su forma original en español o indígena, algunas veces levemente modificados al haber sido anglicanizados en el transcurso del tiempo. Pero de todos los nombres, por extraño que parezca, es el del estado mismo que ha sido asunto de confusión y conjeturas por muchos años, hasta que en 1862, Edward Everett Hale, de manera accidental, acertó sobre la explicación de su significado que ha sido aceptada por los historiadores.

Varias teorías, todas más o menos imaginativas y extremas, estaban basadas sobre la supuesta construcción del nombre de la expresión latina calida fornax (horno caliente), en referencia ya sea al seco y caluroso clima de Baja California, o a las «casas de transpiración» que usaban los aborígenes. Dichas teorías no solamente suponían un conocimiento del latín (que ciertamente no tenían) los rudos conquistadores que arribaron a estas tierras originalmente, sino que también indicaba un muy elaborado método de nombrar los lugares, totalmente contrario a lo que era su costumbre de llamar los sitios en base a alguna característica sobresaliente que se fijaría en sus memorias. En todo lo largo y ancho de California, pocos ejemplos, si algunos, existen donde los españoles inventaron nombres derivados del latín o griego, en esta forma extrema. Ellos vieron un pájaro grande sobrevolando un río y lo llamaron El Río del Pájaro; o ellos padecieron falta de alientos en una vaguada, y nombraron el lugar La Cañada del Hambre; o ellos llegaron a determinado lugar en el día dedicado a cierto santo, y lo nombraron con el nombre de dicho santo. Ellos eran hombres prácticos y sus métodos eran bien simples.
En cualquier caso, el Sr. Hale nos ha proporcionado con una explicación más razonable, de modo que todas las otras teorías pueden ser sobrepasadas como no merecedoras de consideración. Estando comprometido en el estudio de la literatura española, tuvo la fortuna el Sr. Hale de acceder a una copia de una vieja novela, publicada en Toledo entre 1510 y 1521, en la cual la palabra California ocurre como el nombre de una isla fabulosa, rica en minerales y piedras preciosas, siendo además el lugar de habitación de una tribu de amazonas. Esta novela, titulada Las Sergas de Esplandián, fue escrita por su autor, García Ordóñez de Montalvo, como una secuela a la famosa novela de caballería, Amadís de Gaula, la cual él había traducido. Ambas obras fueron impresas en el mismo volumen. El romance de Montalvo, aunque de poco mérito literario, tuvo considerable aceptación entre lectores españoles de su tiempo, y que sus páginas probablemente fueron familiares a los primeros exploradores en América, está probado por el hecho de que Bernal Díaz, uno de los acompañantes de Hernán Cortés, con frecuencia menciona el Amadís, a cuya historia la de Esplandián estaba añadida.
El pasaje conteniendo el nombre que desde entonces se ha vuelto bien conocido en todo el mundo, es el que sigue:
«Sépase que al extremo derecho de Las Indias, hay una isla llamada California, muy próxima al paraíso terrenal, que fue poblada por mujeres negras, sin ningún hombre entre ellas, porque estaban acostumbradas a vivir a la manera de las amazonas. Ellas eran de fuertes y endurecidos cuerpos, de coraje ardiente y de mucha fuerza. La isla era la más poderosa en el mundo, por sus escarpadas rocas y grandes acantilados. Sus armas eran todas de oro y así eran también las caparazones de las bestias salvajes que montaban
Fue durante el periodo en que esta novela estuvo en el apogeo de su popularidad que Hernán Cortés escribió al rey de España referente a una información que él había obtenido sobre «una isla de amazonas, o solo de mujeres, abundante en perlas y oro, localizada a diez días de camino de Colima.» Después de haber enviado una expedición para explorar las desconocidas aguas en esa dirección, en 1535, expedición que terminó en desastre, el mismo Cortés fue y plantó una colonia en cierto sitio, probablemente La Paz, en la costa de Baja California. En el registro en su diario de esta expedición, Bernal Díaz habla de California como una «bahía», y es posible que el nombre fue inicialmente aplicado a algún punto definido en la costa, tornándose después en el nombre de toda la región. El nombre también ocurre en el diario de Preciado sobre el viaje de Ulloa por esa costa en 1539, haciendo razonable suponer que fue adoptado en el periodo entre 1535 y 1539.
Fuente:
Spanish and Indian Place Names of California
Their Meaning and their Romance
By Nellie Van De Grift Sanchez.

Claudia Lars (Datos Biográficos)

Claudia Lars

Su verdadero nombre era Carmen Brannon. Nació en Sonsonate, en 1899, y murió en 1974. Era hija de madre salvadoreña y padre estadounidense descendiente de irlandeses.

Se dice que Claudia Lars cantó la grandeza de sus cosas pequeñas a medida que fue saliendo de los claustros de monjas, donde hizo sus estudios. En este tiempo ya admiraba a un poeta que poco después llegó a conocer, el nicaragüense Salomón de la Selva, fino poeta y legendario soldado de la Primera Guerra Mundial y a quien posteriormente le dedicaría un hermoso poema, rememorando el día que casualmente lo conoció en un tren.

Enamorada de las cosas sencillas, las interpreta con soltura dentro del verso en endecasílabos y las liras. Ahí están los niños, la casa, la rosa y ciertas rememoraciones de la nieve, o algunos símbolos como el ángel, conceptos que, por lo demás, han sido tan comunes al romanticismo. Claudia Lars los recoge en una novedosa concepción del verso. Realidades queridas en su casa de campo en la provincia, a las que da identidad mágica y esplendorosa. Difícilmente se encuentra en sus poemas una caída, una debilidad de la forma.

Una combinación de la realidad cotidiana «noche» y «la comba de silencio» bajo el cual se percibe un «sollozo viejo», son imágenes sutiles que dan fuerza a la unidad sencilla concebida en el poema. La creación es un fin de la poesía misma pero en Claudia Lars, ser? una constante de su fuerza imaginativa. Una poesía, que pese a su época no se dejó seducir por el romanticismo tardío ni el modernismo decadente.

No cabe duda que le ayudó el conocimiento de la poesía del mundo; además, desde muy joven comenzó a viajar, lo cual enriquecía más sus percepciones. Estuvo en Guatemala, Costa Rica. Luego vivió en los Estados Unidas de cuya poesía se sintió tan atraída, aunque como trabajadora emigrante poco podía desplegar su presencia poética, aunque sí pudo aprender de dos grandes poetas, tales como Emily Dickinson y Walt Withman.

No escribía cuentos o ensayos. Ella aseveraba que los tiempos desesperados llaman a la poesía. Eran los años finales de la década de 1970 cuando Claudia dirigía la Revista Cultura del Ministerio de Educación. Aquí se encontró con los poetas jóvenes, ella gran seguidora de los clásicos de habla inglesa, y los ellos más emparentados con la poesía latinoamericana, desde Rubén Darío, hasta Pablo Neruda y César Vallejo.

Se sabía de Claudia como la segunda Juana de Ibarborou, o como la Alfonsina Storni; pero solo fue Claudia de Centroamérica, con ese lirismo que ella llamó «puro», pero que, como lo afirma en una entrevista con estudiantes de San Salvador, «es el poder y la habilidad de expresar poéticamente ideas, sentimientos, circunstancias, espacios, que otras personas no logran expresar bien.»

El Día que el Ejército Destruyó el Pueblo de Torola

(19/01/1985, día en que fui herido de bala).

Por Fidel A. Romero


El Enigmático, no estuvo en esa situación

Estaba terminando el operativo Torola 5 y fue el batallón Cuzcatlán. Habían pasado varios días en operativo junto a otros batallones en el norte de Morazán. Ellos iban de salida del frente y habíamos estado preparando un plan para hacerles una cantidad de bajas sin mayores riesgos para nosotros en la zona de Torola. El plan consistía en simular un campamento de puesto de mando en el área de San Diego, jurisdicción de San Antonio del Mosco; que nos sorprendían y dejábamos abandonada una cantidad de recursos logísticos, pertrechos y radios; estos eran cazabobos, o sea trampas que los soldados intentarían apropiarse y usarlas. Yo estaba siendo coordinado por el jefe de la defensa del frente, “Albertón”, y me habían asignado una sección de la Brigada Rafael Arce Zablah, BRAZ, al mando de Serapio. Estos eran los que garantizarían la seguridad de los del puesto de mando para que ejecutaran su campamento simulado y no fueran realmente sorprendidos.

El punto de salida era el sitio Los Amates del cantón Ojos de Agua, por el cerro El Cacalote. El enemigo estaba pernoctando en El Moscarrón y en el cerro Torola. Mi estructura del puesto de mando y del campamento simulado la componíamos unas 20 personas, entre los cuales estaban: mi seguridad personal (Alvarito, Carlos y Walter); el radista Edwin, Yasser, Marcela, el “Flaco” Gustavo y Marina “la Periquita” (de Prensa y Propaganda); Libertad, Julito médico, más brigadistas ( clínica y equipo médico); Guillermo, Pedrito y María (taller de explosivos); además Mercedes, la compa del Arnoldo “el Cristo Negro” y su sobrina Clarissa; y Bejuquita, hermano de “Dino Traca” o “How are you”, (equipo de cocina).

El desplazamiento del puesto de mando (el campamento simulado) iniciaría a las 03:00 horas para completarlo a las 06:00 en el lugar indicado: San Diego. Una hora antes, a las 02:00 horas, debía salir la mejor escuadra de la sección al mando del mejor jefe con la tarea de explorar el camino de mi desplazamiento y principalmente confirmar la ausencia del enemigo en el mismo, con prioridad en los puntos considerados críticos como elevaciones, poblado de Torola y cruces de calles. De antemano sabíamos la ubicación de una compañía enemiga del batallón Cuzcatlán en el volcán Torola y en la elevacioncita de El Amate. Esta estaba a la orilla de la calle hacia Torola, y a unos 300 metros de la vereda donde nosotros pasaríamos, por supuesto en un avance silencioso… Después que pasara el puesto de mando, pasaría el grueso de la sección como retaguardia y se distribuiría en puntos dominantes para proteger el puesto de mando, o entrar en acción si se necesitaba.

Serapio, ante mi presencia, llamó a formar la escuadra exploradora y les dio las indicaciones. Preguntó si estaban entendidos, a lo cual respondió el jefe en secreto: “¡Entendido!”…Y luego les dijo: “¡Media vuelta, en rumbo a cumplir la misión!”. Y aquel grupo de 10 experimentados combatientes, guardando la prudente distancia de marcha, en las circunstancias operativas y en cumplimiento de su misión, salieron.

Ellos y su jefe estaban sabedores y entendidos de que avisaría y esperarían indicaciones si encontraban enemigo en el trayecto; que revisaría el poblado y alrededores, así como también toma y control del mismo hasta que pasara el puesto de mando; que tendría dos contactos visuales con mi gente en dos puntos: entrada al pueblo por el lado de El Pedrero, y en su salida, en el desvío de San Diego. De este punto en adelante, yo enviaría mi equipo de vanguardia por dos razones: ya no se consideraba crítico el desplazamiento, y había que garantizar el control del lugar hasta que pasara el grueso de la fuerza de Serapio.

Iniciamos la marcha bajo abundante luz de la luna después de una hora que salió la escuadra exploradora, y después de ser confirmados que estaban en lugar indicado, lo que significaba que el camino había sido explorado y que se tenía control del poblado. Aún así marchábamos con las precauciones del caso por la cercanía de las posiciones enemigas en las elevaciones de El Amate y volcán Torola. La luna alumbraba bastante claro el camino. Bajo la sombra que producía el abundante follaje de los árboles a la entrada de Torola, por el lado de El Pedrero, nosotros divisamos el punto de una enorme trinchera de piedra tras la cual se veían tres formas de cabezas con gorras, que era parte del equipo explorador, parapetados y en posición segura para sorprender y controlar esa entrada… Mi columna, de 20 personas, se veía mucho mayor por la distancia que guardábamos entre uno y otro, más la vista del camino semi tortuoso y lleno de sombras proyectadas por el follaje… A unos 30- 40 metros, pasé la consigna en secreto de pararnos para identificarnos con los 3 compas de la trinchera… Se veían las cabezas inmóviles y en posición de alerta… Me adelanto un poco acompañado de mi seguridad personal, me paro y les grito la consigna acordada…Espero respuesta y como no la recibo, repito la consigna… Y la respuesta fue:… “¿Qué consigna?”, y una andanada de metralla; uno o dos fusiles en ráfaga hacia el grueso de mi columna que por reflejo todos al unísono nos tendimos en la calle alfombrada de pequeñas piedras, mientras les gritaba: “¡No disparen, son compas!”…. Yasser y Alvarito me contestaron diciéndome: “¡Si fueran compas no nos estarían rafagueando, tenemos que responder!”.

Me resistía a pensar que los exploradores y garantes del paso nuestro por ese punto nos estuvieran disparando, pero Yasser y Alvarito tenían razón… Y ellos no paraban de dispararnos y yo sentía lo caliente de la sangre que manaba abundante de mi costado izquierdo y apretaba junto con los arneses de mi equipo y mochila para retardar el sangrado y el colapso del pulmón; además dos de mis escoltas se quejaban de heridas de bala también.

La situación era apremiante. Yo no decía sobre mis heridas pero sabía de los otros dos. Y Yasser los vio y dijo algo así: “sean o no compas, ellos nos están atacando y vamos a responder”, y enfiló el fusil hacia la trinchera y les dijo a dos más: “tiremos un par de rafagazos”, lo cual hicieron, y la respuesta fue que los de la trinchera dejaron de disparar y desaparecieron…

Di la orden de regresarnos al lugar de salida y le dije a Alvarito que coordinara la marcha de regreso lo más rápido posible, antes de la reacción del enemigo cercano que teníamos, y antes que perdiera fuerza, porque estaba sangrando del pecho y los otros dos compañeros improvisaron vendajes para parar el sangramiento del antebrazo. Así regresamos a El Amate amaneciendo, aún no salía el sol. Encontré a Serapio con sus ojos grandes casi saliéndosele de las órbitas, sin decir nada, y le dije: “Nos atacaron, tomá mi radista -que si mal no recuerdo era Edwin- y hazte cargo de la coordinación de todo”. Edwin se quedó allí y yo continué caminando hacia adentro de la casa de bahareque y le pedí a Julito médico que chequeara la herida y parara el sangramiento.

Tendido al ras del suelo en una puerta de madera que improvisaba la cama de operaciones, Julito me dijo: “Qué suerte tienes, no está perforado el pulmón ni entró al corazón porque topó en una costilla y se desvió un poco superficial y está alojado el plomo debajo de la tetilla izquierda”… No terminaba de digerir el significado de las palabras de Julito cuando un rafagón de ametralladora 60 pasó paralelo a lo largo de mi cuerpo tendido, a escasos 60 cms., cayendo sobre nosotros la tierra que desprendía de la pared de tierra. Julito se tendió y cogió su fusil en posición defensiva, y Libertad (jefa del puesto médico y la clínica) gritó a Julito: “¡Llevate a Fidel por la quebrada hasta un puesto seguro!… ¡Luego les buscaremos!”.

Mientras Libertad coordinaba la dilación del avance de los soldados, con una línea de fuego improvisada formada por el personal de servicio que simularía el campamento en la misión ya frustrada (prensa y propaganda más las brigadistas y un par de compas más), Julito médico casi me arrastra sacándome por la otra puerta de la casa hacia una vaguada charraloza y caminando rápido en medio del nutrido combate, desaparecimos.

Cada vez más lejanos se escuchaban los disparos de los compas y las ráfagas de los soldados… Tenía la confianza que Serapio con su sección intervendría para salvar la situación, ya que las estructuras de servicio no tenían la experiencia aunque sí mucha disposición de combatir para proteger a quien lo necesitara. La sorpresa fue grande cuando al mediodía nos encontró Libertad con un par de brigadistas más y nos daba en detalle lo ocurrido: “Los soldados iban de salida, no tuvimos ni una baja y Serapio con la fuerza se fue rumbo a la Villa El Rosario, mientras nosotros combatíamos y desviábamos los soldados”.

Ese día fue incendiado por el batallón Cuzcatlán el pueblo de Torola. Llegó Albertón a sustituirme e iniciar una investigación de lo ocurrido que, según él, fue algo intencionado. El jefe de escuadra fue apresado en vías de investigación. En la clínica como herido tuve la oportunidad de investigar por mí mismo lo ocurrido a través de la información que Serapio y Goyo Negro tenían… Que el jefe de escuadra uno de los más aguerridos de la BRAZ, tenía un problema que no había sido comentado antes: Este muchacho era capaz de obedecer indicaciones y cumplirlas aún estando dormido, y lo más seguro que pasó, fue que recibió las indicaciones de Serapio estando dormido, y cuando estaba en posición avisó que todo estaba listo pero no recordaba la consigna que yo le gritaba con insistencia, confundiéndonos con una columna de soldados en avance de madrugada. Después de algunos días en prisión, el compa escapó de las rejas de Torola y se fue hacia el sur. En lo personal me alegró que escapara porque no teníamos suficientes recursos técnicos para demostrar su inocencia.

Datos Biográficos de Arthur Miller


El dramaturgo Arthur Asher Miller, nació el 17 de octubre de 1915 en la ciudad de Nueva York. Fue el tercer hijo del matrimonio formado entre Isidore Miller y Augusta Bernett, ambos emigrantes de Austria. Arthur se graduó en la Escuela Secundaria Abraham Lincoln. Desde muy joven se abrió paso en la vida y pagó sus estudios universitarios de periodismo en la Universidad de Michigan, gracias a sus empleos como editor nocturno en el periódico Michigan Daily, su trabajo en un almacén y en una radio local.

En 1938, escribió Todavía Crece la Hierba, comedia con la que empezó a ser reconocido. Al finalizar sus estudios regresó a su natal Nueva York y empezó a trabajar en series radiofónicas. Dos años más tarde, en 1940, contrajo matrimonio con su novia de la universidad, Mary Grace Slattery, con quien tuvo dos hijos, Robert y Jane. El mismo año de su boda se consolida como escritor. En 1944, debuta en Broadway, con una comedia titulada El hombre que Tuvo Toda la Suerte del Mundo; misma que no fue un éxito comercial, pero que le permitió ganar un premio del Gremio de Teatro (Theatre Guild Award).
Un año más tarde, en plena segunda guerra mundial, su novela Focus, que era una denuncia contra el antisemitismo, le dio su primer éxito. Influenciado por el gran autor dramático noruego Henryk Ibsen, aborda la actividad de los que se aprovechan de la guerra, en su obra Todos Eran mis Hijos, ganando el premio de la Crítica de Nueva York en 1948, consolidándolo definitivamente e incluyéndolo en el realismo norteamericano. Sus obras, desde las primeras hasta las últimas que escribió, estaban llenas de su espíritu, un aliento que lo impulsaba a observar el mundo norteamericano en el que nació y a criticar todo aquello que él consideraba incorrecto.

En 1949, ganó el Premio Pulitzer de Teatro, y de nuevo, el Premio de la Crítica de Nueva York, por su obra La Muerte de un Viajante, siendo ésta una exponente de la ilusión vana que ya era en ese entonces el llamado «sueño americano». La Muerte de un Viajante se cita frecuentemente entre las mejores obras del teatro contemporáneo. El montaje de dicha obra maestra, dirigido ese mismo año por Elia Kazan, ganó seis premios Tony. La obra se representó desde el 10 de febrero de 1949 hasta el 18 de noviembre de 1950 sin interrupción y luego fue vista en todo el mundo. Fue en 1985 cuando el director Volker Schlöndorff, la llevó al cine con Dustin Hoffman en el papel protagonista.

En 1953, con su obra Las brujas de Salem, que en un principio parece una obra de ambiente puritano, donde se relata la histeria, ignorancia e intolerancia de esa Žépoca, fue en realidad una denuncia contra la caza de brujas que reinaba en Estados Unidos en ese tiempo, gracias al senador McCarthy y su Comité de Actividades Antiamericanas. Dicho comité investigaba la tendencia o asociación política de los ciudadanos del país y cualquier persona con sospecha (o certeza) de comunista o soviético, tendría como castigo multa o prisión. Fueron muchos los artistas e intelectuales que comparecieron ante el Comité, entre ellos, Arthur Miller, en 1956. Fiel a sus compañeros, el Comité tildó que había cometido desacato por no querer delatar a miembros de un círculo literario, cuyos integrantes eran sospechosos de promover el Comunismo. Sabiamente, Miller apeló la decisión y fue absuelto de todo cargo. Su obra Las Brujas de Salem fue presentada en Broadway, con gran éxito, en 1953, gracias a Jed Harris; en 1996, la obra fue llevada al cine con Daniel Day-Lewis como protagonista y como encargado del guion, el propio escritor. La obra fue traducida al español, titulándose peculiarmente El crisol.

En 1955, el autor retomaba la temática de los inmigrantes que llegaban a Estados Unidos, con Panorama desde el Puente, ganando su segundo Pulitzer. Un año más tarde, el 29 de junio de 1956, luego de haberse divorciado de su primera esposa, Miller se casa con la famosa actriz Marilyn Monroe. Fue entonces cuando su popularidad se disparó. A pesar de estas buenas noticias y que su trabajo literario era buscado como el oro, la pareja no estaba destinada a ser feliz y finalmente se divorciaron, en enero de 1961, debido a las infidelidades de Monroe, sus problemas con el alcohol y las tensiones provocadas durante el rodaje del filme Vidas Rebeldes (1961), donde la protagonista era Marilyn y con un guion del dramaturgo. Su encuentro con el alocado mundo del espectáculo, pareció aleccionar a Miller, quien no estrenó nada desde 1961 hasta 1964.

Curiosamente y gracias al filme que acabó con su matrimonio con Marilyn, conoció a su tercera y más estable esposa, la fotógrafa austríaca Inge Morath, pionera del fotoperiodismo. Ella fue la encargada oficial de la fotografía durante el rodaje. Se casaron en 1962 y solo la muerte de Morath, los separaría cuarenta años después, en el 2002.

De 1965 a 1969, fue presidente del PEN Club, asociación mundial de escritores que apoyan a los escritores y periodistas encarcelados, abogan por la libertad de expresión y que pretenden unir a los artistas de todo el mundo en una sola hermandad.

Después de su silencio, Miller vuelve al teatro con Después de la Caída (1964), obra basada en su relación con Marilyn Monroe; siguió escribiendo, pero sus obras posteriores no fueron tan populares, salvo En Rusia (1979). Después de su última obra Cristales Rotos (1994), en 1997, escribió la novela Una Mujer Normal, por la cual recibió excelentes críticas.

Además de teatro, cultivó varios géneros, de los cuales tenemos: Ya no te Necesito (1967), colección de cuentos; Timebends: A Life (1987), su autobiografía; El Reloj Americano (1980), guion de película; Ensayos Teatrales de Arthur Miller (1978), y Al Correr de los Años. Entre sus premios, aún no mencionados están: la Medalla de Oro de las Artes y las Letras (1959), el premio Angloamericano de Teatro (1966) y el Lawrence Olivier Theatre Award (1995).

En 2001, escribió La política y el Arte de Actuar, donde George W. Bush hizo una aparición singular. Un año más tarde, en 2002, recibe de manos de Felipe de España, el premio Príncipe de Asturias de las Letras, en reconocimiento a una vida dedicada al teatro y al agente aleccionador humanístico, característico de sus obras teatrales. Por esas fechas vivía con Agnes Barley, una joven artista, con quien anunció su intención de un cuarto matrimonio. Dos años después estrena su última obra, Finishing the Picture, mientras sobrellevaba el cáncer, la neumonía y los problemas cardíacos. Finalmente, al año siguiente, en su rancho de Roxbury, y rodeado por su familia, expira el gran dramaturgo estadounidense, el 10 de febrero de 2005.

Dioses en Forma Humana

La creencia de que un dios o diosa puede aparecer en la tierra en la forma de un humano es encontrada en muchas religiones. Por ejemplo, en los mitos antiguos griegos, un dios o diosa a veces vino a la tierra en disfraz humano y se mezclaba entre la gente ordinaria. En algunas religiones un dios puede también asumir la forma de un animal. Estas formas corpóreas, animales y humanas, son llamadas encarnaciones. Usualmente estas encarnaciones son solamente temporarias, y el dios eventualmente regresa a su forma normal como un ser sobrenatural invisible.

En el hinduismo, una encarnación de un dios o diosa se llama avatar. Muchos hindúes creen que avatares del dios Visnú han aparecido en la tierra en momentos cruciales en la historia para salvar al mundo de una catástrofe inminente.

Seres espirituales tales como los ángeles y demonios pueden también temporalmente asumir una forma física. De este modo, aunque el diablo es normalmente invisible, a veces él trata de engañar a la gente tomando la forma de un hombre guapo o de una mujer hermosa. Algunas personas creen que la serpiente que tentó a Eva en el Jardín del Edén era Satanás disfrazado. Otras serpientes son a veces consideradas como encarnaciones de demonios.


(Traducido por Baneste, del libro electrónico Weird Beliefs, del autor Barry Wilson).

Mientras Unos se Jodían, Otros se Divertían

(Vivencias de campamento en la guerrilla).

Por Fidel A. Romero


En la semana de ausencia aparentemente nada había pasado; sin embargo, flotaba algo muy sutil en el ambiente que no había forma de precisar; todo parecía más calmado que cuando me fui, como que había algún pequeño desgano en la forma de interactuar en la estructura. Morena se acerca para pedir una reunión partidaria en donde estuviéramos solo 4 del colectivo. Ella dijo:

—Vieras como nos has hecho falta Motillo. Antes de entrar en calor con el plan que seguro tendrá ajustes, me gustaría tengamos una reunión de revisión del funcionamiento nuestro. Esto lo considero necesario para disminuir efectos de moral en las estructuras internas.
—¿A qué te refieres Morena? Has logrado mi intrigante curiosidad de que algo inadecuado estemos haciendo en el colectivo. ¡Habla más claro!
—Aprovechando que nos reuniremos mañana todos podemos adelantar una parte diciéndole a Remigio que llegue, está a 15 minutos de aquí. Es necesario veamos algo que ha pasado o está pasando que nos puede afectar.
La forma que se expresaba Morena era de tomarla muy en cuenta; aquella mujer toda disposición se notaba como golpeada, cansada y preocupada por efectos morales que podrían darse en la estructura y afectar el desempeño de las tareas y planes a desarrollar. Remigio fue convocado urgente para iniciar y atender la petición de Morena. Estando presente los 4 de mayor responsabilidad en aquel colectivo, inicio diciendo:
—A petición de Morena iniciamos hoy la reunión del colectivo reducido a nosotros 4, mañana se integrará el resto para ver los ajustes al plan. Según Morena, debemos discutir los efectos en la estructura de nuestro funcionamiento inapropiado. Es mejor que Morena lo explique porque yo estoy en ascuas, no sé de qué se trata; acepté por respeto a la compañera que lo dijo muy formalmente y porque ha mencionado efectos morales que pudieran afectar nuestro desempeño en su conjunto.—  Todos se pusieron serios y reflexivos. Alfredo carraspeaba su garganta como si algo molesto le estorbaba, Remigio les veía con atención, y La Mota hizo una sonrisa que más parecía una mueca antes de hablar:
—En los 9 meses que tenemos de trabajar juntos, Fidel, nunca imaginé que haríamos una reunión de este tipo; el funcionamiento ha sido bastante eficaz, lo tenemos a la vista con el resultado del trabajo. A todos nos alegró la llegada de Alfredo y Oliverio, por lo que significa en la consolidación del trabajo de crecimiento miliciano; el problema es que Alfredo está haciendo cosas que “ameritan que el partido intervenga y ponga orden”. Todos tenemos sentimientos y emociones, tenemos derecho a tener ilusiones de pareja; aquí había un equilibrio en las relaciones de parejas, ¡pero ahora hay un soberano deschongue!
Al pronunciar aquellas palabras, dichas con fuerza y convicción, La Mota se agacha para ocultar que sus ojos estaban a punto de derramar lágrimas. Sus palabras habían sido pronunciadas con mucho sentimiento, como si las viviera y encarnara. Se hizo un silencio reflexivo que fue roto al decirles:
—No tengo experiencias en este tipo de reuniones un tanto sentimentales de parejas; no entiendo cuando dices que el partido debe intervenir y poner orden. Interpreto que hay un desorden en el funcionamiento colectivo que a mí compete arreglar. ¿Es eso lo que quieres decir, Morena? ¿Y cuál es el desorden existente?
—Quiero aclarar que no es acusación personal en contra de Alfredo, es solo preocupación que tengo por las repercusiones en el resto. Digo el resto porque están involucrados cipotes como Hermelindo, Amadeo, Paula, los brigadistas y nosotros como miembros del colectivo. Nosotros 6, que estamos involucrados, tenemos responsabilidades y colectivos con los cuales hacemos nuestro trabajo; todos observan lo que pasa y la gente hace sus propias conclusiones, y no solo eso, sino que también se crean subjetivismos que hacen sufrir a personas como Hermelindo para mencionar un caso.
La Mota hace una pausa, todos la escuchamos con atención. Alfredo mantenía una mirada difusa esperando el rumbo que podría tomar aquella discusión de “funcionamiento” como lo había dicho Morena al solicitar la reunión. Hasta donde iba aquella reunión iniciada me hacía recordar el drama pasional que originaba y era comentado como un ‘secreto a voces’ en la estructura de la comandancia por largos años, en donde estaban involucrados miembros del núcleo de CP (Comisión Política), a tal grado que un día Mauricio y Rudy me comentaron con lujo de detalles las intrigas, borrascas y pasiones compartidas en aquella estructura, diciéndome a carcajadas:
—¿Has oído hablar de las novelas de Corín Tellado ?
—Pues realmente la única que he escuchado es la novela de Chucho El Roto, que la recuerdo de cuando era niño.
—Pues Corín Tellado es la más famosa novelista que escribe sobre las pasiones del ser humano, y lo que aquí sucede en estas estructuras cerradas son un material valioso que al caer en manos de un escritor, te aseguro que superaría en lectores a esa escritora; sería un ‘best seller’ esa obra, ganaría audiencia record. Podrías imaginarte un titular como este: “Amores Prohibidos Consumados y Secretos de la Estructura Interna del ERP en Guerra Civil”; saldrían untados muchos comanches y algunos de nosotros. A tal grado que la misma Mariana, la jefa de inteligencia, ha tenido que mover sus tentáculos para facilitar la salida airosa a esos problemitas para que no afecten el desempeño de la estructura.
Velozmente habían cruzado por mi mente esos comentarios y la recién conversación tenida con Tita sobre las relaciones de pareja en guerra civil, en como la relación de la pareja era afectada al estar en la misma estructura y su repercusión directa en la ejecución de las tareas y sus resultados, dando como consecuencia la devaluación de la solvencia moral del jefe o los jefes. Hasta cierto punto Morena estaba tocando lo medular del problema; la diferencia era que las condiciones de nuestra zona y estructura eran totalmente diferentes a las del norte de Morazán, donde podían darse ese “Lujo” destructivo que servía de relajamiento para la salud mental de Mauricio, Rudy y toda la mara de esa estructura, quienes se carcajeaban al contar esos episodios.
Volviendo al punto traído por La Mota y tratando de clarificarnos más sobre el mismo, intervengo para agilizarlo:
—Me gustaría que se clarificara más el punto, Morena, para poder iniciar las opiniones de todos.
—¡Que quede claro! Lo repito, mi preocupación son las repercusiones en esta estructura y el trabajo. Apartando que tuve una aventura con Alfredo hace algunas semanas, soy una persona madura que tomo mis decisiones sin arrepentirme de ello; Alfredo ha iniciado relaciones con Paula y la brigadista. Estas compas están acompañadas con Amadeo la una, y Hermelindo la otra. He visto como sufre Hermelindo que es un cipote inexperto y no sé cómo lo va a tomar Amadeo cuando se entere. El resto de miembros de la estructura anda comentando que no debe ser así, de quitar la compañera en esa forma porque es un irrespeto a la dignidad de todos.
—¡Veo claro, Morena! Hay un derroche de emociones que está regándose en las estructuras reducidas del Cacahuatique, que pudiera repercutir en el desempeño y resultados de las tareas de cada quien. No quiero opinar todavía sin antes escuchar la opinión de Remigio y luego la de Alfredo. Creo ahora estoy claro de tu preocupación.
Remigio por aludido levanta la mano para empezar a hablar casi en forma secreta:
—Algo había oído sobre esto y creo que La Mota tiene razón en su planteamiento. Entiendo que no son celos lo que ella siente sino que solidariamente se pone en los zapatos de Hermelindo y Amadeo. Su iniciativa es para llamar la atención a Alfredo, a quien debe ponérsele un paro a sus andanzas de dar “golpes de mano a posiciones ya ocupadas por compañeros”, más aún si estos son cipotes sin mayor experiencia. Sólo quisiera terminar preguntándole a Alfredo: ¿Le gustaría a usted Alfredo que teniendo su compañera definida, como las tenían Hermelindo y Amadeo en esta estructura, venga alguien y en pocos meses se acueste no sólo con su compañera sentimental sino con tres más? Yo pienso que eso es ir demasiado lejos, no es necesidad humana normal sino que abusar de los compañeros y abusar también de ellas. Si ellas no se respetan, pues usted sí debe respetarlas por la responsabilidad que tiene y por los principios y derechos que defendemos en esta guerra.
Alfredo ve hacia todos lados, agacha su cabeza, recoge basuras y palitos del suelo simulando hacer rayitas en el mismo, da signos evidentes que las opiniones del colectivo han hecho su efecto en él, carraspea su garganta para luego decir:
—¡Todo es cierto! Sólo espero que el partido tome alguna decisión salomónica para corregir. Es cierto lo dicho por Morena, son desviaciones no corregidas que nunca me las han tratado. Uno nunca sabe hasta dónde puede llegar con sus acciones.
Las opiniones dadas habían facilitado la síntesis final que me correspondía hacer para salir de aquella reunión de la cual no tenía experiencia de cómo conducir. Mi instinto como siempre era ayudado para apoyarme en las opiniones del colectivo para solventar. En resumen dije lo siguiente:
—Dadas las condiciones inestables e inseguridad que todos vivimos, no es fácil entender lo que está pasando en esta estructura. Lo que las 6 personas de esta estructura han protagonizado, parecen cuentos de novelas escritos por la imaginación de escritores trasnochados. Lo que aquí estamos discutiendo es un trabajo diferente al acostumbrado, y todos debemos sacar la enseñanza de esta experiencia que considero ya pasada. Pasada porque debe ser cortada por lo sano si es que queremos seguir avanzando en el trabajo que voluntariamente hemos asumido desde nuestra integración. No voy a repetir lo dicho por ustedes, cada quien ha dado su aporte. Con buen criterio Morena promovió esta reunión, dando con ello una muestra de fidelidad y amor al proceso, y no sólo tratando en forma madura las pasiones que aquí se han desencadenado, sino asimilando sus propias emociones. Muy positivo también lo dicho por Remigio a Alfredo, presionándolo a la reflexión de ponerse en los zapatos de los muchachos inexpertos en esto de las relaciones sentimentales de pareja. ¡Alfredo acepta todo! Hasta las medidas que puedan tomarse para cortar sus andanzas pasionales con las compañeras de la estructura.
…Me gustaría recordar el propósito nuestro cuando decidimos entrar como profesionales en el proceso revolucionario. Dejamos todo lo que teníamos, material y no material, para poner nuestra piel de precio por alcanzar un cambio social positivo. Ninguno de nosotros ha sacado cursos de pureza o estudiado para ser santificado por el Vaticano, todos somos humanos y cada uno ha cometido sus propias sinvergüenzadas, como lo dijo Monseñor Romero. El gran problema empieza cuando esas sinvergüenzadas afectan a otras personas y el trabajo asignado en el proceso. Sería ideal que todos los acampados tuviéramos la madurez y experiencia mostrada por Remigio y Morena en esta reunión. La realidad es otra, estamos ante diferentes niveles de conciencia, diferentes niveles de sinvergüenzadas, diferentes niveles de interpretaciones y resultados en el trabajo individual.
…Es hasta cierto punto fácil decir “todo es cierto y acepto las decisiones salomónicas que el partido decida”, Alfredo; el gran problema es: ¿Estarás tú dispuesto a cumplir esas resoluciones contra viento y marea? ¿O estarás dispuesto a no provocar o permitir provocaciones para el respeto de: la mujer, la responsabilidad y el respeto a ti mismo como persona? Si tu respuesta es sí a estas preguntas, entonces continúo con las medidas, de lo contrario estamos hasta cierto punto desperdiciando miserablemente nuestro tiempo.
—¡Ya dije que todo es cierto y estoy dispuesto a cumplir lo que aquí se decida para corregir mi problema!
La respuesta era categórica, su voz parecía más ronca que lo normal, su rostro estaba enrojecido por el efecto de los comentarios. Había que cerrar aquel punto estableciendo algunas medidas a seguir para minimizar costos:
—¡Es lo que esperaba de ti Alfredo! Tu compromiso y esfuerzo en corregir para beneficio de todos. Partiendo que lo hecho no tiene regreso y que las emociones han sido derrochadas; sin embargo, con todo lo dicho y compromisos que tenemos se me ocurren lo siguiente:
a) —Tomando en cuenta la opinión y voluntad de las tres compañeras involucradas, que Alfredo defina su relación sentimental con sólo una, que la cultive guardando el respeto mutuo merecido como ser humano.
b) —Hacer una autocrítica ante la estructura para mostrar lo que no debe hacerse. Esta autocrítica la haría Alfredo en asamblea interna.
c) —Hablar con los dos compañeros afectados directamente por la acción de Alfredo y por haber cruzado la línea de respeto y funcionamiento de la estructura. Me gustaría escuchar agregados o sugerencia a estos tres puntos que deben ser implementados.
Morena dijo de inmediato:
—Yo de inmediato decido ¡no a continuar con Alfredo! Que él se defina con las otras dos compañeras. Estoy de acuerdo con todo y que el punto C lo trate Fidel directamente con ellos.
Así terminó aquella nueva experiencia de discusión colectiva: Alfredo definió su relación con Paula; la asamblea de la estructura fue realizada la mañana siguiente antes de iniciar la reunión del colectivo y después de haber tratado el asunto con los dos compañeros afectados. Fue notado el profesionalismo con que Amadeo tomó aquel incidente. Ellos nunca fueron amigos, pero la relación de trabajo fue desempeñada olvidando las emociones y rencores producidos por aquel hecho. Hermelindo, quien era más joven, se notó reflexivo y preocupado por sus tareas, pero no puedo afirmar si asimiló la experiencia en la misma forma que Amadeo ya que en pocas semanas, haciendo su trabajo de entregar un embutido al brigadista Arandú, tuvieron un enfrentamiento imprevisto con los soldados quedando herido, murió tres días después.
El colectivo terminó su reunión el mismo día de la asamblea en la cual Alfredo hizo su autocrítica.

NOTA: A Morena también la llamaban La Mota. Alfredo era el responsable de la estructura militar del Cerro Cacahuatique. Los hechos aquí reseñados se habían producido durante una ausencia del responsable de la zona, Fidel “Zarco”, quien había estado en el norte de Morazán en reuniones.

Gluck, El Inimitable (Cuento Corto)

Por Eduardo Zamacois


—Desengáñate, pobre Gluck, yo no puedo deslumbrarme con las hiperbólicas ofertas de un hombre vulgar… La mujer que, como yo, levanta nueve arrobas con los dientes, no se apasiona por ningún calzafraque sin corazón. El dueño y señor de mi albedrío será más fuerte que yo, más valiente que yo.

—¡Adriana!—murmuró el payaso ruborizándose.

—No me supliques… tus súplicas me exasperan rebajándote a mis ojos, porque toda súplica reboza una debilidad. De los tres menguados que más decididos parecéis a molestarme con vuestras serenatas de amor, no quiero a ninguno. Nemo, el domador de leones, es valiente, pero tiene menos fuerza que yo y su apocamiento me disgusta… Parece un niño atrevido a quien podemos vapulear á telón alzado, si nos molesta. Los brazos de Alsini, el rey del trapecio, reconozco que son más vigorosos que los míos, pero Alsini es una bestia de carga, sumisa y cobarde. Le desprecio… En cuanto a ti, que pasaste la vida diciendo chistes, y que no tienes la fuerza del uno, ni diste muestras de atesorar la bravura del otro… A ti, mi pobre Gluck no quiero juzgarte… Adiós.

Así habló Adriana Carmezza, la orgullosa italiana que recibía sobre las espaldas una bala de cañón de treinta kilos arrojada desde una gran altura, y levantaba nueve arrobas entre sus dientecillos de osezno, pequeñines y blancos. Y Gluck, el Inimitable, permaneció de pie, los brazos cruzados sobre su robusto pechazo de atleta y los ojos muy abiertos, para no llorar.

Hasta los cuartos de los artistas llegaban los murmullos amenazadores del público que iba invadiendo las galerías: aquella noche Adriana Carmezza celebraba su beneficio y, como en obsequio a la beneficiada la empresa organizó un programa magnífico, la concurrencia era enorme. Cuando resonaron los primeros acordes de la orquesta, los artistas refluyeron hasta el callejón que conducía a la pista: la representación iba a empezar…

El único que, abstraído en sus imaginaciones, permanecía ajeno a todo aquel movimiento, era el payaso Gluck; Gluck el Inimitable… Estaba disfrazado de salvaje, la cabeza adornada por un vistoso penacho de plumas, las caderas ceñidas con un faldellín salpicado de relucientes lentejuelas, y las piernas y los brazos embadurnados de negro y adornados con sendos anillos de oro… Inmóvil, fuerte y mudo, como un picacho basáltico.

Casi todos los artistas que por allí pasaban, maravillados de su actitud, le dirigían alguna burleta o le daban en el hombro un amistoso golpecito.

—¿En qué piensas, Gluck?… Gluck, ¿qué tienes?

Y Gluck, el Inimitable, les miraba sin responder. Luego, cuando vio pasar al atlético Alsini balanceándose sobre sus membrudas piernas de jayán, y a Nemo, aquel héroe que había puesto el pie sobre el lomo de tantos leones amansados, el payaso sintió que los celos le mordían el corazón y que sus mejillas echaban fuego. Después pasó Adriana.

—Adiós, Gluck—dijo.

En aquel momento el público aplaudía un ejercicio y todos los acróbatas se agolparon en un extremo del corredor, junto a la pista. Gluck y Adriana se hallaban en la sombra, tras unos bastidores. Ella vestía de negro: sobre el escote del corpiño se insinuaba el seno opulento y de marmóreas dureza y blancura; el cuello era grueso, el rostro expresivo, con una belleza varonil de amazona espartana; los ojos alegres y dominadores. El payaso se acercó a ella y cogiéndola fuertemente por una muñeca, la atrajo hacia sí.

—Adriana—repitió,—Adriana… ¡quiéreme!…

Lo dijo de golpe, sin preámbulos, con ese laconismo brutal de las pasiones supremas; laconismo que daba severidad y valimiento a su sencillo disfraz de salvaje. Ella sonrió desdeñosa.

—¿Otra vez?

—¡Cómo no… si eres mi vida, si cuando te alejas de mí parece que me arrancan el alma!… ¡Adriana, dame una esperanza y no consigas con esos desvíos que sea célebre esta noche de tu beneficio!… ¡Adriana, que me pierdes!…

Ella, irritada por la orden que envolvía aquella súplica, le rechazó vigorosamente.

—¡No!—dijo.

El payaso exhaló un grito agónico y llevóse ambas manos a la cabeza con ademán de trágica desesperación; pero Adriana, furiosa, no satisfecha con desesperanzarle, le insultaba.

—¡No me satisfaces!… Eres cobarde, eres débil. Los fuertes no mendigan lo que pueden obtener por sus puños, y tú suplicas… ¿Lo comprendes ahora? Me repugnas; me repugnas y te odio. Vete, vete, que no me sirves…

Sus palabras caían como mazos de batán sobre la cabeza de Gluck, que gemía sordamente. Después, cuando ya le juzgó bastante castigado y maltrecho, dio media vuelta y se alejó titubeando aquellas caderas amplias y firmes que parecían destinadas a engendrar una raza superior; Gluck, el Inimitable, quedó apoyado contra la pared, la cabeza sobre el pecho y flaqueándole las piernas, en la actitud de un salvaje herido.

Momentos después, cuando Adriana Carmezza salía a la pista pagando con sonrisas amables los aplausos del público, Nemo y Alsini reaparecieron, trayendo cada uno de ellos un gran ramo de flores. Al verles, volvió a resonar en los oídos de Gluck el apóstrofe de Adriana: «Vete, que no me sirves…» y, enloquecido, les cerró el paso.

—¿Para quién son esas flores?—exclamó con voz que el coraje tremolaba siniestramente:

—Para Adriana—repuso Nemo sin inmutarse.

Los tres hombres se miraron sañudamente: todos se odiaban desde que el Destino permitió que una misma mujer sirviese de norte a sus deseos, y en aquel momento casi se holgaron de tener un pretexto a qué asirse para dar vado a su antiguo rencor. Estaban en un carrejo obscuro abierto entre dos bastidores altos….

—A esa mujer—dijo Gluck,—nadie la obsequia más que yo.

—Quita, payaso—contestó Nemo subrayando la frase con dañina intención.

Pero Gluck, el Inimitable, se precipitó sobre él y arrebatándole el ramo de flores lo arrojó al suelo, despedazado.

—¡¡Al que dé un paso—gritó,—le parto el alma!!

Ni Nemo, el domador de leones, ni Alsini, podían luchar con Gluck, porque al primero le faltaba la fuerza y al segundo el valor; mas en aquel momento la furiosa acometividad del payaso les indujo a unirse en formidable alianza.

—Retírate, bruto—dijo Nemo.

—¡Atrás!—agregó Alsini á quien vigorizaba el esfuerzo temerario del domador.

Pero Gluck, fuera de sí, arremetióles sin contestar; su primer golpe fue para Nemo, el segundo para Alsini; dos puñetazos de titán celoso que resonaron con un sordo crujido de huesos. Entonces comenzó una lucha terrible: Nemo había caído al suelo, pero levantóse enseguida y arremetió al payaso; éste ladeó el cuerpo hurtando un golpe de su rival, contestó con otro y Nemo volvió a caer… Mientras, Alsini descargaba sobre la cabeza de Gluck su brazo de hierro. Era una lucha de colosos; la lucha formidable por la posesión de la hembra, de que habló Darwin.

Y entretanto, sofocando el seco estallido de aquellos golpes furibundos, llegaban hasta los combatientes, como ráfagas huracanadas de entusiasmo, los aplausos con que el público premiaba los ejercicios de Adriana Carmezza.

En momentos tales, Gluck el Inimitable, se revolvía con la agilidad y el denuedo del jabalí que hace frente a la jauría. Unas veces se agachaba prestamente para coger a su enemigo por la cintura y voltearle; o se recrecía para herir desde arriba, o brincaba para evitar un golpe, mientras su brazo, aquel brazo vengativo, negro y musculoso como el de un cíclope, giraba infatigable, machacando cráneos. Enardecido hasta el paroxismo por el furor de la pelea, Gluck el Inimitable valía por ciento: según los casos, ciaba, se cubría, se retrepaba, defendiéndose o atacando, pero siempre incansable y terco, magullando a sus enemigos con recios golpes, y exasperándoles y aturdiéndoles con denuestos. Cada puñada, era un tiro; cada insulto, un salivazo.

De pronto Alsini y Nemo coincidieron en sus ataques y Gluck vaciló: por la nariz y por los oídos derramaba borbotones de sangre. En aquel momento Alsini cogió un martillo; Nemo un puñal; Gluck un formón.

Entonces la lucha fue breve: al primer choque Alsini rodó por tierra, moribundo, y Nemo y Gluck quedaron solos, retándose con la mirada:

—¡Sobra uno de los dos!—murmuraba el payaso;—¡uno, uno!…

—¡Tú!—repuso Nemo.

Y se acometieron: Gluck paró la cuchillada de su rival con el brazo; Nemo la paró con el corazón, y cayó muerto.

Horrorizado de sí mismo, Gluck el Inimitable, echó a correr; iba con los ojos fuera de las órbitas, anhelante de fatiga, chorreando sangre, y aquellos hilillos rojizos se coagulaban formando sobre su pecho y sus hombros desnudos, extraños arabescos. Al llegar al corredor, todos los artistas que por allí andaban retrocedieron espantados, mientras Gluck les miraba estúpidamente, buscando un rostro que no hallaba. En aquel momento reapareció Adriana, que volvía de la pista sonriente y cargada de flores: Gluck, al verla, corrió hacia ella lanzando un grito de macho vencedor. Adriana palideció hasta la lividez, y bajo la acróbata viril que levantaba nueve arrobas con los dientes, reapareció la hembra, dulce y tímida.

—¡Sólo mía!…—exclamo Gluck;—¡más valiente que Nemo, más fuerte que Alsini!…

Y repitió varias veces:

—¡Sólo mía!…

Después, sujetando a Adriana fuertemente por las muñecas, murmuró con ese acento de rencorosa satisfacción del hombre que puede vengarse devolviendo ojo por ojo.

—Ahora, dime; ¿sirvo?…

(Tomado de De Carne y Hueso; Cuentos).

NOTA: En esta reproducción se ha mantenido la ortografía del original.

El Hospital improvisado del Pinalito

(Esta es la continuación al relato de la batalla de San Isidro de la BRAZ con el batallón Belloso).

El Hospital improvisado del Pinalito. La frustración de José Luis.

Por Fidel Ángel Romero

No recuerdo bien el tiempo que tardamos para llegar a Villa El Rosario, tampoco recuerdo cómo fuimos desplazados, pero sí recuerdo que la noche era clara y que un vehículo nos dejó en el panalito del desvío del Mozote. Llegamos a una casa con un amplio corredor en donde habían bastantes combatientes, quienes se alegraron al vernos llegar; salió alguien conocido desde hacía algunos meses en el campamento La Cruz de Jucuarán; era el médico de origen Chileno de seudónimo José Luis, quien fungía como el médico oficial de las columnas en campañas. Era un hospital improvisado para atender a los heridos como un segundo nivel antes de llegar al hospital compartimentado de tercer nivel que contaba con más recursos humanos y materiales. El joven médico, graduado y educado en Cuba, de donde había llegado a finales de septiembre del año anterior, era una persona muy amigable, risueña y muy dedicada a su labor; delgado y alto. Con una sonrisa, mientras hablaba, me dice:

–¡Qué bueno que llegaste, Fidel! Estoy metido en un berenjenal que no sé por dónde empezar con esta cantidad de heridos sin tener los recursos necesitados. Tengo a 4 hidratándose y nada por boca, deben ser operados, necesitaremos sangre…, y para más joder, nadie quiere donar sangre, todos me ven como un tipo raro.

–Primero que todo José Luis, mi misión termina dejando a Bracamonte en tus manos, tiene destrucción de buena parte de la muñeca con destrozo de los vasos sanguíneos, con hilo de papalote han sido ligadas parando el sangramiento. En cuanto a lo demás…, te diré que entiendo tu preocupación o congoja, y aunque estoy súper agotado…, después de calmar mi duodeno, si puedo hacer algo para ayudar solo me lo dices.

Bracamonte es llevado al interior de aquel local que estaba alumbrado por candiles de gas, en donde había una cocina improvisada que repartía alimentos a los que llegaban. La mayoría eran quienes habían evacuado los heridos del área de combate. También estaban los de áreas de servicio quienes se sumaban a la atención de los que llegaban. Cada quien en lo suyo según la tarea que tenían. Mientras José Luis sonríe y hace una expresión de planificador del trabajo, yo observo rápidamente el entorno, todos se ven atentos a nuestras palabras, no hay quejidos ni lamentos de los heridos, la cocina improvisada tiene fogones ocupados preparando alimentos o esterilizando material. Era evidente que todo giraba alrededor de atender a los heridos y los cansados compas que les acompañaban. Continúo dirigiendo una pregunta a mi interlocutor: –¿Cuántos heridos hay…, y cuáles son los recursos que tienes para atenderlos?

–Hay 23 heridos y con Bracamonte serian 24, y contigo ya somos dos médicos para trabajar toda la noche sin descansar y sin terminar la tarea que está gritando ser sacada. No hay suficiente material adecuado para atender como Dios manda; sin embargo, lo que ustedes mandaron de San Isidro nos ha caído de perlas; creo que alcanzará para resolver mientras se trasladan a un lugar mejor equipado. Los sueros son suficientes con las curaciones y suturas; hay que hacer 4 laparotomías exploradoras y curar todos los heridos, la mayoría tienen las heridas en los miembros. Sólo hay dos brigadistas, unas bolsas vacías con anticoagulantes para colectar sangre pero nadie quiere donar. Todos tienen temor de hacerlo y no me responden. Lo peor es que el tiempo pasa y el trabajo no avanza.

–Pienso que hay suficientes recursos en nuestras manos para evitar muertos. Aunque ya no pertenezco a las Brigadas Médicas, yo me sumo al trabajo que haya que hacer. Como siempre nosotros trabajamos por demanda y no con horarios, debemos ordenarnos y priorizar. Trine que se integre de inmediato al trabajo, si tienes químicos hay que tipiar sangre a todos los presentes, quienes quedarían como banco de sangre en reserva; yo me incorporo a ayudarte a operar lo más urgente.

–Ya intenté sacar voluntarios para lo de la sangre, pero nadie se apunta.

El momento era apremiante y el horno no estaba para bollos. Escuchando la vacilación y duda en aquel médico que era todo voluntad pero que no encontraba eco en los presentes, me dirijo a todos los que estaban en el corredor que eran más de 15 personas, procurando que escucharan también hasta los que estaban adentro de aquella casa. En resumen, más o menos les dije lo siguiente:

“Escuchen compañeros y compañeras. Algunos de ustedes vienen llegando y también están agotados, pero no han perdido sangre y ya han comido y bebido con lo cual han recuperado algo de energías. Tenemos una gran tarea a realizar entre todos los presentes para consolidar la victoria de este día. La verguiada a la compañía Recóndor del BIRI Belloso no será suficiente victoria si se nos mueren los heridos de ese combate. Han sido suficientes los 4 muertos tenidos en ese prolongado enfrentamiento. Nosotros estamos aquí para consolidar esa victoria al evitar que se nos mueran los heridos. Nadie se morirá por falta de sangre o por falta de esfuerzo nuestro; todos haremos lo necesario a nuestro alcance. José Luis chequeará la sangre de todos ustedes y la de los heridos en este momento, todos están bajo la orden nuestra. La sangre necesitada la sacaremos de aquí mismo, y el que done sangre quedará con dos semanas de reposo y con una alimentación mejorada. Y ahora menos palabras y más acción, todos en una fila a pasar por un pinchón en su dedo para que su sangre sea tipiada. También necesitamos a 8 personas con sus lámparas para alumbrar durante toda la noche a quienes trabajen en curar heridas. Necesitamos a algún administrativo que traiga baterías suficientes para empezar, mientras en la cocina terminan de preparar los materiales y algo de comer para quitar el hambre y sueño de todos.”

José Luis no podía ocultar su alegría; sin reírse comentó entre nosotros:

–¡Ahora sí que la hicimos Fidel! Resuelto el problema. La gente necesitaba a alguien como tú para entrar a la acción, las órdenes no se discuten sólo se cumplen. Mientras tú comes algo y tomas café para que no te duermas, yo tipeo la sangre de todos. No creo que me lleve una hora, justo a tiempo para empezar con la primera operación.

Por mi mente pasó aceleradamente el trabajo hecho en la Brigada Médica en 1980, donde se había creado una base de datos del tipo de sangre de todos los acampados. Esos archivos deberían estar enterrados donde nadie los ocupaba…, de todas formas, con la movilidad y realidad de la guerra…, no había forma de conservar continuidad en las estructuras.

”… Se tornó aparte de formal, bastante interesante la reunión tratándose primero el punto que les ocupaba a ellos que era de “crítica y autocrítica”, informes de trabajo, informantes del enemigo y trabajo a desarrollar en la zona. Este último era donde plantearía mi punto, desarrollaría un chequeo médico, vacunación, curso de brigadista y el tipeo de sangre para tener la información y un banco de sangre. Aprovechaba la consulta para tipiar la sangre de todos los futuros combatientes, parte de mi equipo en la mochila incluía los químicos de un banco de sangre, mínimo material quirúrgico, torundas, un par de guantes estériles, hilos de sutura , sueros, un cuaderno en donde la lista crecía en cada campamento, etc.”

Cada quien siguió el trabajo que se le había indicado. Después de una hora estábamos con energías renovadas, con el banco de sangre listo, con dos compañeros acostados llenando las respectivas bolsas de sangre sobre una puerta de madera como improvisada mesa de operaciones. A la media noche llegó Hernán para enterarse de cómo estaban los heridos y darnos un resumen de los combates de ese día:

–La victoria ha sido grande contra una agrupación del Batallón de Infantería de Reacción Inmediata (BIRI Belloso). Su unidad Recóndor fue aniquilada y desarticulada una compañía de la agrupación; 66 muertos quedaron regados por los cimientos de piedra, hubo evacuación de heridos en un pickup al medio día hacia San Simón; se desconoce los heridos de ellos, y hay un prisionero. Además tenemos bastantes pertrechos de guerra, radios, ametralladoras, visores nocturnos, uniformes y mucho más. Se acabó el mito de los batallones especiales. La victoria no estaba planeada de esa forma, lo bueno es que toda nuestra fuerza ha ganado confianza y seguridad en la maniobra y aniquilamiento. Algo que sucedió es que un oficial simuló rendirse para luego soltar una granada hiriendo mortalmente a dos compas. También cayeron Romeo y su radista Guillermo…

Hubo también informe del estado de los heridos para trasladarlos a la columna de Bracamonte, quien estaba momentáneamente bajo las órdenes de Hernán, mientras se decidiera otra cosa con ellos. Con José Luis y resto del personal continuamos trabajando toda aquella noche hasta sacar el trabajo que nos habíamos planteado, ya que había que desocupar el lugar temprano por la mañana para evitar ser blanco de un bombardeo, ya fuera aéreo o terrestre desde Osicala, con sus obuses 105mms. De esa forma, aquel hospital fue desmontado, y yo seguí mi camino para unirme al batallón que transitoriamente jefeaba Hernán.

Los compas no se cansaban de contar anécdotas personales de aquella batalla. No sé si todo era cierto pero con el tiempo se volvió leyenda de cómo la escuela de Morazán había despichado a la escuela de Fort Bragg de EEUU. Los dos días siguientes fueron aprovechados con las unidades para hacer evaluación detallada de aquel día donde había una situación que resolver. Algunos pertrechos habían sido tomados sin esperar ser repartidos. Todos querían mostrar el trofeo ganado en aquel escenario. Un compromiso fue sacado a los combatientes consistente en que tuvieran en depósito las prendas, ya que el colectivo de LA BRAZ se reuniría para hacer balance y decidir cómo se repartiría el botín, al cual tenían derecho todos los que habían participado y no sólo los que habían estado en el asalto y aniquilamiento. Por tener bastante comunicación con la sección de Jaime, todos entendieron lo razonable del planteamiento.

Ya en la reunión con Federico y Filomena en el campamento del Trapiche del Cerro Colorado, hubo más información sobre la mencionada batalla. La misión del Batallón Belloso era ubicar la concentración de fuerzas de la BRAZ para abortarle sus planes militares como los que estaban en desarrollo, atacándoles y desarticulando la fuerza para dilatar o ganar tiempo en sus planes propios, que contemplaban acciones civiles combinadas con lo militar. Hubo señalamientos respecto al riesgo que corrió Bracamonte al decidir asaltar él mismo los cimientos donde se atrincheraban los soldados. Yo fui señalado también por estar directo en la línea de fuego, lo cual debía evitar, y a lo cual argumenté: La estructura política está ganándose el espacio y solvencia ante las jefaturas militares y combatientes en general. Para el caso nuestro, he sido asignado a ese batallón para sus dos momentos, lo que sucedió hace tres días ha sido una gran experiencia para todos. Ahora, mandos y combatientes saben que todos combatimos cuando es necesario. Bracamonte tardará en recuperar esa mano, pero siempre se le recordará como al jefe que, con sus unidades de la columna 3 de la BRAZ, realizó dos aniquilamientos el mismo día con pocas horas de diferencia: aniquilando con su fuerza a los paramilitares de San Isidro y a la unidad recóndor del Belloso. Por supuesto que esta ha sido una victoria de todos porque participaron unidades de otras columnas, incluyendo una milicia quienes actuaron en contenciones y cooperación; pero la maniobra cerco y aniquilamiento fue realizada por la columna de Bracamonte. Todas las personas que integramos la Brigada estamos comprometidos a mantener y subir ese estándar logrado en San Isidro.

Estas acciones fueron el bautismo o el estreno del nombre de aquel instrumento juramentado en los llanos de Agua Blanca una tarde del 23 de Marzo de 1983. Además, fueron el referente en las sucesivas batallas de gran envergadura que se libraron. Estas fueron más de 14 en todo el oriente del país, con la variante que cada vez los retos a vencer eran mayores así como la cantidad de bajas. Todos sus miembros respondían a la hora necesitada para definir el cerco y aniquilamiento sin distinguir mandos y combatientes.

Después de haber estado en el hospital sin recuperar su mano por falta de una operación especializada, Bracamonte fue sacado hacia el exterior para que se la practicaran. Estuvo varios años fuera en donde se tecnificó como franco tirador. Cuando él regresaba nuevamente a Morazán, la BRAZ había sido desmontada y convertida en unidades menores llamadas unidades guerrilleras. Bracamonte, con dificultades para entender el nuevo momento táctico militar, desempeño su trabajo especializado con su fusil Dragonov con mira telescópica y su equipo de apoyo.

Por mi parte, continúe acompañando misiones de la BRAZ, pero nunca regresé a aquel batallón porque nunca fue completado nuevamente, más bien fue ocupado como fuerza para rellenar bajas de otras columnas después de cada batalla, como ocurrió con el aniquilamiento de la Recóndor del Belloso. Mis movimientos en el futuro siempre fueron con el jefe militar del batallón o con el jefe de la operación en ejecución.

Fueron varios batallones los que participaron en la misión siguiente que fue una amplia maniobra abarcando una extensa zona con varios pueblos, una ciudad importante, y la aduana fronteriza más la voladura de varios puentes con la toma y control de carreteras.., etc. Esto incluyó: puentes a la salida de Jocoro para cortar el paso de la ruta militar; toma y control de la ciudad de Santa Rosa de Lima con recuperación económica al banco de la ciudad; emboscada de aniquilamiento en la Panamericana entre Pasaquina y La Unión; toma del puesto fronterizo de El Amatillo y la voladura del puente Goascorán que divide a EL Salvador y Honduras.

En toda esta maniobra también hubo regular cantidad de bajas propias incluyendo combatientes y mandos, de los cuales no hay registros, sólo alguna memoria de los participantes que aún viven. Recuerdo a dos mandos que participaron en esa maniobra: William Negro, mando de sección quien salió gravemente herido; además resultó muerto el segundo mando del batallón que tomó Santa Rosa de Lima, cuando su jefe Raúl Negro le comisionó que fuera a revisar y a garantizar abrir la bóveda que albergaba los fondos colectados por el banco de la ciudad. Adán era originario de ese lugar y conocía perfectamente la ciudad, un guardia desperdigado, escondido entre la población lo sorprendió al dispararle mortalmente. El dinero no pudo ser recuperado pero sí el cadáver del compañero y se le dio cristiana sepultura donde tenía enterrado su ombligo, Santa Rosa de Lima.

Licho y yo trabajamos bastante en operaciones; él comentaba que siempre nos tocaba lo más espeso en misiones con la fuerza concentrada, y que cada vez eran objetivos y teatros de operaciones de mayor envergadura en donde se implicaba a la mayoría de las columnas. Teatros de operaciones al norte de San Miguel, al norte de La Unión, al cerro Cacahuatique, la Torrecilla, El Pacayal, en la Panamericana y ciudades aledañas , a la tercera brigada de infantería, a los pueblos del suroriente, y Nuevo Edén de San Juan, incluyendo la demolición del otro puente sobre el río Lempa: toma y demolición del puente Cuscatlán.

Opinión de un oficial de la FAS en relación a la voladura del puente Cuscatlán:

“…Desde el punto de vista militar, el FMLN pretendía “liberar” la porción oriental del país (delimitada por el Río Lempa). De alcanzar ese objetivo, el FMLN dividiría al país en dos utilizando el obstáculo natural para la defensa de la porción liberada. Esto le permitía mayor acceso logístico desde Nicaragua, e iniciar desde ahí su guerra de expansión hasta conquistar el resto del país. El crecimiento militar del FMLN le había costado muchas bajas al ejército, por lo que éste se preocupaba por mejorar sus condiciones en cuanto a sus escasos recursos.”

La falta de equilibrio que se tenía entre las bajas en cada batalla, con el desgaste en municiones y la falta de integración suficiente de combatientes para reponer bajas y completar la plantilla de las unidades…, hizo su efecto en la estructura de la brigada, diezmando aceleradamente la cantidad de aquella masa de fuerza. Esto fue una de las razones, que por cierto poco se mencionan, que precipitaron su desmantelamiento. Sin embargo, esto era necesario también no sólo para disminuir los riesgos que implicaba el incremento masivo de medios aéreos por el ejército sino que también para desplazar unidades por todos los rumbos para consolidar la organización popular. La preocupación que me acompañó al llegar a Morazán procedente del Sur cobró fuerza. Preocupación que fue argumentada a Luisa en la hacienda Las Iguanas de Jucuarán y a Federico en el campamento del Limón:

Las victorias militares del ERP generan confianza, simpatía e integración popular a la guerra. Pero para aprovechar ese efecto moralizador civil que las victorias generan se necesita de cuadros políticos que organicen y traduzcan en niveles organizativos y de participación hasta llegar a la milicia. El ERP hace las victorias desgastándose pero no tiene los cuadros suficientes para aprovechar organizativamente esas victorias.

Sin embargo, en el oriente del país los efectos de estas victorias siempre fueron aprovechados por los cuadros de las organizaciones hermanas que sí crecieron a la sombra de las acciones de la BRAZ. Esto fue evidente cada vez más en las evaluaciones de los colectivos ya fueran militares o políticos. La dirección del partido no tuvo respuesta de cómo resolver aquella ecuación: operatividad ininterrumpida ejecutando operaciones estratégicas más bajas propias tenidas = crecimiento de milicia y fuerza móvil estratégica. Como un intento de dar respuesta a la necesidad de restitución de bajas, fue creada una escuela política para neutralizar e integrar lo más posible a soldados prisioneros de guerra.

La Batalla de San Isidro con el Batallón Especial Ramón Belloso

Los hechos aquí relatados ocurrieron el 30 de marzo de 1983.


Por Fidel Angel Romero

La vida campamentaria en fase de preparación permanente o no combate daba sus frutos. La preparación física, técnica y política ideológica del batallón Comandante Gonzalo había cubierto su fase preparativa con nota sobresaliente. El reflejo de obedecer la orden estaba formado en cada miembro; sus unidades se movían como un solo cuerpo en las formaciones; habían tenido tiempo para el esparcimiento; la importancia de cada unidad así como de cada uno de sus miembros estaba entendida y la relación con las jefaturas mejoraba cada día. Su confianza y moral estaba elevada no sólo por la cantidad de miembros, sino por la confianza en el avance arrollador que se tenía. Todos esperaban la orden para salir a misión; se sabía que diferentes equipos de las secciones y columnas salían a operaciones; exploraciones que precedían a la acción y a la fase de aplicación de lo practicado en la vida campamentaria. Habíamos asistido al acto de juramentación de la Brigada Rafael Arce Zablah, BRAZ, en los llanos de Agua Blanca, y el informe recibido de la dirección de la organización era claro: momentos de victoria y avance arrollador hacia el Sur para ampliar territorios y conquistar otras poblaciones, desgastando las fuerzas vivas del ejército enemigo para empujarlo a su colapso.
Las columnas 3 y 4 al mando de Bracamonte y Hernán respectivamente, formaban el batallón Comandante Gonzalo y en un primer momento fue nombrado Raúl Mijango como jefe inicial. Es de aclarar que las columnas y unidades en situación de preparación permanente estaban prácticamente al cuidado de los jefes militares y políticos de las unidades menores. Los jefes de columna, y a veces los de sección, se mantenían en reuniones militares y planificando, traduciendo a plan las exploraciones continúas. Las jefaturas a nivel de batallón eran cambiables; nadie era estable en un determinado batallón; todos éramos movidos de acuerdo a misiones preparadas y necesidades de la fuerza. Eleno Castro y Chicón eran como los delegados del núcleo de dirección para supervisar toda aquella planificación. Hubo una misión llamada de cooperación o despiste dada al batallón de Raúl Mijango, consistente en ocupar el pueblo de San Isidro, al sur poniente del departamento de Morazán. En ese entonces aún eran mantenidas fuerzas paramilitares del gobierno en esos pueblos. Estos paramilitares mantenían el control del casco urbano facilitando el desplazamiento del ejército enemigo por todos lados.
La fuerza necesitada no sería mucha ya que los paramilitares no eran aguerridos como los soldados de los batallones regulares o los llamados especiales. Nuestra fuerza, bajo el mando de Raúl Mijango, estaría constituida por la columna número 3 a cargo de Bracamonte más otra fuerza mesclada con milicianos al mando de Toño Negro. Esta misión sería como una entretención o amago para nuestra fuerza, mientras se daban los acabados para otras operaciones mayores hacia el rumbo oriente y ampliar territorio al norte de la Unión. Los pueblos de la ribera sur del río Torola estaban ocupados por fuerzas paramilitares, y había que limpiarlos para obligar al ejército a retomarlos y poder golpearles, y si no lo intentaban pues había espacio para expandir la organización de apoyo a diferentes niveles. Todos en las diferentes unidades estábamos claros que había una campaña ininterrumpida, y que en cualesquier momento seriamos llamados a concentrarnos, suspender permisos para luego salir a misión.
La fuerza fue desplazada para la Villa el Rosario durante el día para dormir un rato en el lugar y salir a media noche para la ejecución de la misión: desalojo de paramilitares y toma del poblado. Antes de escuchar el programa de la Radio Venceremos, fuimos informados de la parte general de la misión a cumplir, que a eso obedecía nuestro movimiento y que esta vez era algo sencillo sin mayores esfuerzos.
El jefe de columna, Bracamonte, sabía su oficio y con antelación había preparado bien su objetivo en las posiciones del pueblo mientras que Toño Negro estaría en contenciones al lado de los pueblos de San Antonio el Mosco y San Simón, sección de Ticho. Jaime con su sección, responsables del desalojo directo. El pelotón del viejo Simón era la vanguardia que tenía bien definido su objetivo. Las exploraciones hechas daban cuenta de las posiciones atrincheradas del pueblo que eran ocupadas por fuerza enemiga a determinada hora, mientras se concentraban para dormir en la casa cuartel del centro del poblado. Temprano en aquella noche clara, alumbrada por una luna brillante y redonda, una fuerza pequeña fue movida para tener control del paso del río que permitiera el movimiento rápido durante la madrugada. Hubo un acercamiento del jefe de columna hacia mí para decirme:
   –¡Mire compa Fidel! Quién iba decir que yo tengo una gran leche de que usted se mueva conmigo. Quiero decirle que yo fui de los primeros brigadistas que usted formó en este departamento en 1980. Usted desarrolló una estructura, la más avanzada de aquel entonces, que ha producido un chingo de mandos militares. Pero yo tengo todavía los conocimientos para salvar vidas, tratamiento de emergencias para sangramiento y fracturas.
   –¡Alegra escuchar eso Bracamonte! La situación ha cambiado, aquellas masas con armamento artesanal se han transformado ahora en un ejército disciplinado y con bastante especialización. Me alegra que las Brigadas Médicas hayan sido las pioneras en la producción de cuadros para otras estructuras.
   –Quiero decirle que me siento responsable de su seguridad compa Fidel. Trate de moverse siempre en mi equipo. No cualesquier columna anda un médico como reserva como la mía. Saldremos en la madrugada para definir al sólo amanecer, cuando nosotros lleguemos al centro ya no habrán balazos. Espero que las contenciones nos dejen hacer el trabajo político en ese pueblo.
San Isidro, San Simón, Gualococti, y San Antonino el Mosco son pueblos que están en la cara norte del cerro Cacahuatique pero al sur del río Torola, mientras que Villa El Rosario está al norte del mismo río. Más o menos a la misma altura en línea recta y dividida por el río están los dos pueblos: Villa El Rosario y San Simón. Según lo dicho por Bracamonte, además de ser un paso de perico aquella misión también era pan comido. Se creía que la misión era sencilla porque había sido preparada, eran paramilitares y además nuestra fuerza estaba a tope por cooperar con una operación mayor. Aquella tarde al anochecer cada quien buscó donde descansar un rato mientras llegaba la hora cero. El mando del batallón buscó un lugar seguro y retirado de la tropa donde pudiera tener buena comunicación con todas las unidades.
Tipo tres de la madrugada fui despertado por el posta diciendo que era hora de salir con el mando de columna; según decía, todos estaban ya en movimiento rumbo a sus direcciones asignadas. Nosotros éramos los últimos en salir a excepción del puesto de mando del batallón que tenía movimiento independiente cuando lo considerara necesario.
El río estaba pacho y espejeaba una luz brillante por efecto de la luna; nadie se quitó los zapatos ni la ropa; podían ser distinguidas las siluetas de la columna en aquella marcha militar, y pasamos sin detenernos por el apoyo anticipado de nuestras unidades en aquel punto crítico. Chasquidos de radios eran escuchados en la comunicación de Bracamonte y todo indicaba que estaban ya en sus respectivas posiciones. Cuando el cántico de los gallos anunciaba la madrugada y la proximidad del día, casi amaneciendo, nosotros aun subíamos la cuesta antes de San Isidro; unas explosiones y nutrida balacera fueron escuchadas, anunciando el inicio del ataque en el pueblo que era nuestro objetivo. Las explosiones eran las granadas de contacto que portaban nuestras unidades de asalto.
Aceleramos el paso hasta llegar a la orilla del pueblo; Bracamonte se comunicaba con la estación de Jaime y el viejo Simón. Estos dijeron que todo estaba limpio por su lado y lo mismo dijo Víctor. En forma directa se recibían los reportes por tres estaciones. Después de un momento de coordinación, Bracamonte dijo que podíamos seguir hasta el centro del pueblo porque ya estaba todo bajo control. La mayoría de los 25 paramilitares estaban muertos y todos sus pertrechos estaban en el parque. Estos fueron colectados por el equipo de logística para su custodia y traslado al norte del río.
El tiempo transcurría rápido y habían bastantes curiosos de la población. Con el equipo de la estructura política empezamos a organizar un mitin para dar informe a los pobladores. En poco tiempo habían sido concentrados todos los curiosos y más que salieron ante el llamado que se les hacía a través de un megáfono. Milagro y Benavides estaban en lo mejor de dar un discurso informativo sobre los avances del FMLN y las tareas urgentes a realizar por la población en apoyo a su ejército revolucionario. Era evidente que había gran expectación en los presentes quienes no salían de su asombro por la rapidez en que había sido tomado aquel pueblo; las unidades habían sido ubicadas discretamente hacia la periferia por guardar seguridad inmediata a la actividad política. Unas ráfagas seguidas de un alto volumen de fuego fueron escuchadas en la dirección de San Simón a unos dos kilómetros de donde estábamos. Bracamonte informa que una de las contenciones ha chocado y que es mejor acelerar la finalización de la actividad con la población hasta tener claridad o más datos de ese enfrentamiento, evitando de esa manera el riesgo de civiles y combatientes ante un eventual apoyo aéreo para retomar el pueblo, por lo que dio indicaciones de retirarnos a la periferia rumbo al cementerio, en donde había una pequeña elevación con abundante follaje para encubrirnos.
Los radios no paraban de transmitir mensajes casi todos en secreto; había bastante cruce de mensajes mientras que por momentos arreciaba el combate. Las dos secciones de la columna 3 estaban concentradas en el cementerio esperando indicaciones nuevas ya que su misión había sido cumplida prácticamente en poco más de media hora de combate. El panorama del momento era verificar posibilidades con los refuerzos que ya combatían a pocos kilómetros de nosotros. Bracamonte tomó el radio para hablar directo con algunos jefes y dio indicaciones a sus unidades que le garantizaran las posiciones que tenían mientras hacía unas coordinaciones para luego dar nuevas órdenes, ya que se había confirmado un desplazamiento de soldados por el lado de San Simón, y se asumía que querían retomar San Isidro. Si las intenciones enemigas eran así, entonces las posibilidades de aniquilar y recuperar pertrechos a los intrusos que venían de refuerzo eran muy altas.
Por mi parte, siguiendo las instrucciones del jefe de columna me mantenía a poca distancia de él, observando todos aquellos acontecimientos; era algo parecido a cuando se dieron las incursiones ofensivas en la ciudad de Usulután. Yo estaba muy atento a la forma como los recursos humanos y materiales eran ocupados para cumplir la misión a cabalidad. Cooperación y distracción, la fuerza de Bracamonte estaba casi intacta y lista para entrar en nueva misión sobre aquel teatro de guerra que se había conformado.
Mientras tanto, la estación del jefe de Batallón no era copiada por muchos esfuerzos que hacía el radista del jefe de columna. En medio de aquella confusión, apareció una estación pidiendo hablar con el jefe de columna, era la voz de Jonás quien quería cruzar antenas. Hubo intercambio de información entre lo que sabía Bracamonte y el informe de la estructura de inteligencia que estaba con Jonás en algún lugar al norte del río. La valoración de Bracamonte era que había grandes posibilidades de hacer algunos aniquilamientos, ya que en el primer contacto nuestra contención habían causado varias bajas y recuperado un par de fusiles, pero que era necesario un mando centralizado para aprovechar aquel momento.
De algún lado había llegado el mando de la columna número 4, Hernán, quien en esta ocasión fungía como mando ejecutivo de reserva para la operación. También había un grupo de combatientes y mandos de unidades como reserva. Esto fue vital para el desenlace de aquella situación inesperada.
Las coordinaciones habían terminado y cada unidad tenía sus nuevas tareas específicas coordinadas por Jonás. Bracamonte se encargaría de su columna para trabajar en un aniquilamiento, mientras que la fuerza de Toño Negro y Rolando garantizaría las contenciones para establecer un cerco.
La menuda figura de Braca no paraba de moverse dando indicaciones sobre la marcha, diciéndole al logístico que le garantizara las bombas de contacto para cuando se las pidiera, al correíto que trajera los mensajes a los dos mandos de sección, etc. Hubo un intercambio con los mandos para luego decir que todo se hiciera a la mayor velocidad: Joya con su gente formaran una línea recta en movimiento sin que los combatientes se perdieran de vista a unos 15 metros cada uno, harían un movimiento para ir cerrando o empujando lo que encontraran hacia el centro de una L, donde en la pata más corta estaría también en movimiento la sección de Jaime que entraría al aniquilamiento del atarrayazo de soldados que se metieran en su dispositivo.
Vi como Joya daba las órdenes de manera firme y clara y los combatientes obedecían a la carrera formando su pinza al sólo escucharle, mientras Jaime hacía lo propio al otro lado. En ese momento yo pregunto que a cuál sección me incorporo; Benavides y Estela me hacen señas que con Jaime, ya que Bracamonte avanzaba con ellos también apoyando a Jaime en la distribución rápida de su gente…, a la espera de lo que llegara. Había combates que se iban extendiendo y se acercaban a nuestras líneas de fuego; los aviones merodeaban el lugar, mientras de inmediato las dos secciones de la columna de Braca que habían sido desplazadas en el terreno formaban la L en tiempo record. El movimiento de ambas secciones fue dándose empujando hacia el ángulo esperado para aniquilar al enemigo y frustrar su avance para retomar San Isidro. Los combates escuchados en ese momento eran con las unidades de cooperación que se encontraban cubriendo la ruta San Simón-San Isidro. Estas unidades amigas habían maniobrado y dividido la tropa enemiga en su intento de avance coordinado.
Joya con su sección se desplazó en forma de pinza para peinar un flanco mientras la sección de Jaime avanzaba por el otro lado para completar un cerco; Jaime iría al asalto y aniquilamiento. Mientras se daban aquellos movimientos terrestres, los dos aviones de la Fuerza Aérea que habían hecho sólo movimientos amenazantes, ahora descargaban sus bombas a regular distancia de nosotros, pero más cerca de donde el combate arreciaba por momentos. Columnas de humo fueron vistas como producto de un incendio desatado por las bombas al ser descargadas en un cerro. Podían distinguirse claramente los disparos de cada bando. Nuestra gente cuidaba la munición y usaban más el tiro a tiro mientras que los otros derrochaban las ráfagas y las granadas industriales de mano y M79. Ese momento fue aprovechado por el enemigo para sacar un pick up cargado de heridos y muertos hacia San Simón, el cual pudimos apreciar desde el lugar donde estábamos.
La noción del tiempo se pierde con tanta adrenalina estimulada por el escenario de combate que se desarrollaba en forma escalonada desde aquella madrugada. De pronto vimos correr soldados parapetándose rápidamente frente a nosotros detrás de enormes cercos de piedra. Aun nadie disparaba de nuestra parte pero era inminente lo que seguía: un combate a corta distancia en donde saldría victorioso el más astuto. Jaime y Bracamonte pasaron la consigna de cuidar la munición pero provocar al enemigo para que gastara lo que cargaban. Estábamos tan cerca que podíamos escucharles y ser alcanzados por granadas de mano.
Una casa de adobe nos separaba a nosotros con Benavides y Estela. Jaime y Bracamonte, quienes eran cortos de estatura, hacían poco esfuerzo para cubrirse y pasaban encorvados chequeando la línea de fuego indicando cubrirse y desgastar la logística enemiga. Un combate cerrado e ininterrumpido a corta distancia fue iniciado. Los gritos de ¡ríndanse, están rodeados! fueron escuchados, pero cada grito tenía su respuesta con ráfagas y granadas sin tacañería de los que estaban frente a nosotros. Todos en nuestra línea estábamos protegidos por cimientos de piedra, árboles y una pared de adobe de una casa grande como trinchera. Después de ambos extremos de la casa y tras un cimiento de piedras, yo podía observar los sombreros y uniformes camuflageados de los soldados de enfrente. Ante tanta metralla cercana, no podía determinar el momento en que podía disparar mi fusil ya que no daban blanco, ya sea porque estaban bien cubiertos o por la necesidad de cubrirnos ante tanto plomo que zumbaba amenazante cerca de nuestras cabezas. Mi posición aún no había sido descubierta por el enemigo; Benavides llega de repente arrastrándose como una culebra y me dice:
   –¡Estamos entrampados! Nadie puede retirarse excepto cubriéndose por esta gran pared de adobe; alguien tiene que asaltar para definir esta situación…, y ¡seremos nosotros! La orden es esperar hasta el anochecer.
Benavides hablaba como pensando en voz alta, mientras observaba el entorno, continúa diciéndome:
   –Esta posición no es para vos, Fidel. Por tu inexperiencia pueden matarte. Tienes que cubrirte bien y provocar que te disparen pero sin que te peguen. Es mejor que cambiemos de lugar, tú ocupa el mío y yo el tuyo.
Ambos nos movimos detrás de la casa, y la táctica a aplicar era sencilla, que pusiera mi sombrero en la punta del fusil para sacarlo en forma lenta por la esquina visible de la casa. Con aquella maniobra y engaño los soldados tendrían que gastar munición y yo nunca ofrecer blanco. Benavides cubrió mi posición mientras yo ejecutaba sus orientaciones. Las andanadas de ráfaga que recibía eran ininterrumpidas, más tardaba en sacar lentamente el sombrero unos 10 centímetros cuando recibía la lluvia de plomo zumbando y levantando la tierra de la pared de adobe. Al poco rato llega Bracamonte para decir:
   –¡Mire compa Fidel! ¡Estamos entrampados y estos hijos de puta están firmes! No se rinden y por seguro esperan la noche para intentar retirarse. Al otro lado donde está Jaime hay unos 10 soldados muertos; alguien les da orden de saltar el cerco para ver cómo estamos de alerta, y si hay disparos, los compas disparan y soldados caen muertos al otro lado del cerco de piedra. Esto no lo podremos hacer de noche… ¡hay que asaltar antes que obscurezca! Espero las granadas de contacto para distribuirlas e irnos al tope.
Después de unos 15 minutos y viendo que las granadas nunca llegaban, Bracamonte ve su reloj en su puño izquierdo y dice:
   –Vea, compa Fidel, este logístico quizás se chorreó . Necesito que alguien más garantice traer esas granadas de contacto aquí en unos 20 minutos, si no es así, no podremos definir esta cosa y estamos en riesgo que ellos hagan algo parecido para escapar. ¿Cree que usted puede ir al cementerio y pedir las granadas al logístico? Yo cubriré su posición para recibir. Usted debe correr lo más posible cubriéndose en las paredes de esta casa, regresar de la misma forma y en la misma dirección que se retira. Esta pared de la casa es su seguridad.
La distancia al cementerio no era más de unos 700 metros; sin pensarlo dos veces empecé a correr en la dirección que me habían indicado hasta llegar al cementerio, y en un troncón de un árbol estaba un saco con unas 30 granadas de contacto. El logístico me dijo que era peligroso explotaran al recibir un plomazo o al caerse, que su traslado era muy peligroso. A lo cual respondí:
   –¡Es cierto! Pero alguien tiene que hacer esa tarea, de lo contrario puede haber muchas vidas de compas en peligro. ¡Vengo a llevarlas!
Sin mediar más palabras y cargando el saco, corrí en la misma dirección de regreso hasta llegar al lugar donde había dejado al jefe de columna, luego entregué las apetecidas granadas artesanales de contacto. Al jefe de columna le brillaron los ojos como nunca antes, abrió el saco y empezó a distribuir las granadas en la línea de fuego mientras daba indicaciones de que esperaran la orden para correr al asalto.
   –¡Mientras unos corren para lanzarlas, otros cubren con metralla! A la cuenta de 3, salimos corriendo, –dijo.
No podía creer aquello, todos estaban con la misma emoción expresada en sus rostros y brillo en los ojos. Al terminar la distribución de granadas, Bracamonte se quedó con las últimas tres, y dijo:
   –¡Al contar 3, yo corro! ¡Todos me siguen! ¡Y usted me cubre!—Dijo, dirigiéndose a mí.
Los gritos de Bracamonte se escucharon, terció sobre su espalda el fusil G3 culatín plegable que portaba…, simultáneamente fueron escuchadas ráfagas cortas en nuestra línea…, y corrió directo hacia el cimiento de piedra donde estaban los soldados atrincherados. El minuto loco iniciado fue escuchado a ambos lados. Por imitación disparé ráfagas cortas rasantes hacia los cimientos de piedra para cubrir a Braca de posibles disparos de los atrincherados. Se produjo una combinación de ráfagas y explosiones como alborada de pueblo en fiesta; el olor a pólvora incrementó de súbito; la humareda de las bombas de contacto se observó por todos lados enfrente de nosotros; pude ver caer a Bracamonte casi pasando el patio de la casa a pocos pasos del enemigo que era batido con las granadas de contacto. Bracamonte había lanzado sus granadas pero estaba herido y había que sacarlo.
Los balazos disminuyeron sin darme cuenta cómo, había disparos locos dispersos, y Bracamonte estaba conmigo cubriéndose en la esquina de la casa. No recuerdo cómo él llegó hasta mi posición de regreso…, si ayudado por alguien o rodando como tronco los escasos 20 metros que nos separaban. Ocupando la pared de adobe como protección de la posible metralla enemiga, sin pensarlo cambié de actividad para dar la atención requerida a un herido que amenazaba perder aceleradamente su sangre. La sangre manaba como un chorro rojo brillante haciendo un arco para descansar a más de 4 metros de nosotros convirtiéndose en un charco rojo. Esto sería mortal si no se actuaba con rapidez. Bracamonte dijo:
   –¡Me jodieron estos cabrones! Vea si hace algo para salvarme. No podemos sacar al brigadista de donde está. Lo único que lamento es que me hicieron mierda el reloj de mi primo Ventura; era una prenda muy valiosa para mí. No cualquier columna anda a un médico como reserva. Usted sabe cómo hacer esto.
Escuchaba las palabras de aquel herido sin ponerle mucho cuidado. Desde que lo vi caer pensé que estaba herido de algún miembro, luego vi el arco ininterrumpido de sangre, diagnosticando de inmediato que había arteria rota que ligar, pero no tenía material adecuado para hacerlo. Miraba hacia los lados cuando alguien se acerca diciendo:
   –¡Te jodieron Braca!
Sin mayor comentario y con voz firme y fuerte, yo respondo buscando apoyo urgente:
   –¡Necesito hilo y aguja para suturar esa arteria! ¡No importa del tipo que sea!…
Diciendo aquellas palabras, remuevo la pañoleta roja que siempre cargaba en mi cuello para una emergencia tal como en la que estábamos, y hago presión sobre la muñeca desquebrajada del herido. La copiosa sangre que salía a presión dejó de salir de inmediato mientras alguien ponía en mis manos una aguja prendida en una papalota de hilo. Era Trini, la brigadista de columna que acompañaba al puesto de mando de Bracamonte, quien más oportuna no pudo ser con su llegada para ayudarme a parar aquel copioso sangramiento. Pensando y haciendo digo:
   –Tú sostén con presión esta venda mientras preparo todo para suturar los vasos. Y tú Bracamonte, te aguantarás el dolor porque no pondré anestesia para ganar tiempo. Suturaré esa arteria y luego que lo demás lo arreglen en la clínica con mejores condiciones.
   –Nada siento en mi mano, compa, lo que más siento es el reloj que lo hicieron mil pedazos.
   –Ese reloj fue providencial porque evitó que ese plomazo te cortara la mano. Ya está suturada y estás fuera de peligro. Aunque me gustaría cambiar la sutura con una más adecuada en la primera oportunidad.
El tiempo había pasado sin darme cuenta hasta que Hernán, frente a mí, dijo:
   –¡Tenés leche Braca! ¡Aun no te tocaba! No te preocupes que yo tengo el mando y estamos peinando por todas partes recogiendo los pertrechos, y además tenemos a un prisionero. Los compas se han dado una buena hartada con la unidad recondo del BIRI Ramón Belloso. Todos los heridos están siendo evacuados, y ustedes váyanse que hay bestias listas para los que puedan montar, luego tomarán un carro en la Villa. ¡Usted compa Fidel! Garantíceme acompañar a Braca hasta entregarlo al médico en el panalito del Mozote…, no se detengan hasta estar en ese lugar con todos los heridos.
No tardamos más de media hora para estar en el pueblo, ya estaba oscureciendo, el día no había sido sentido, mi garganta estaba reseca, me di cuenta que mi cantimplora estaba aún pesada sin haberle tomado el agua, y mi estómago estaba vacío sin haber probado alimentos desde el desayuno frugal tenido en el panteón a media mañana de aquel ajetreado día. Trini, como adivinando la falta de alimentos, ofreció algo de la reserva de comida que siempre cargaba, ofreciéndomela a la vez que comentaba:
   –Ustedes no han tenido tiempo de comer, aquí hay algo, pero no sé si Braca puede.
   –Por supuesto que puede comer y beber, –le contesto a la vez que dividía la ración para ambos.
Caminábamos mientras devorábamos aquello, recuerdo que había dado indicaciones de entrar por materiales al centro de salud para la Brigada Médica, por lo cual pregunto a Trini:
   –¿Sabes si entraron a la clínica solicitando materiales que necesitan en nuestros puestos médicos?
   –¡Si lo hicimos! Y todo fue enviado ya con los primeros heridos. Nunca pensamos que podríamos necesitar. ¿Crees que a Braca le ayudaría un suero?
   –Braca está bien, sólo necesita tomar agua y comer. El suero hay que dejarlo para alguien que no pueda beber. Me gustaría ir a la unidad de salud para chequear algún material más que pueda servir.
   –Todo lo llevamos y ese local está con llave, el enfermero es colaborador nuestro y se fue después de vaciar sus estantes con nosotros. Si usted quiere podemos ir.
   –Si la puerta está con llave, pues, con un plomazo que le den a la chapa se abre. Ellos entenderán que estamos de emergencia.
   –¡Ya veo que estas bien lúcido Braca! Estabas como drogado cuando saliste corriendo con las granadas de contacto. Todo pasó bien rápido y ahora hasta estás autorizando abrir puertas con plomazos.
En efecto, el día no había sido sentido por los eslabones de adrenalina que todos tuvimos, sumando a eso, la cantidad de químicos respirados por tantos disparos y granadas explotadas. Esto hace su efecto un tanto eufórico en la tropa moralizada por alcanzar un propósito: aniquilar al enemigo sin reparar que también puede ser aniquilado en el intento.
La puerta estaba con llave pero fue forzada con un disparo usando el G3 de Bracamonte. Era un fusil más pesado que mi M16 pero el cartucho era más potente para destrozar la chapa y franquear la puerta. Entramos y vimos todo los estantes vacíos, ni siquiera alguna torunda y mucho menos alguna pinza o hilos de sutura, por lo cual salimos de inmediato para cumplir la indicación de Hernán.
Sin darme cuenta había transcurrido el tiempo y acción para nosotros, había trasmutado de una situación de combate a otra en la que había entrado a la actividad de asistencia médica; el resto de las unidades continuaban con los últimos detalles colectando los pertrechos, despojando a los soldados aniquilados de sus pertrechos que cargaban en sus mochilas gringas y hasta de sus botas militares que calzaban. Providencial para Bracamonte que era un combate victorioso en donde se tenía total control de la situación y los recursos, no sólo para ser atendido en forma oportuna en la misma línea de fuego, sino que también ser trasladado en la ambulancia popular montando una bestia y supervisado directamente por Trini y quien escribe estas líneas.