Origen del Nombre California


El estado norteamericano de California posee muchos lugares que conservan sus nombres en su forma original en español o indígena, algunas veces levemente modificados al haber sido anglicanizados en el transcurso del tiempo. Pero de todos los nombres, por extraño que parezca, es el del estado mismo que ha sido asunto de confusión y conjeturas por muchos años, hasta que en 1862, Edward Everett Hale, de manera accidental, acertó sobre la explicación de su significado que ha sido aceptada por los historiadores.

Varias teorías, todas más o menos imaginativas y extremas, estaban basadas sobre la supuesta construcción del nombre de la expresión latina calida fornax (horno caliente), en referencia ya sea al seco y caluroso clima de Baja California, o a las «casas de transpiración» que usaban los aborígenes. Dichas teorías no solamente suponían un conocimiento del latín (que ciertamente no tenían) los rudos conquistadores que arribaron a estas tierras originalmente, sino que también indicaba un muy elaborado método de nombrar los lugares, totalmente contrario a lo que era su costumbre de llamar los sitios en base a alguna característica sobresaliente que se fijaría en sus memorias. En todo lo largo y ancho de California, pocos ejemplos, si algunos, existen donde los españoles inventaron nombres derivados del latín o griego, en esta forma extrema. Ellos vieron un pájaro grande sobrevolando un río y lo llamaron El Río del Pájaro; o ellos padecieron falta de alientos en una vaguada, y nombraron el lugar La Cañada del Hambre; o ellos llegaron a determinado lugar en el día dedicado a cierto santo, y lo nombraron con el nombre de dicho santo. Ellos eran hombres prácticos y sus métodos eran bien simples.
En cualquier caso, el Sr. Hale nos ha proporcionado con una explicación más razonable, de modo que todas las otras teorías pueden ser sobrepasadas como no merecedoras de consideración. Estando comprometido en el estudio de la literatura española, tuvo la fortuna el Sr. Hale de acceder a una copia de una vieja novela, publicada en Toledo entre 1510 y 1521, en la cual la palabra California ocurre como el nombre de una isla fabulosa, rica en minerales y piedras preciosas, siendo además el lugar de habitación de una tribu de amazonas. Esta novela, titulada Las Sergas de Esplandián, fue escrita por su autor, García Ordóñez de Montalvo, como una secuela a la famosa novela de caballería, Amadís de Gaula, la cual él había traducido. Ambas obras fueron impresas en el mismo volumen. El romance de Montalvo, aunque de poco mérito literario, tuvo considerable aceptación entre lectores españoles de su tiempo, y que sus páginas probablemente fueron familiares a los primeros exploradores en América, está probado por el hecho de que Bernal Díaz, uno de los acompañantes de Hernán Cortés, con frecuencia menciona el Amadís, a cuya historia la de Esplandián estaba añadida.
El pasaje conteniendo el nombre que desde entonces se ha vuelto bien conocido en todo el mundo, es el que sigue:
«Sépase que al extremo derecho de Las Indias, hay una isla llamada California, muy próxima al paraíso terrenal, que fue poblada por mujeres negras, sin ningún hombre entre ellas, porque estaban acostumbradas a vivir a la manera de las amazonas. Ellas eran de fuertes y endurecidos cuerpos, de coraje ardiente y de mucha fuerza. La isla era la más poderosa en el mundo, por sus escarpadas rocas y grandes acantilados. Sus armas eran todas de oro y así eran también las caparazones de las bestias salvajes que montaban
Fue durante el periodo en que esta novela estuvo en el apogeo de su popularidad que Hernán Cortés escribió al rey de España referente a una información que él había obtenido sobre «una isla de amazonas, o solo de mujeres, abundante en perlas y oro, localizada a diez días de camino de Colima.» Después de haber enviado una expedición para explorar las desconocidas aguas en esa dirección, en 1535, expedición que terminó en desastre, el mismo Cortés fue y plantó una colonia en cierto sitio, probablemente La Paz, en la costa de Baja California. En el registro en su diario de esta expedición, Bernal Díaz habla de California como una «bahía», y es posible que el nombre fue inicialmente aplicado a algún punto definido en la costa, tornándose después en el nombre de toda la región. El nombre también ocurre en el diario de Preciado sobre el viaje de Ulloa por esa costa en 1539, haciendo razonable suponer que fue adoptado en el periodo entre 1535 y 1539.
Fuente:
Spanish and Indian Place Names of California
Their Meaning and their Romance
By Nellie Van De Grift Sanchez.

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