El Cid Campeador

La historia literaria nos señala, como objeto de incomparable nombradía, a los héroes que ocupan el primer lugar en las grandes y poco numerosas epopeyas, hijas legítimas del genio de un pueblo. Al retratar el poeta venusino, y por cierto con colores nada halagüeños, el carácter de Aquiles, no encuentra epíteto que mejor le cuadre que el de celebrado (honoratum). Igual calificativo pudiera aplicarse a los dos héroes predilectos de las tradiciones heroicas de Francia y España. «El Cid, dice el docto Puymaigre, es tan popular allende los Pirineos, como aquende lo fue Roldán.» Y, en verdad, si el nombre del paladín francés traspasó inmediatamente los linderos de su tierra natal, y se extendió por dilatadísimas comarcas, los españoles han recordado el del héroe de Vivar con sin igual perseverancia, y ni un solo día ha dejado de ser proverbial y propuesto como dechado de guerreros y patricios.

Rodrigo o Ruy Díaz el de Vivar, llamado también el Castellano y el Campeador y más comúnmente el Cid (nombre de origen arábigo que significa Señor), hijo de Diego Laynez, descendiente del juez de Castilla Laín Calvo, nació en Burgos o en la próxima aldea de Vivar a mediados del siglo XI. Hubo de figurar ya en los últimos tiempos del primer Fernando. Le armó caballero y le nombró su alférez Sancho II, a quien, después de la batalla de Golpejares, aconsejó el Cid que atacase al victorioso y ya descuidado ejército de su hermano Alfonso VI de León. Consta que venció en singular batalla a un sarraceno y a un pamplonés. Acaso ya por entonces casó con doña Jimena, hija del conde de Oviedo.

Muerto Sancho por Bellido Dolfos en el cerco de Zamora, doce caballeros, entre los cuales se contaba Rodrigo, exigieron del nuevo rey de Castilla Alfonso VI que jurase no haber tenido parte en la muerte de su hermano. Asistió el Cid algún tiempo en la corte, pero por el recuerdo de la jura o por otro motivo de desazón o por hablillas de los envidiosos, fue desterrado al finalizar el año 1081 o poco más tarde.

Fuese Rodrigo a Barcelona y luego a Zaragoza, donde entró a reinar Al-Mutamin. Sirvió a éste victoriosamente contra su hermano el rey de Denia, favorecido por los soberanos de Aragón y Barcelona. Siguió el Cid unido al hijo y sucesor de Al-Mutamin, con cuyo auxilio rechazó a los Almorávides, llamados por Al-Kaadir, rey de Valencia, sitiando después esta ciudad. Tres veces se allegó a Alfonso, pero no tardaban en separarse, saliendo la tercera nuevamente desterrado.

Muerto Al-Kaadir y entronizado el traidor Ben-D’yajaf, después de varios incidentes y de haber rechazado la invasión del Almorávide Abou-Becr, se apoderó el Cid de Valencia (1094). Mostróse al principio clemente, pero luego condenó al fuego a Ben-D’yajaf y otros musulmanes. Alcanzó nuevas victorias, mas derrotado por los almorávides su pariente y amigo Álvar Fáñez y parte de su propio ejército, murió de pesadumbre (1099). Su viuda tuvo que dejar a Valencia después de haberse mantenido en ella dos años. Salieron los cristianos en procesión con el cadáver de Rodrigo, el cual, como también después el de Jimena, fue sepultado en San Pedro de Cardeña. Le sobrevivieron sus dos hijas, Cristina, casada con Ramiro infante de Navarra, y María que lo fue con Berenguer Ramón III de Barcelona.

La historia no nos presenta al Cid como héroe sin mancha: no siempre se mostró vasallo reverente, y su energía se convirtió a veces en crueldad, su prudencia en astucia; pero atesoró grandes cualidades que le valieron la admiración de amigos y enemigos musulmanes, uno de los cuales le proclamó prodigio del Señor. Sus victorias, de que se aprovechó toda la cristiandad, su vida aventurera y hazañosa y sus prendas personales y domésticas le convirtieron, a no tardar, en héroe de épicas tradiciones.

Pocos años después de su muerte, si no ya en vida, según opina Baist, fue el Cid celebrado en un poema latino, y consta que a mediados del siglo XII era ya cantado con el nombre de Mío Cid.

Dos son los poemas o cantares de gesta relativos a este célebre personaje histórico que se han conservado. El que versa sobre hechos más antiguos, publicado en el siglo XIX por Mr. Francisque Michel, ha sido llamado la Crónica Rimada o el Poema de las mocedades del Cid y pudiera llamarse simplemente El Rodrigo, pues tal es el nombre que da constantemente al héroe. Este poema cuenta la historia fabulosa de la juventud de Rodrigo, la cual comprende la muerte dada a un supuesto conde de Gormaz, injuriador de su padre, su casamiento con Jimena, hija del mismo conde, sus primeras victorias ganadas a caudillos árabes y la imaginaria expedición a Francia, a donde, según se supone, acompañó al rey D. Fernando, para oponerse al tributo que a Castilla exigían los monarcas extranjeros.

El otro cantar, llamado comúnmente el Poema del Cid, fue publicado en el siglo XVIII por el Pbro. Don Tomás Sánchez, y pudiera distinguirse de El Rodrigo, apellidándole El mío Cid, pues así denomina al de Vivar. Menos apartado que aquél de la realidad histórica, es, a nuestro ver más antiguo, y nos presenta un héroe, nada muelle ni apocado, pero grave y comedido, sin los impetuosos arranques atribuidos a sus mocedades. Refiere las hazañas del Cid después de su último destierro, la toma de Valencia, el casamiento, sin duda alguna fabuloso, de sus hijas con los infantes de Carrión, la cobardía de éstos y el mal tratamiento que dan a sus esposas, las cortes convocadas por Alfonso, la sentencia pronunciada contra los infantes y los nuevos casamientos de las hijas del Cid con el infante de Aragón (así dice) y el de Navarra.

Fueron narrados también en cantares perdidos, el testamento y la muerte de don Fernando, el cerco de Zamora, la muerte de don Sancho y la jura de Alfonso.

La Estoria de Espanna o Crónica general compuesta o más bien dirigida por Alfonso X, que contiene un gran depósito de relatos históricos y poéticos de la vida del Cid, ha conservado otras tradiciones, que sin duda no fueron cantadas, tales como la de haber el Cid libertado a don Sancho en Santarém, y amonestado y corregido al cobarde Martín Peláez en el cerco de Valencia y las del converso Gil Díaz y demás que dan cima a la biografía del héroe.

Leves rastros de alguna otra tradición se perciben en la Crónica particular del Cid, que por el intermedio de la de Castilla redactada en tiempo de Alfonso XI, proviene, según observó un ilustre crítico, de la obra histórica del Rey Sabio.

Fuente:

Romancero Selecto del Cid, 1884.
(Reproducción textual).

Eso son nuestras dos almas

Un poema de Gustavo Adolfo Bécker.

XXIV

Dos rojas lenguas de fuego
Que a un mismo tronco enlazadas,
Se aproximan, y al besarse
Forman una sola llama;

Dos notas que del laúd
A un tiempo la mano arranca,
Y en el espacio se encuentran
Y armoniosas se abrazan;

Dos olas que vienen juntas
A morir sobre una playa,
Y que al romper se coronan
Con un penacho de plata;

Dos jirones de vapor
Que del lago se levantan,
Y al juntarse allí en el cielo
Forman una nube blanca;

Dos ideas que al par brotan,
Dos besos que a un tiempo estallan,
Dos ecos que se confunden…
Eso son nuestras dos almas.

El Viajero

Un poema de Antonio Machado.


Está en la sala familiar, sombría,
y entre nosotros, el querido hermano
que en el sueño infantil de un claro día
vimos partir hacia un país lejano.

Hoy tiene ya las sienes plateadas,
un gris mechón sobre la angosta frente,
y la fría inquietud de sus miradas
revela un alma casi toda ausente.

Deshójanse las copas otoñales
del parque mustio y viejo.
La tarde tras los húmedos cristales
se pinta, y en el fondo del espejo.

El rostro del hermano se ilumina
suavemente. ¿Floridos desengaños
dorados por la tarde que declina?
¿Ansias de vida nueva en nuevos años?

¿Lamentará la juventud perdida?
Lejos quedó—la pobre loba—muerta.
¿La blanca juventud nunca vivida
teme que ha de cantar ante su puerta?

¿Sonríe al sol de oro
de la tierra de un sueño no encontrada,
y ve su nave hender el mar sonoro,
de viento y luz la blanca vela hinchada?

Él ha visto las hojas otoñales
amarillas rodar, las olorosas
ramas del eucaliptus, los rosales,
que enseñan otra vez sus blancas rosas…

Y este dolor que añora o desconfía
el temblor de una lágrima reprime,
y un resto de viril hipocresía
en el semblante pálido se imprime.

Serio retrato en la pared clarea
todavía. Nosotros divagamos.
En la tristeza del hogar golpea
el tic-tac del reloj. Todos callamos.

Creencias Extrañas: La Policía Religiosa

El gobierno de Arabia Saudita actualmente emplea a más de tres mil «policías religiosos», cuyo trabajo es asegurar la conducta moral apropiada de todos los ciudadanos. Esta policía tiene el poder de detener a cualquier persona que se viste de manera inadecuada, escucha música equivocada, come alimentos prohibidos como el cerdo, o socializa de manera incorrecta con miembros del sexo opuesto. También tiene la autoridad para cerrar las empresas que venden mercancías inadecuadas, y para clausurar los teatros que exhiben películas prohibidas. Los visitantes extranjeros no están exentos de las prohibiciones, y pueden ser arrestados por violaciones. 

Estos policías religiosos son empleados de un organismo gubernamental conocido como el Comité para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio. Dentro del país se llaman Mutaween. Para ayudarles a cumplir con sus deberes, miles de voluntarios no remunerados vigilan el comportamiento inadecuado y reportan violaciones observadas. La policía regular también puede proporcionar asistencia cuando se necesita ayuda adicional, como cuando realizan incursiones en reuniones sociales privadas. 
Las leyes religiosas del país imponen restricciones especiales a las mujeres. Por ejemplo, una mujer no debe aparecer en público a menos que sea escoltada por un marido o un pariente masculino. Las mujeres tampoco pueden votar en las elecciones, trabajar como camareras o conducir automóviles. Sin embargo, la mayoría de estas restricciones podrían pronto ser levantadas, porque los movimientos para abolirlas parecen estar ganando fuerza dentro del país. 
Pero aun cuando se eliminan las viejas restricciones, se pueden imponer nuevas. Así, en los últimos años, la policía religiosa ha comenzado a tratar de impedir que la gente celebre el Día de San Valentín. Para desalentar la donación en ese día, han allanado negocios de tarjetas de San Valentín, e incluso han confiscado artículos como dulces de chocolate y rosas rojas de los estantes de las tiendas.

(Traducido por Baneste, del libro Weird Beliefs, del autor Barry Wilson).

Resumen de la Obra «Don Juan Tenorio»

Breve resumen de la obra literaria Don Juan Tenorio, del autor español José Zorrilla.

Por Esteban Balmore Cruz
Tipo de obra: Drama
Autor: José Zorrilla y Moral
Género: Comedia religiosa fantástica
Ubicación: Sevilla, España, alrededor de 1545
Primera presentación: 1844
Personajes principales:
Don Juan Tenorio, miembro de la nobleza sevillana.
Don Diego Tenorio, padre de don Juan.
Don Luís Mejía, un caballero andaluz.
Don Gonzalo de Ulloa, Comendador de Calatrava.
Inés de Ulloa, hija del Comendador.
Ana de Pantoja, prometida de Mejía.
Marcos Gutti, sirviente de don Juan.

Comentario breve 

Se ha expresado que esta obra en siete actos es uno de los mejores ejemplos del teatro romántico español, desarrollándose cuatro de esos actos en el transcurso de una sola noche, y los tres restantes, cinco años más tarde. El drama fue escrito en veinte días para un dueño de teatro amenazado con la bancarrota. Aunque plagado de exageraciones e imposibilidades melodramáticas, que aún su autor ridiculizó, fue muy popular desde su primera presentación. Basada esta obra en una muy apreciada leyenda de España, vigorosamente escrita en una excelente y variada poesía, ha sido tradicionalmente representada en el mundo de habla hispana en el Día de Todos los Santos, el 1 de noviembre. Las audiencias no solamente ven en este drama un aventurero juguetón que les gustaría imitar, sino también una historia con un significado más profundo del que aparece a simple vista. Parece que la obra implica que –puesto que el amor de Dios es infinito– un hombre puede pecar tanto como guste, si al final consigue el amor de una mujer digna. Y desde la consideración ánglica, esta combinación de lo místico y lo romántico, siempre ha apelado al temperamento latino.

Resumen 

Era la temporada de carnaval en Sevilla, y la taberna El Laurel era un extraño sitio en donde encontrar al galante joven don Juan Tenorio, cuando las calles afuera estaban concurridas con los celebrantes enmascarados. Pero él estaba allí con su sirviente, Marcos Gutti, para cumplir con una cita que había concertado con don Luís Mejía, otro galán, con quien había apostado un año antes a ver quién hacía el mayor daño durante los doce meses, y esa noche iban a decidir la apuesta.

Don Gonzalo de Ulloa, padre de la muchacha con quien don Juan esperaba casarse, entró a la taberna enmascarado, porque él quería escuchar con sus propios oídos un relato de las villanadas y actos salvajes atribuidos a su prospecto yerno. A él se le unió, también enmascarado, don Diego, padre de don Juan. Varios oficiales amigos de don Juan y Mejía estaban presentes en la taberna con el objeto de conocer el resultado de la apuesta, de la cual se había hablado en la ciudad durante meses. Mejía se presentó justo cuando el reloj de la catedral anunciaba las ocho horas.

Con graciosa fanfarronería los rivales compararon las listas de los hombres que habían matado en duelos y las mujeres que habían cruelmente engañado durante el año. Con facilidad don Juan resultó ganador, y ya que en su lista solamente habían faltado dos tipos de mujeres, una monja y la prometida de un amigo, él apostó que podía obtener ambas en una semana. Temiendo que su contendiente pudiera haber puesto los ojos en Ana de Pantoja, con quien planeaba casarse, Mejía ordenó a su sirviente que llamara a los gendarmes. Por su parte el comendador, enojado por los malignos actos de los cuales don Juan se había jactado, anunció que jamás permitiría el matrimonio de su hija Inés con el joven malandrín, y en vez de ello, la joven sería internada en un convento por su propia seguridad. Don Diego también repudió a su hijo.

Una patrulla apareció para arrestar a Don Juan por las acusaciones de Mejía; en tanto que otros guardias solicitados por Gutti aprehendieron a Mejía al mismo tiempo; pero éste —a través de la influencia de poderosos amigos— pronto fue puesto en libertad. Enseguida, Mejía se dirigió a toda prisa hacia la casa de de Ana de Pantoja, en donde persuadió a un sirviente para que le dejara entrar a las diez en punto esa noche, siendo su propósito evitar cualquier intento que don Juan hiciera por ingresar a la vivienda. Cuando Ana apareció en el balcón, él le reveló su plan y ella estuvo de acuerdo.

Don Juan, que también había sido puesto en libertad, escuchó su conversación, lo que le produjo la idea de personificar a su rival para poder ingresar a la habitación de Ana. Gutti había ya sobornado a la chaperona de la joven para asegurar la llave de la puerta de entrada, y para cerciorarse de que Mejía no podría intervenir, también había contratado varios hombres para que personificaran una patrulla de guardias, quienes le inmovilizaron.

Seguidamente don Juan interrogó a Brígida, la chaperona de Inés, y la sobornó para que le llevara una nota. Cuando la vieja mujer informó que la joven estaba ya enamorada de don Juan, a quien ella nunca había visto, el galán decidió que tenía tiempo para ir al convento y raptar a la muchacha antes de la hora en que tendría que aparecer en la casa de Ana.

Mientras tanto, en el convento, Inés escucha avergonzada cómo la abadesa enzalsa su supuesta devoción. Tal vez algún tiempo fue así, pero ahora ella no se proponía ordenarse como monja. Medio asustada, medio ansiosa, ella se mantenía pensando en don Juan, y la llegada de Brígida con la nota la inquietó aún más, de modo que cuando el caballero se presentó él mismo en la puerta de su celda, ella colapsó en un desmayo. En su estado inconsciente, resultó fácil para don Juan raptarla. Don Gonzalo, por su parte, preocupado por las fanfarronerías del joven caballero y los informes de las conversaciones de éste con Brígida, llegó al convento demasiado tarde para salvar a su hija.

Inés permaneció inconsciente mientras don Juan la transportó hasta su casa que estaba a un lado del río Guadalquivir. Cuando volvió en sí, Brígida la engañó diciéndole que el caballero la había rescatado de morir cuando el convento ardió en llamas. Más tarde don Juan regresó habiendo entrado a la habitación de Ana; y Mejía, en busca de venganza, vino persiguiéndole. Don Gonzalo, deseando rescatar a su hija también se hizo presente. Encolerizado por los insultos de estos dos, don Juan le acertó un disparo a don Gonzalo y apuñaló a Mejía, saltando de inmediato al río para fugarse de los guardias que estaban tocando a la puerta. Sintiéndose abandonada por don Juan, la joven Inés volvió al convento y allí murió de pena.

Cinco años más tarde, un escultor estaba dando los toques finales al panteón Tenorio. Por órdenes de don Diego, la mansión familiar había sido demolida y había sido convertida en un cementerio para las víctimas de su hijo. Estatuas de las tres principales víctimas, Mejía, don Gonzalo e Inés, resaltaban a la luz de la luna. Pacientemente el escultor explicaba sus labores a un extraño que finalmente lo aterrorizó al revelarse a sí mismo como don Juan.

Arrepentido, don Juan se arrodilló ante el monumento de Inés, suplicando que interviniera ante Dios por su misericordia; pero cuando alzó la vista, la estatua había desaparecido de su pedestal e Inés misma estaba de pie a su lado, enviada encarnada desde el cielo para traerlo de regreso a ella a la salvación o para ser condenada junto a él por toda la eternidad; él tenía hasta el amanecer para escoger su destino. Don Juan, incapaz de creer que lo que estaba pasando era real, consideró que se trataba de un truco de sacerdotes astutos.

Cuando dos oficiales que cinco años antes habían presenciado el resultado de la apuesta con Mejía vinieron al camposanto, él se rio de sus miedos a los fantasmas, ya que él no tenía cabida en su corazón para dichos miedos. Luego de invitar a sus conocidos a cenar con él para escuchar la historia de sus aventuras, con precipitada petulancia él extendió su invitación a la estatua de don Gonzalo, sosteniendo que solamente la presencia del comendador a la mesa, le convencería de una vida más allá de la tumba; pero la estatua mantuvo su pétreo silencio.

Mientras el trío departía bebiendo, escucharon sonido de toques, cada vez más audibles, aunque todas las puertas estaban cerradas con pasador. Luego, la estatua de don Gonzalo entró en la habitación para decirle al escéptico acerca de la vida eterna que podía ser realizada a través de la misericordia de Dios. Los oficiales se desmayaron, pero don Juan era tan cortés que antes que la estatua desapareciera a través de la pared, la invitó a un banquete similar en el cementerio.

No convencido todavía que un momento de arrepentimiento podría limpiar treinta años de pecado, don Juan se negaba a ceder cuando Inés apareció para persuadirle a hacer la elección correcta. En parte creyendo que el asunto era una broma tramada por los oficiales desmayados, él les sacudió para reanimarlos y les acusó de estarse burlando de su persona, pero ellos a su vez le acusaron de haberles drogado, y la discusión terminó con un reto a duelo.

En el claroscuro de la madrugada, las estatuas de Inés y don Gonzalo estaban todavía desaparecidas del panteón de la familia Tenorio, y don Juan –melancólico porque había matado a sus dos viejos amigos en el duelo– se hizo presente para cumplir con la cita. Un toque suyo en la tumba del comendador la transformó en una mesa de banquete que semejaba la bonanza de la suya de la noche anterior. Serpientes y cenizas eran los manjares iluminados por el fuego purificador de Dios, e invitados espectrales se aglomeraban alrededor. Y aunque la muerte estaba en camino, don Juan todavía se negaba a arrepentirse en tanto la estatua de don Gonzalo le dijo del poder redentor del cielo. 

Mientras la procesión del funeral de don Juan se aproximaba, don Gonzalo cogió por el brazo al pecador y se preparaba para arrastrarlo consigo al infierno; pero en ese momento, don Juan levantó el otro brazo hacia el cielo y apareció Inés, y ambos amantes, siendo salvados, se sumergieron en un lecho de flores desparramadas por ángeles, y dos llamas, simbolizando sus almas, se alzaron al cielo.

Remedios Caseros Contra Malestares Menores

Antes de coger el bote de medicina para tratarse malestares menores, resulta bueno muchas veces seguir las recomendaciones de remedios caseros que han sido utilizados por muchas generaciones con resultados positivos.

El noventa por ciento de las infecciones respiratorias son causadas por virus, y los antibióticos son inefectivos contra ellos. Pero un tazón de humeante sopa de pollo parece contener algo que incrementa el flujo del mocos y descongestiona el pecho mejor que las pastillas.

Resulta que muchos remedios caseros en verdad son efectivos para malestares menores de salud. Así que antes de correr a la farmacia por pastillas es recomendable probar con las curas que usaban nuestros abuelos y abuelas en tiempos pasados. He aquí algunas pociones caseras que se utilizan en Estados Unidos.

Artritis

Una zambullida en el mar puede ayudar, pero cuando no es posible visitar la playa, se recomienda calentar sal en una cacerola o sartén (teniendo cuidado de no quemarla). Se pone la sal en una toalla o tira de trapo y se coloca en la parte afectada de modo que la sal calientita haga contacto con la piel.

Arrugas en el rostro

Batir dos claras de huevo hasta que estén espumosas. Aplicar en la cara y dejarla por espacio de media hora. Pasado este tiempo, enjuagar con agua fresca.

Quemadura

Para quemaduras menores (que pueden ocurrir cuando se está cocinando), simplemente aplicar la savia de aloe vera. La suavizante y anti inflamatoria savia produce una segunda piel que protege el área afectada del aire, el cual irrita las terminales nerviosas.

Catarro y gripe

Hay ingredientes biológicos en la sopa de pollo que ayudan a aliviar la congestión, la calentura y la moquera o secreción nasal. Cuando la sopa está caliente y condimentada con bastante comino y ajo, es aún más efectiva.

Pies cansados, adoloridos e irritados

Muchos atletas sumergen sus pies en un contenedor con jugo de tomate. Los componentes ácidos del jugo ayudan a relajar los músculos y tendones, e incluso ayudan a eliminar el mal olor de los pies. Secar bien los pies y empolvarlos con talco, particularmente entre los dedos.

Migraña

Cortar una papa cruda en rodajas de una pulgada más o menos de grosor. Colocar las rodajas en una chalina o venda e inclinar la cabeza hasta hacer contacto con la frente. Sosteniendo los dos extremos de la banda, alzarla y amarrar atrás de la cabeza. Recostarse, cerrar los ojos y esperar que la cura haga su trabajo. El dolor desaparece en un espacio de 15 minutos.

Náuseas

Tratar con helados de jengibre. Hervir el jengibre y verter el líquido en una bandejita de hacer helados. Poner en el congelador. Depositar dos o tres cubos en un vaso de agua y sorber hasta aliviar el estómago.

Bajar de peso

Beber un vaso de agua con una cucharadita de miel y una cucharadita de vinagre antes de cada comida.

Insomnio

Antes de acostarse, comer un puñado de cerezas, las cuales los científicos han descubierto están repletas de melatonina, la misma hormona creada por el organismo para regular patrones de sueño. Tomar un baño con agua tibia también ayuda a relajar los músculos y la mente.

Piel

Para embellecer la piel, usar el aceite de albaricoque. Frotar en la cara después de remover el maquillaje, ya que este aceite actúa como un buen humectante.

Garganta irritada

Como remedio para la garganta irritada: mezclar limón y agua. Añadir a una taza de agua una cucharadita de jugo de limón. El jugo astringente ayudará a reducir la inflamación de los tejidos hinchados y creará un ambiente hostil para los virus y bacterias.

Piel reseca por el viento

Aplicar rodajas de pepino en las áreas afectadas. La gelatina de petróleo es insuperable para eliminar la sequedad de los labios y las manos producida por el viento.

Hipo

Agregar jugo de limón a unos cuantos cubos de hielo en un vaso (sin agua) y beber tan rápido como sea posible. Esto también cura la náusea.

Creencias Extrañas: El Árbol de Zaqum

En las descripciones islámicas del infierno, el Árbol de Zaqum crece en el nivel más bajo. Sus frutos, que parecen las cabezas de demonios, tienen un sabor horrible. Si uno de ellos es arrancado del árbol y comido, brota espinas que rasgan en el revestimiento interior del estómago. También se vuelve tan caliente que quema cualquier carne que toque dentro del cuerpo.
Como parte de su castigo, los pecadores en el infierno siempre tienen hambre. En su búsqueda de alimentos, finalmente llegan al nivel más bajo y encuentran el árbol de Zaqum. Llevados a la desesperación por el hambre, comen la fruta asquerosa. Pero no alivia su hambre ni proporciona alimento a sus cuerpos. En su lugar, quema y daña el interior de sus estómagos.

El hambre también conduce a los pecadores en el infierno a comer la podre purulenta que rezuma de las úlceras en sus propios cuerpos. Sus otros alimentos posibles incluyen la carne quemada de otros pecadores y la descarga que fluye de las partes privadas de los condenados adúlteros. En otras palabras, si terminas en el infierno islámico, no esperes disfrutar de una buena comida allí.

(Traducido por Baneste, del libro Weird Beliefs, del autor Barry Wilson).

Sistema Numérico Octal

Octal se le llama al sistema de notación numérico con base en ocho. Usa los dígitos del 0 al 7.

El sistema octal es usado con frecuencia para representar simplificadamente números binarios complicados. El sistema binario es separado en grupos de tres dígitos de derecha a izquierda; cada uno de estos grupos es luego convertido a su equivalente decimal, obteniendo como resultado la forma octal del número binario. (Por ejemplo: número binario 111 001 011 = octal 713 (111 = decimal 7; 001 = decimal 1; y 011 = decimal 3).

Decimal    Octal
   0               0
   1               1
   2               2
   3               3
   4               4
   5               5
   6               6
   7               7
   8               10
   9               11
   10             12
   11             13
   12             14
   13             15
   14             16
   15             17
   16             20

Reconocimiento Óptico de Caracteres

E l Reconocimiento Óptico de Caracteres es más bien conocido por su abreviación en idioma inglés, OCR, (Optical Character Recognition).
En operaciones de computadoras y de procesamiento de datos, se refiere a la lectura de caracteres alfabéticos, numéricos y de otro tipo de una copia dura (usualmente material impreso) por métodos fotoeléctricos. Convierte los caracteres en datos digitales que pueden ser almacenados en memoria de computadora, en discos y cintas, y ser transmitidos vía redes de comunicación digital. Puede también permitir a una computadora o robot leer rótulos, señales, mapas. etc.

Tres Patadas al Hígado

Por Fidel A. Romero




Con Dimas éramos viejos conocidos desde la primera reunión de milicianos tenida en El Jobo cerca de la playa de El Espino. Lo había visto crecer como guerrillero, su experiencia era envidiable, hombre de mil combates y muy buena contextura ideológica que con su preparación militar era imparable en cualesquier misión que le dieran. Estuvo cerca de 3 semanas conmigo en el cerro y coordinaba las exploraciones de los equipos, y al final él haría la verificación de la fase para luego esperar la orden de la ejecución. Había preguntas doble claveadas para saber el avance de su objetivo.

Hubo tiempo suficiente para conversar de lo lejano que estaban los días desde que nos conocimos. Dimas siempre miraba al pecho de su interlocutor, algo muy raro, y sólo por escasos segundos se encontraba directa su mirada para luego bajarla al sitio del corazón del interlocutor:
—¡Aquí me tiene compa Fidel! Parece que la tarea se acerca a su fin según dicen los jefes. Parece mentira que aún estemos contando el cuento después de tantos desvergues tenidos.
—¡Pues sí! La tarea se hizo larga y costosa, han caído bastantes compas, sangre valiosa derramada y más que se derramará por el esfuerzo que viene. Te he visto crecer como persona, como guerrillero y como jefe. Dime algo Dimas, pero con toda la sinceridad que puedas ser capaz.
Dimas sonríe dejando ver sus enormes camanances que más parecen arrugas al lado de su boca por el gran esfuerzo de las exploraciones nocturnas a que ha sido sometido casi en forma continua. Al terminar de sonreír dice con una expresión de concentración:
—¡Verga a verga! A usted no se le puede mentir compa Fidel. Tengo presente las veces que hemos hablado y siempre he sido muy franco con usted. ¿Qué quiere saber?
—¿Qué te consolidó integrarte con tanta determinación y dedicación al proceso? ¿Si yo te vi dudar al inicio en la reunión de milicias de El Jobo en enero de 1981?
—Yo no quería integrarme a tiempo completo, sabía que ir a el curso para ser brigadista era compromiso, y no quería dejar a mis hijitos que estaban bien pequeñitos, pero usted me convenció cuando dijo que los campesinos de la zona tenían un privilegio de estar cerca de su familiares e hijos, que ustedes de la ciudad no podían darse ese lujo por las dificultades y riesgos. Esa fue la ¡primera patada al hígado! que sentí; me sentí cuestionado y avergonzado. Después cuando yo me había puesto un vendaje para simular que tenía una herida, no quería ir a Conchagua porque estaba lejos del Jobo, y usted hizo que me quitara la venda y todos vieron que era un rasponcito, la vergüenza fue mayor y sentí mi cara bien caliente, y para disimular me puse a convencer al resto, que le hiciéramos huevos, que la lucha era de todos, ¡segunda patada al hígado! La última fue cuando cayó Gina en el cerro de Conchagua por falta de experiencia al dejar a la compa sola en la línea de fuego. Llegué a la cueva a contarle lo que había pasado, esa compa la lloré como si hubiese sido mi hermana, no entendía cómo era posible que ustedes siendo personas bien educadas, bien tratadas, con alguna comodidad por sus estudios, estaban con nosotros comiendo salteado los chilipucos y tortillas de maicillo. Me sentí muy indignado con el compa que se corrió y la dejó sola, también con Tony Charrasca que no se le ocurrió dejar aunque fuera una escuadra para guardar la seguridad de la línea de fuego y la seguridad de la compa. Ella murió prematuramente, pudo haber dado mucho a este proceso, ese día después que la enterramos me hice un juramento: Luchar hasta morir en el proceso, poner todo mi empeño en aportar en lo que me pusieran a hacer, por la compa Gina y por todas las personas que teniendo mucho mejores condiciones que nosotros, las dejaban y venían a dar su sudor y sangre por nosotros—. (¡Tercera patada al hígado).