Sam Bankman-Fried, ¿Símbolo del Capitalismo Salvaje o del Altruismo Efectivo?

Cuando la compañía de intercambio de criptoactivos, criptomonedas y fichas digitales FTX se vino a pique de manera catastrófica y se declaró en bancarrota el pasado 11 de noviembre, la prensa del rubro económico empezó a hurgar en la historia personal de su fundador y director ejecutivo Sam Bankman-Fried, para satisfacer la desbordada curiosidad de las personas de la critpoesfera ansiosas de encontrar una explicación justificativa de tan estrepitosa y repentina caída de alguien que hasta ese momento había sido presentado y admirado como un símbolo indiscutible del capitalismo efectivo, dotado de genialidad desbordante, innovación al punto y autenticidad discursiva; además de su presentación personal, a tono con las nuevas generaciones, aparentemente desaprensiva e informal, realzada exclusivamente por un supuesto conocimiento vasto de las nuevas tecnologías y de su uso eficiente para generar riqueza de manera rápida y en proporciones más que compensatorias en comparación al riesgo. Su escalada a la cima fue tan veloz como lo ha sido su derrumbe.

Los ávidos hurgadores en la vida de Sam Bankman-Fried encontraron que, al igual que otros miembros de su grupo más cercano posicionado a la cabeza de FTX, es hijo de reconocidos catedráticos, graduado de una prestigiosa institución educativa y, lo más importante (según ellos), él es un militante declarado y practicante de la línea de pensamiento que se conoce como «altruismo efectivo» esbozada a principios del siglo XIX por el filósofo inglés Jeremy Bentham, que básicamente establece que la satisfacción individual se explica haciendo el bien al mayor número posible de personas, generando la mayor felicidad independientemente de cómo se logra. Como dato añadido y estrafalario, también revelaron que Bankman-Fried y sus allegados practican el tipo de relaciones interpersonales que se conoce con el neologismo de poliamor, que se refiere a la preferencia de la pareja en un determinado grupo al intercambio sexual con otros miembros de dicho grupo con el consentimiento de todos los involucrados.

Lo cierto es que Sam Bankman-Fried y sus allegados, así como la mayoría de los que se han posicionado al frente de la criptoesfera, forma parte de una generación que sublima exageradamente los potenciales de la innovación tecnológica, insinuando en sus discursos que quien no se integre en estas innovaciones no tendrá parte en el disfrute de los grandes beneficios que proveen, logrando de esta manera que muchas personas sigan sus indicaciones sin escrutarlas mucho para no aparecer como ignorantes, aunque realmente desconozcan en lo que se están metiendo, como es el caso específico de las critomonedas en general y de Bitcóin en particular. En realidad, el tipo ofertante de criptomonedas, criptoactivos y similares, no es más que una versión actualizada y un tanto más sofisticada del primitivo y clásico mercader: compro aquí (donde es más barato), y vendo allá (donde es más caro); lo cual no tiene nada de genial o brillante. La diferencia está en que los mercaderes primitivos entregaban productos reales de uso inmediato o futuro a sus clientes, en tanto que los criptomercaderes lo que venden es un cuento adornado con neologismos del ámbito tecnológico, hecho al mejor estilo de un antiguo mito griego, apareciendo cautivador (y para algunos, convincente), pero totalmente falso al final.

El principio que rige a los criptomercaderes y a su fanática clientela es el mismo que siempre ha regido a cualquier capitalista voraz: obtener la mayor ganancia económica posible con la menor inversión arriesgada y con el mínimo esfuerzo. Su clientela está constituida por aquellas personas que se han tragado el cuento de que cualquiera puede hacerse rico de la noche a la mañana en el sistema capitalista, porque todas y cada una de las personas que caen en su trampa no son más que aspirantes a ricos fáciles. Otros clientes como las instituciones de pensionados que han invertido y perdido millonarias cantidades en esta estafa, han sido seducidos por el margen de ganancias ofrecido, confundidos con términos tales como blockchain, web3 y otros que —aunque según sus promotores son tecnologías programáticas más seguras— lo cierto es que su vulnerabilidad ha quedado en evidencia demasiadas veces, porque por carencia de haqueador externo, siempre habrá alguno al interior. El cuenterete del hacker supuestamente absuelve de toda responsabilidad en los cuantiosos robos a los dueños del negocio, o al menos, eso pretenden.

Bankman-Fried ha demostrado una vez más que en las prestigiosas instituciones educativas del mundo desarrollado, todo el esfuerzo está centrado en crear los mejores dirigentes de las empresas capitalistas, inculcando en sus alumnos lo que de alguna manera expresó Martin Skreli, al ser cuestionado del por qué había aumentado exageradamente el precio de un medicamento en 5,455% en 2015, expresando que en las escuelas de economía se educa a los directores ejecutivos para que proporcionen el mayor margen de ganancia a los accionistas a toda costa. El «brillante» Skreli, que llegó a mofarse de quienes le criticaban por su descabellada acción, calificándoles de ignorantes de cómo funciona el provechoso negocio de las farmacéuticas, logró ser tan odiado por el público en Estados Unidos que hasta el mismo Donald Trump, uno de los capitalistas más simbólicos, dijo de él: «Me parece un tipo malcriado»; «Ese tipo no es nada. Es un cero. No es nada. Debería de sentir vergüenza de sí mismo». Y es que parece que en el mundo de los negocios al igual que en mundo de la política y el submundo del crimen, cuando alguno de su clase es cogido con las manos en la masa, todos se vuelven contra él.

Pero el caso de Sam Bankman-Fried se diferencia en que mucho, pero mucho del dinero que generó fue canalizado hacia instituciones, proyectos, organizaciones o actividades con las que él simpatiza en forma de donaciones, incluyendo el montaje de una entidad encargada de canalizar cuantiosos donativos a Ucrania que, según reportes periodísticos, fueron redirigidos hacia Estados Unidos, en algo que constituiría una operación que involucraría agentes estatales, y que no está muy claro todavía ni ha sido un señalamiento debidamente abordado. En este aspecto es que resulta extraña la estrepitosa caída de la empresa FTX y sus afiliadas, porque entonces su derrumbe solamente se explicaría como el producto del sabotaje de adversarios poderosos, teniendo claro que a ninguno de los falsarios del negocio cripto le beneficia el desmoronamiento repentino de sus más prominentes propulsores, por el efecto terriblemente negativo que tiene en su esquema de desfalco.

Sea como sea, Bankman-Fried, quizás sin proponérselo, ha logrado lo que ninguno de sus millonarios donativos jamás nunca logrará en línea con su filosofía de «altruismo efectivo» con el colapso de su empresa: Es incalculable el número de personas que han sido beneficiadas al mostrarles en qué realmente consiste el ámbito de las criptomonedas y conexos, porque estas personas no serán despojadas de sus recursos por los depredadores capitalistas que solo buscan enriquecerse a costa de los demás. Por otra parte, si alguien está en la capacidad de invertir colateralmente en criptoactivos, incluyendo bitcóin, ya que tiene dinero de sobra, no está mal que se inventen esquemas para sustraerle algo que no se le puede sustraer por ninguna otra vía, ni siquiera por medio de los impuestos, ya que todos sabemos que quienes menos contribuyen o contribuyen nada a la cosa pública son los más ricos, aunque se benefician muchísimo de todas las infraestructuras desarrolladas con las contribuciones de la gente trabajadora, la gente más pobre, que es la que paga por todo.

Otro beneficio añadido de la actividad empresarial de Sam Bankman-Fried en favor de las personas honradas, empresarios honorables y políticos honestos, es que su desastre deja claro que lo que ahora llaman industria cripto no debe ser regulada, porque al hacerlo se estaría legitimando lo que a todas luces es un gran esquema de estafa; lo que debe hacerse es elaborar legislación más estricta debidamente enfocada hacia este rubro, y los gobiernos deberían estar obligados a advertir a sus gobernados sobre el peligro que representan las criptomonedas, sin escatimar los aspectos positivos que pueden ser tomados de este rubro para la implementación y desarrollo de alternativas digitales debidamente respaldadas y garantizadas por el Estado.