Anarquismo, Comunismo y Revoluciones

Noam Chomsky. Imagen modificada.
Original tomada de Wikipedia.

Apuntes de una entrevista realizada a Noam Chomsky por C.J. Polychroniou publicada en TruthOut.org (fragmento).

A partir de finales del siglo 19 hasta más allá de mediados del siglo 20, el anarquismo y el comunismo representaron movimientos vivos y vitales en el mundo occidental, así como también en Latinoamérica y ciertas regiones de Asia y África. Sin embargo, el panorama político e ideológico parece haber cambiado radicalmente a partir de los inicios de la década de 1980, al punto que, aunque la resistencia al capitalismo ha estado siempre vigente, aparece localizada y carece de una visión en torno a estrategias para la fundación de un nuevo orden socio-económico.

Al observar más cuidadosamente encontramos que existen movimientos vivos y vitales de democracia radical, frecuentemente conteniendo elementos de anarquismo e ideas comunistas, y de participación, durante periodos de turbulencia y levantamiento cuando –parafraseando a Gramsci– lo viejo se tambalea y lo nuevo no ha nacido, pero presenta prospectos atormentadores. Así tenemos que en Estados Unidos en el siglo 19, cuando el capitalismo industrial  estaba empujando a los agricultores y artesanos independientes a convertirse en proletariado industrial, evocando la amarga resistencia plena, un poderoso movimiento laboral militante se levantó bajo el principio de que “Aquellos que trabajan en los molinos deben ser sus propietarios”, junto a un movimiento radical de masas de agricultores para librarse del sujetamiento de los banqueros y comerciantes. La era dramática de la descolonización también dio lugar al surgimiento de movimientos radicales de varios tipos, incluyendo los años 1960s. El periodo neoliberal iniciado en los años de la década de “1980 ha sido de regresión y marginalización para la mayoría de la población mundial”; pero el viejo topo de Marx nunca está muy lejano de la superficie y aparece en lugares insospechados. La propagación de cooperativas y empresas propiedad de los trabajadores en Estados Unidos, aunque no literalmente anarquistas o comunistas, conlleva la simiente de una transformación radical de largo alcance.

Comunismo y anarquismo comparten afinidades cercanas, pero también han sido enemigos mortales desde los tiempos de Carlos Marx y el anarquista ruso Mikhail Bakunín. La interrogante que se plantea es si estas diferencias son puramente de carácter estratégico sobre la transición del capitalismo al socialismo o si reflejan asimismo perspectivas distintas acerca de la naturaleza humana y las relaciones económicas-sociales.

El cuadro es más matizado. Así tenemos que  la izquierda marxista anti-bolchevique era con frecuencia más próxima al anarcosindicalismo. Prominentes marxistas de izquierda, como Carlos Korsch , simpatizaban con la revolución anarquista española. El libro “Anarquismo” de Daniel Guerín roza el marxismo de izquierda. Durante este periodo de izquierda, a mediados de 1917, los escritos de Lenin, notablemente “Estado y Revolución”, tenían cierto matiz anarquista. Por seguro habían conflictos sobre táctica y asuntos mucho más fundamentales. “La Crítica del Anarquismo” de Engels es una ilustración famosa. Marx tenía muy poco que decir sobre la sociedad post capitalista, pero el empuje básico de este pensamiento acerca de los objetivos a largo plazo parece enteramente compatible  con la mayor tirantez del pensamiento y práctica anarquista.

Algunas tradiciones anarquistas, influenciadas por Bakunín, propugnan la violencia omo un medio para lograr el cambio social, mientras otras, bajo la influencia del anarquista ruso Pedro Kropotkín, parecen considerar la violencia no solamente inefectiva políticamente para asegurar un orden social justo, sino también moralmente indefendible. La tradición comunista ha estado asimismo dividida en cuanto al uso de la violencia, aún en situaciones donde las condiciones parecían haber madurado para la revolución. La pregunta que surge es si pueden las revoluciones sociales tener lugar sin el uso de la violencia.

Al respecto, parece no haber una respuesta general. Las luchas para vencer el poder de clase y privilegio de seguro son resistidas, muchas veces con fuerza. Tal vez vendrá el punto en que la violencia en defensa contra los esfuerzos forzados para mantener el poder será garantizada. Sin duda es el último recurso.

Partiendo de la afirmación de que la Unión Soviética nunca fue un estado socialista, ¿podría aceptarse que fue un “estado de los trabajadores deformado” o fue un “capitalismo de estado”?

Los términos del discurso político no son modelos de presición. Para el tiempo en que los colectivos y concilios de fábrica fueron eliminados (muy temprano) escasamente había indicios de un “estado de los trabajadores”. El sistema tenía  trabajo asalariado y otras características del capitalismo, de modo que puede suponerse que podría llamárselo en algunos respectos un tipo de “capitalismo de estado tiránico”.

En ciertos círculos comunistas, una distinción ha sido delineada entre el leninismo y el estalinismo; mientras que los comunistas más ortodoxos han argumentado que la Unión Soviética comenzó un abandono gradual del socialismo con el arribo al poder de Nikita Khrushchev.

En realidad, el abandono del socialismo se ubicaría mucho más temprano, bajo Lenin y Trotsky, al menos si socialismo se entiende que significa al mínimo el control de los trabajadores sobre la producción. La simiente del estalinismo estaba ya presente en los primeros años de los bolcheviques, en parte atribuible a las exigencias de la guerra civil y la invasión extranjera,  y en parte a la ideología leninista. Bajo Stalin se tornó en una monstruosidad.

¿Tenían los bolcheviques más opciones otras que la centralización del poder, la creación del ejército, y la defensa de la Revolución de Octubre?

Es más apropiado preguntar si los bolcheviques tenían otra opción para defender su poder. Al adoptar los medios que escogieron, destruyeron los logros de la revolución popular. ¿Habían otras alternativas? Es posible, por ejemplo que en vez de ignorar las ideas de Marx en sus últimos años acerca del potencial revolucionario del campesinado ruso, podrían haberlas proseguido y proporcionar apoyo para la organización campesina en vez de marginalizarla. Y podrían haber energizado en vez de socavarlos los colectivos y concilios de fábricas. Pero todo esto genera muchas preguntas, tanto de hechos como de especulación sobre posibilidades, por ejemplo,  acerca de la creación de un disciplinado y efectivo Ejército Rojo, escogitación de guerrilla versus táctica militar de guerra convencional, y mucho más.