Origen del Sobrenombre Guanaco(a)

Por Baneste


Cuando personas de distintas nacionalidades se encuentran por primera vez hay un choque súbito de percepciones, gustos y lenguaje, aunque hablen el mismo idioma. Lo más natural es que cada quien reivindique lo propio como lo mejor y trate de desmeritar lo de los demás; aquello que no es de su región o nacionalidad. En un inicio, cuando estas personas por alguna razón tienen que relacionarse, su interacción no está ausente de pequeños conflictos, casi imperceptibles, lo que genera que las unas se refieran a las otras de manera despectiva, en un ejercicio casi infantil de querer lastimarse. Esto es lo que está a la base de algunos de los sobrenombres o apodos colectivos e individuales con los que pasamos a ser conocidos como individuos o como colectividad. Pero éstos, como todo en el mundo, también tienen su historia.


Aunque no es un tema de mucho interés, algunas veces he tenido la curiosidad de conocer el por qué a las personas que habitan el territorio que se conoce como República de El Salvador, se les llama también “guanacos“, además de “cuzcatlecos“, “salvadoreños” y “pipiles“; pero nunca he encontrado una explicación que sea satisfactoria, por lo que me atreví a elaborar la mía propia, después de haber descartado un par que ya había considerado anteriormente.


Guanaco es un animal de carga originario de la región andina. Es un animal muy manso, bastante fuerte, capaz de recorrer grandes distancias, llevando su carga, en los gélidos fríos de los Andes. Se considera que este animal fue originalmente domesticado por los aborígenes incas que habitaron los territorios que hoy comprende la república de Perú.  Este dato elemental hace extraña la asignación del apodo “guanaco” para referirse a los salvadoreños, ya que existe una distancia bastante considerable entre la región cuzcatleca y la peruana.


Por referencias históricas se conoce que las personas que comenzaron a ser llamadas “guanacos” en Centroamérica, en la época colonial, no habitaban en el actual territorio salvadoreño, sino en la capital de la Capitanía General, es decir, la ciudad de Guatemala. También se ha señalado que esas personas habían emigrado de Perú, aunque no eran de ascendencia aborigen, sino descendientes peruanos de conquistadores españoles. Esto aparece perfectamente aceptable si tomamos en cuenta que las relaciones de intercambio entre Centroamérica y Perú comenzaron muy temprano en la historia de ambas regiones, al haberse producido aquel famoso y fatídico viaje de expedición que en el año de 1529 realizara el intrépido y ambicioso conquistador, Pedro de Alvarado, en el cual tomó consigo a muchos aborígenes cuzcatlecos y algunos cuantos tlaxcaltecas (de los que había traído de México), ya que utilizó un total de tres embarcaciones para transportarse con su tripulación (evidencia de esto existe, ya que en Perú hay algunos lugares con nombres de origen náhuat, el idioma de los pipiles). La manera en que se desarrolló la traslación de ese apodo con el que se denominaba a los inmigrantes peruanos en Guatemala, para referirse a los descendientes de españoles nacidos en El Salvador, se desconoce.  Pero una cosa sí está clara: con este sobrenombre no se referían a los aborígenes cuzcatlecos o lencas del territorio salvadoreño, puesto que éstos eran denominados despectivamente “indios”, con lo cual se les colocaba en la categoría más baja de la escala social también en el aspecto psicológico.


El fenómeno de la traslación de este apodo colectivo de Guatemala a El Salvador es muy similar al que pudo haberse producido entre Chiapas y Guatemala, con respecto al sobrenombre “chapín”, con el que genéricamente se conoce hoy a los guatemaltecos. Es necesario recordar que el actual estado mexicano de Chiapas formó parte de la Capitanía General de Guatemala, hasta que aquella fue anexada a la República Mexicana, un poco después de declarada la independencia en 1821. Es muy probable que originalmente la forma de referirse al individuo procedente de Chiapas haya sido “chiapín” (no “chapín“), en vez del actual “chiapaneco”; esto entendiéndose la transformación natural que sufren las palabras a través del tiempo. Con este término se estarían abarcando dos características primordiales: la procedencia y el aspecto físico genérico, “chia”, de Chiapas, y “pín”, pequeño de estatura, enano. Con el paso de los siglos, la palabra perdió la letra “i”, y cambió a “chapín”, como producto del proceso simplificador del habla popular.