Accidente en el Taller de Explosivos del Cantón La Guacamaya (II)

Por Fidel A. Romero

SEGUNDA PARTE

En cuanto a
recursos materiales, en mi mochila sólo cuento con un litro de Kalisal B,
algunos botes de hostacilina, jeringas descartables no suficientes, pocos
analgésicos, alguna pomada graneodine y jabón líquido.  Todo se había consumido en la rutina de consultas
dadas a diario en diferentes lugares que visitaba. Pensaba en operar antes de
anochecer. La gran explosión había sido el día anterior a las 11 AM. Nunca
había sido responsable por mí mismo de hacer una cirugía mayor; sólo había sido
ayudante en los diferentes hospitales. 
Ahí tenía que asumir y hacer lo que estuviese a mi alcance para aliviar
a esos compañeros y sus familiares.

Viene una idea a
mi mente, mandar mensajes a Quincho para que arregle enviarme de urgencia al
otro médico que recién entraba desde Honduras, 
Alberto. Ya antes en semanas anteriores había salido Gina hacia el
Sur-oriente (Jucuarán, La Unión) a realizar trabajo similar al que hacíamos en
Morazán.  “Viene otro médico de Honduras”, decía Quincho, “su nombre es Alberto”.  Me esperanzaba el saber que venía otro a
unirse al trabajo, pero mientras no estuviese en La Guacamaya, tenía que
arréglamelas solo con los brigadista y buscar ayuda con algún médico en
servicio social de algún pueblo cercano más los materiales de su clínica. No
tenía idea de las distancias entre los pueblos. Esto pudo haberse planeado
desde que Quincho dio la orden de mi movimiento con su ceñuda expresión facial
y la escueta frase “Es urgente que estés
en el lugar al amanecer”, pensaba para mí mismo.

Escribo con gran
celeridad una nota con un reporte al jefe, Quincho, de cómo estaban los compas
accidentados, sus necesidades de intervención y el plan para responder de
inmediato: que simplificando era concentrar lo más rápido posible recursos
técnicos, humano-materiales,
si tú puedes arreglar que Alberto[1] llegue para que apoye, yo viajo a Joateca con dos armados a la clínica y ver
los materiales que tienen para seleccionar.  Es posible que conozca a ese médico pero igual
aunque no sea así, pedirle que nos proporcionen su apoyo humano-material”

Le doy el correo al jefe del campamento accidentado que desde el primer
momento se puso incondicional a cualesquier necesidad que se presentara, Felipe
[2].  Felipe, como entendiendo el momento me dice
con su voz suave y bondadosa, acompañada de una franca sonrisa:

Felipe «Torogoz».(Adaptación gráfica de Baneste).

—Compa Fidel, sé que estamos rateros de
materiales para atender a todos, pero si tú me haces una lista, yo vería la
manera de ver cómo conseguirla lo antes posible.–  Lo veo y no lo creo.

—Más oportuno no podía ser tu ofrecimiento,
compa.– 
Hago una lista en donde priorizaba cantidad de
sueros endovenosos, antibióticos, ungüentos, gasa estéril, analgésicos orales e
inyectados y curaciones; “esto salvaría
vidas si contáramos con este material para ellos desde el día ayer”.

—Está bien compa, entiendo pero tú me estás dando
la lista ahora y veremos qué pasará mañana.–
  Vi
sabiduría y mucha comprensión en aquella frase, además de sentir la certeza que
contaba con ese apoyo decidido a remover todo lo de su alcance para conseguir
materiales.

—Mientras busco ayuda y materiales en la clínica
de Joateca,  ustedes van a lavar a los 8
heridos, no tocar las vísceras de Chilo, sólo humedezcan con agua estéril sus
intestinos protruidos y nada por boca; lo único es ponerle este Kalisal B que
le pase en 12 horas
[3],
mientras se consigue más para los demás,

—Todos pueden tomar líquidos y alimentos a
excepción de Chilo. 

—A todos los demás quitarles con sumo cuidado la
ropa ocupando una tijera, descubrirlos y con abundante agua y jabón lavar todas
las heridas quitando los tejidos friables y amoratados, ponerles ungüento en
las áreas quemadas y en las lesiones lavadas, cubriéndolos con la gasa estéril.

—En un cuaderno apuntan en hojas separadas con la
fecha del día, el nombre de cada uno, la edad, cuántas lesiones tiene en su
cuerpo, la temperatura de cada 6 horas, además del pulso y presión arterial. Hay
que controlar bien la temperatura, la presión arterial, si orina y cuántas
veces pregunten desde que se dio el accidente y observen; a los que más se
quejen hay que darles pastillas para el dolor cada 6 horas.

—Ofrezcan líquidos aunque no les pidan, preparen
abúndate suero oral casero.

—Recuerden
el aseo, rieguen agua caliente con algo de creolina
[4]
en el piso para desinfectar y disimular el mal olor de sangre putrefacta, buena
higiene, alimentos, líquidos por boca a demanda, especialmente sopas de fácil
digestión. A mi regreso, revisaremos la lista de material estéril disponible
para operar a Chilo que aún tendrá parte de ese Kalisal B un poco menos de la
mitad. Las visitas deben programarse y que no se junten todos aquí.

“Es mejor que coman antes de salir, Fidel, desde
aquí a Joateca hay unas 3 horas de camino y tú estás desvelado y sin desayunar todavía,
son las 9 de la mañana; si todo sale bien a las 4 de la tarde están de regreso
con los materiales y el otro médico
”, me comentan Alonso y Noé, conocedores de aquellos lugares y caminos.

—A decir verdad, no siento hambre, pero con esas 6
horas de camino que me esperan creo que sí tendré algo qué comer
.– Comentando esto
salimos a un corredor que lo habían habilitado para la cocina en donde alguien
había colocado alimentos sobre un par de mesas. 
«Estos alimentos han sido traídos por los familiares de
los muertos y heridos.  Todos son de la
misma familia, pero toda la gente está
ayudando», me comentan.

—Aquí todos somos bien unidos, tendremos
alimentos, si Felipe se ha comprometido con una lista, tenemos seguridad que
algo tendremos mañana.

—Bien, ustedes que conocen todo aquí, es bueno
que organicen lo de la alimentación para no desperdiciar o que se arruine la
comida, organicen posta de brigadistas las 24 horas que estén pendientes de las
necesidades de los compas quemados. 
Posible venga un médico de nombre Alberto hoy o mañana, más el Dr. de
Joateca seremos tres, así podemos sacar todas las esquirlas después de hacer
las dos operaciones mayores más urgentes.

Hasta este momento me doy cuenta que he
hablado bastante dándoles una serie de indicaciones, algunas de ellas ya las
sabían por el cursito que recién habíamos terminado. “Pero es bien importante que si tienen dudas las pregunten ahora; he
visto que algunos de ustedes han tomado apuntes y otros no, pero quiero estar
claro que sí han entendido lo que tienen que hacer.»

—Bueno, yo he entendido y tengo apuntes, contestaron Noé, Rubén y Alonso.

—Bien, con uno que esté clarito como el agua
limpia de todo lo que hemos hablado es suficiente.  Tú Noé te encargas de supervisar, aunque los
tres son responsables del trabajo a hacer y de enseñarles a los nuevos, que
todo se haga según se ha dicho y revisamos cuando regrese
.

El camino no fue
sentido ya que la mente, los pensamientos estaban bien enfocados en las tareas
dejadas y la expectativa de sobrevenía de los 8 quemados que tenían buen
porcentaje del cuerpo y miembros con lesiones de segundo y quizás de tercer
grado combinadas, dado el nivel de expresión de dolor de la mayoría, más la
metralla que había que sacar de sus cuerpos. Sin embargo, tenía que revisar al
regresar y si estábamos los tres médicos sería más fácil la evaluación para
unificar la pauta a seguir en el tratamiento. 
Caminaba en forma automática detrás de los dos armados en quienes
confiaba por ser conocedores y sabían la urgencia de nuestro desplazamiento
hasta que nos detuvimos en una  calle y
me dijeron que estábamos muy cerca de la clínica. Uno de ellos se adelanta para
preguntar si estaba el doctor en la clínica. 
La primera noticia que no esperaba:

—El doctor sólo viene dos días por semana y
tiene dos semanas de no llegar–.  Es
el informe recogido.

—Bien pero debe haber alguien en el lugar,
una enfermera; deben tener alguna pequeña farmacia con medicamentos.

—Sí, ahí está la enfermera  y es colaboradora nuestra- dice
el compa esperanzado a conseguir alguna medicina de utilidad.

—Lo sentimos mucho, pero el docto creemos que ya
no llegaré más por lo peligroso que se está poniendo, ni los pedidos de
medicina nos han llegado.  Sin embargo,
usted puede revisar y llevar todo lo que necesite de aquí-
dijo la enfermera
mostrando los estantes vacíos.

—Gracias, es usted muy amable, pero no veo lo que
más necesito: anestesia, sueros de los que sean, analgésicos y curaciones,
material quirúrgico.

—Sólo tenemos dos sueros para una extrema
necesidad y algunos analgésicos, más estos mínimos materiales para curaciones
.

—Lo que necesita está incluido en los pedidos,
creo ya no llegaran, cada vez hay rumores de lo feo que se está poniendo.

Después de haber
vaciado aquella modesta dispensa, lo cual no era mucho para operar, prácticamente
dos sueros, no anestesia, no suturas ni material quirúrgico. Aún conservaba la
confianza que llegara el médico internacionalista y que trajera algún material
que necesitábamos.  No es posible que
viniendo del exterior no se le ocurra traer algo para emergencias; todo eso
ocupaba mi mente en el camino de regreso. Sólo faltaba que Alberto no llegara
esa tarde o que llegara con las manos vacías. Me hice el propósito de no pensar
y disfrutar el paisaje de regreso para relajar en parte mi cabeza, aunque mis
músculos empezaban a resentir el cansancio.
Enlace relacionado:

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[1] Médico salubrista mexicano que entraba procedente de Honduras.

[2] En ese entonces Felipe (Torogoz) era jefe de 3 campamentos, de quien tuve una gran cooperación en mis movimientos y colección de materiales para atender esa necesidad. Fue fundador del grupo musical Los Torogoces de Morazán.

[3] Cuenta 29 gotas en un minute, esto hace aproximadamente 12 horas

[4]Limpieza y desinfección de pisos y baños, gallineros, criaderos y, en general, todos aquellos lugares que sean propensos a la proliferación de microorganismos u olores desagradables. En un balde de agua (aproximadamente 7 a 10 litros) se agrega la CREOLINA DALTON. Con esta solución se riegan los lugares a desinfectar, para luego barrer. De esta forma se desinfecta el lugar y se evita la difusión de los microorganismos contaminantes por la atmósfera.( http://www.quimicadalton.com/component/content/article/63-Desinfectantes/14-creolina.html)


Accidente en el Taller de Explosivos del Cantón La Guacamaya (I)

(Octubre 1980: Cirugía mayor sin anestesia.  Angustias y respuestas sobre la marcha).

Por Fidel A. Romero

PRIMERA PARTE

Después de la larga
caminata durante la madrugada, en un lugar bastante plano y de abundante follaje
de árboles, llegamos al lugar alrededor de las 7:00 AM.  El guía se detiene a preguntar por la
clínica; trae la noticia que nos están esperando, señalando una casa semidestruida
que sólo se veía el techo donde hubo tejas. “Dicen
que en esa casa estaba el taller y que ayer por la mañana explotó y a todos los
tienen en aquella otra casa adelantito”, dijo el guía.

Rodeando la casa,
había un murmullo de unas 300 personas de diferentes edades, principalmente
mujeres, que se hacían a un lado abriéndome camino hacia la puerta principal,
pasando por un corredor.  No podía creer
lo que miraba. A un lado del amplio patio, había 8 ataúdes alineados como en
formación militar, con sus respectivos cadáveres; no tenía idea de dónde habían
salido tanto cajón de muertos. 

Sin salir de mi
asombro, continúo caminando hacia el interior de la casa, el camino que se abría
a mi paso, se cerraba automáticamente por los curiosos que me seguían y
expresaban su esperanza para los que estaban adentro: ¡Gracias a Dios que llegó, todavía hay 8 compas con vida!, dijeron
varias voces a la vez.

No esperaba aquel
cuadro dantesco. No esperaba aquello. El contenido de mi mochila no alcanzaba
ni para hacer la curación de la primera cama, y eran 8 quemados graves que se
quejaban del dolor intenso que soportaban desde el día anterior.  La única información recibida antes de salir
de La Laguna fue el haber visto el rostro de preocupación de Quincho (Bruno
Caballero) y su  lacónica expresión: “Es urgente que estés en el lugar de El Escondido
[1]
al amanecer”.

…La dimensión de la casa donde ocurrió el accidente era de aproximadamente 12 metros por 8; las paredes eran de adobe al hilo repelladas con barro, el piso era de ladrillo de barro quemado. La explosión voló el techo, derribó puertas y ventanas y levantó el piso, era una escena de personas moribundas entre los escombros, una puerta le cayó encima a uno que murió al instante pero no recuerdo el nombre…(William)[2]


Aquella mañana del
10 de Octubre de 1980,  había caminado de
madrugada para llegar al lugar del accidente en el Taller de Explosivo de La
Guacamaya.  “Es urgente que llegues al lugar”, había dicho Quincho. En el
campamento de La Laguna, me habían proporcionado dos guías y dos pares de
baterías nuevas para que me alumbrara por el camino, “puedes descansar hasta la media noche y luego salen para que estén en
el lugar al amanecer”.  Su cara
expresaba preocupación; no dió detalles…

Ahora podía
entender su expresión nunca vista antes en él, en los pocos meses de
conocerle.  Quincho, muchacho joven
campesino, unos 28 años, expresión amigable, tez trigueña, regular estatura con
músculos fuertes, usaba sombrero y ropa humilde, impecable, limpia, aunque casi
siempre mojada de sudor por su continua movilidad visitando las diferentes
zonas de trabajo.  El atardecer
anterior, al llegar al foco rojo
[3]
sin seguir su acostumbrada rutina
[4],
sudoroso, se había dirigido expresamente hacia donde me encontraba dando alguna
consulta rutinaria para darme la indicación de ir al Escondido.

Ya estaba acostumbrado a caminar esas distancias morazánicas, a alimentarme de lo que hubiese sin importar la hora. En esas caminatas en donde se sudaba hasta la última célula adiposa, mojando la ropa y secándola a la vez por el calor del cuerpo, siempre se comía con ganas aunque no se tuviera apetito. Pensando para mí
mismo:
¿Por
qué fue tan escueto en su mensaje? ¿qué le costaba decir que había explotado un
taller de explosivo con 20 personas en el interior de una casa de paredes de
tierra o adobe de trinchera, sin quedar una teja buena y sus paredes
deterioradas? ¿ y sus ocupantes? ¿cuántos heridos o muertos había?¿ lo sabría
Quincho o sencillamente no quiso alarmarme más de la cuenta? ¿o consideraba
compartimentada esa información?  Pero,
qué compartimentación si de todas formas en pocas horas me enteraría y la
noticia con sus agregados correría como reguero de pólvora por todo el
departamento… cuánto nos hubiésemos ahorrado en tiempo valioso para planear
oportunamente la atención, si él o los
del puesto de mando con la información que tenia más el criterio técnico-médico
para colectar recursos humano-materiales


Como un vendaval
pasaban por mi mente todas aquellas ideas buscando una explicación de lo que
era la resposansbilidad, la tarea de cada quien, la responsabilidad política y
la responsabilidad técnica. Ante esa situación me dije que cada quien tiene su propio paquete por el cual responder o dar
informe
. Mi tarea era trabajar eficientemente con lo mejor de mi iniciativa
para colectar recurso humano y material. Sabía que tendría el apoyo para
intentar hacer lo imposible por salvar a los que aún estaban con vida. 
Me detengo en la puerta
principal, veo al interior, también hay un murmullo de personas que rodean 8
puestos de la amplia sala de la casa, distingo un par de camas con sendos
heridos, otros en el suelo sobre pedazos de petate con nylon improvisando
catres.  El olor característico a sangre
y tejidos humanos en descomposición era fuerte en aquel lugar.  Aquel ambiente no podía ser más
angustiosamente denso.

La casa de la clínica también era de unos 12×8 metros, con cocina separada y un corredor al frente (portal), las paredes eran de adobe atrincherado. No recuerdo cuántas camas tenía porque la mayoría de los heridos estaban tirados en el piso….(William) [5]

Los presentes únicamente tenían un punto a mirar: hacia mis movimientos en función de hacer algo por los heridos; con sus
miradas expresaban todo el dolor y esperanza del momento: «¡Haga algo por los que aún están!» …si supieran, me decía a mí mismo,
que el contenido de mi mochila no alcanza ni para hacer la curación del de la
primera cama, y eran 8 quemados graves que se quejaban del dolor intenso
que soportaban desde el día anterior.  La
presión sentida no podía ser mayor; a ningún trabajador de la salud le desearía
ese momento del 10 de Octubre de 1980 en la casa del que fuera el taller de La
Guacamaya, antes de ser declarada la guerra civil de El Salvador.


Fueron pocos
segundos de vacilación necesaria para asimilar en parte aquella escena, y
tratando de verlos a todos a la vez, digo con una voz enronquecida y pausada: «¿Quieren ayudar? ¿Quieren ayudar?»   «¡Síiiii!», contestan al unísono todos como
un coro que ensaya su canción a diario.

Bien. Si 
de veras quieren ayudar, desde este momento se retiran todos llevándose
los cadáveres a darles cristiana sepultura. ¡Sólo se quedan con migo los que
son brigadista, porque hay demasiado trabajo que hacer y todos haremos algo!

No sabía si había
actuado con dureza, pero sí estaba seguro que era lo correcto.  Retirar a todos que respiraban el poco
oxigeno de aquel encierro contaminando y contaminándose más de la cuenta en lo
físico y mental. Todos salieron del lugar llevándose los féretros.  Sentí un alivio al no ser más depositario de
aquellas miradas esperanzadoras.  Posible
ahí nunca había estado un médico, pero el médico para resolver necesita de
equipo, personal cualificado como ayudantes, materiales y equipo para hacer
frente a la enorme demanda que a priori sabia era necesitada en el sitio.

Había un equipo
de 8 brigadistas liderados por Noé, Rubén y Alonso, que eran los de mayor
experiencia conocida en el área; los otros eran todos principiantes que solo
les sobraba voluntad por ayudar y aprender de aquella práctica que los
moldearía como un horno al mejor acero.

“Empecemos a trabajar.  Alonso y Rubén que se encarguen de tener
material estéril, todo lo que se pueda: agua, material quirúrgico, gazas,
torundas, etc., recojan todo lo que tengan y pónganlo en una mesa luego lo
chequeamos”.

“Noé,  ven
conmigo, para revisar a los heridos comenzando con los más graves”.  “Todos están graves”,
me responde.  “Bien, empecemos por los dos de
las camas entonces”.

Al primero que vi
fue Chilo. Lo recuerdo bien porque tenía las vísceras de fuera y a pesar de
ello no se quejaba; se veía que no sangraba pero tenía varias esquirlas de
hierro y roca en el cuerpo de donde ya no sangraba; estaba alerta y sabía la
premura del momento; en su mirada estoica podía identificar su energía que
producía su juventud y deseo de vivir. “Cúbranlo
con una manta estéril para minimizar su contaminación evitar alguna mosca intrusa,
mientras le damos un chequeo más a fondo”.

Uno a uno fuimos
evaluando hasta terminar con los 8.  Ya tenía
una idea de la seriedad de los sobrevivientes quemados de aquella horrible
explosión en el que fuera el taller de producción artesanal de armamento. Se necesitaba
mucho para atenderlos. Había que hacer una amputación, una laparotomía
exploradora para detectar daños en órganos y tratar de corregirlos, y lavar
primero asépticamente a todos e ir extrayendo la metralla de aquellas lesiones
de casi 24 horas de evolución, desbridar
[6]
todas las quemaduras y los tejidos desvitalizados producto de las lesiones de
la nutrida metralla.

… Ahí estaban dos hermanos de mi mamá y dos primos, y mi abuela les llevaba comida todos los días. Ese día yo acompañaba a mi abuela y estábamos en la tienda de Jacinta Ramos (la Chinta) a 5 minutos del lugar. Cuando escuchamos la explosión fuimos corriendo y nos encontramos la grotesca escena: todos los heridos tirados en el piso gritando de dolor y clamando ayuda, la mayoría tenían cercenadas las manos y las piernas debido a la posición en la que estaban al momento del accidente. Rápidamente se reunió un buen grupo de gente y los trasladaron en hamacas hacia la clínica improvisada, mis dos tíos y los dos primos murieron. Nos constata Chilo que todos estaban sentados en el piso con las piernas estiradas haciendo un círculo y que sobre las piernas apoyaban las manos mientras liaban con tirro las de contacto[7]


Había visto
quemados en el Hospital Rosales, también había visto como se complicaban con
infecciones llamadas nosocomiales[8]
muy resistentes a los antibióticos, que se llevaban a la tumba a cualesquiera
que estuviera con defensas inmunológicas bajas. 
Sin quererlo venían a mi mente el material que ocupaban para protegerlos
de las moscas, los ungüentos con antibióticos, las limpiezas y debridaciones
que se practicaban así como también cuidar el balance hidroelectrolitico y las
cantidades industriales de sueros que necesitaban, ni pensar en una solución de
lactato de ringer
[9]
.  Sin embargo en La Guacamaya solamente contábamos
con algunas jeringas descartables y algunos botes de hostacilina, con alguna
dipirona, más otros analgésicos en tabletas.

Alberto: Te decía que había salido al extranjero a recibir preparación técnico-médica y a adquirir experiencia en este terreno. De regreso, me meten a Morazán en lo que posteriormente sería el Frente Nororiental Francisco Sánchez. Los inicios de la organización de los frentes fue una experiencia muy dura, pero muy rica, porque fue el período en el que buena parte de las masas acampa mentadas, aún desarmadas, carecían absolutamente de experiencia militar. Entonces sucedían muchos accidentes con las bombas de contacto. En ese período murieron muchos compas y otros quedaron lisiados por los accidentes y por la falta de atención médica…

…Pero mi sorpresa es que cuando llego a Morazán, había ya cinco clínicas atendidas por compas brigadistas, que sólo habían recibido preparación de primeros auxilios y no tenían experiencia, ni preparación, ni mucho nivel cultural y técnico. El problema era que la cantidad de heridos aumentaba. Además, había muy poco material de curación y la mayoría de los brigadistas-médicos apenas podían leer y escribir y carecían de preparación técnica…[10]


Hago mi plan de atención
diciéndolo en voz alta a los brigadistas, que era muy importante la dedicación
de todos y seguir al pié de la letra las indicaciones a dar en cada caso: 6
necesitan curaciones y extracción de la metralla del cuerpo. Uno necesita laparotomía
exploratoria e introducción de sus intestino, más la extracción de metralla. Otro
necesita amputación porque el brazo izquierdo tercio distal, incluido el codo, estaba
destruido, más extracción de metralla.


Enlace Relacionado: 

Continuar a la Segunda Parte

_____________________________



[1] Nombre conspirativo usado para referirse a La Guacamaya por el cerro Pando de Meanguera, Morazán.

[2] Párrafo descriptivo del lugar, vía electrónica tenida con José Márquez realizado el 31 de Mayo 2013

[3] Así era conocido el puesto de mando de La Laguna de villa El Rosario Morazán en 1980.

[4] Saludar a todos los presentes dándole la mano a cada quien.

[5] Describe la casa donde ocurrió el accidente y la que ocupó de inmediato la clínica, 33 años después.

[6] El tejido desvitalizado (flictenas, esfacelo, escara) debe ser retirado porque entorpece el proceso de cicatrización. Este retiro debe hacerse de forma suave y lo menos traumático posible, cortando con tijera y evitando tirar restos de tejido, debido a que provoca mucho dolor.

[7] Granada de fabricación artesanal que explota al contacto por fricción de la metralla interna, iniciando una reacción química instantánea en cadena, produciendo explosión y daño humano-materiales.

[8] En los últimos años se ha mejorado considerablemente la supervivencia y la calidad de vida de los pacientes quemados gracias a los avances en el conocimiento de la fisiopatología de las quemaduras, pero a pesar de esto las infecciones nosocomiales representan un gran problema en la evolución de estos pacientes, aumentando la morbi -mortalidad, el número de días de ingreso en la unidad y por ende aumentando los costos. Disminuir las infecciones nosocomiales en las unidades de quemados es uno de los principales retos que debemos enfrentar en estas unidades. (http://provipque.blogspot.com.au/2007/10/infecciones-nosocomiales-en-la-unidad.html)

[9] Es la solución más usada para personas en unidades de quemados en los hospitales. Reposición del volumen plasmático a corto plazo en estados de shock hipovolémico (hemorragias, quemaduras y otros problemas que provoquen pérdidas del volumen circulatorio) o hipotensión (descenso de la presión arterial).

[10]Párrafos de entrevista con Carlos Miyazaki, comandante Alberto, op cit, p 2.Realizada por H. Ibarra.