Sagitario (22 de noviembre – 20 de diciembre).
2. Estamos al término de la trinidad del fuego. Si en Aries la potencia ígnea era visceral, y si, en el voluntarioso Leo, estaba consagrada a la magnificencia del yo, aquí esta fuerza se convierte en la de las decantaciones espirituales, en la de las iluminaciones de la mente y en la de las subidas interiores, mediante las cuales el instinto y el ego se superan y transcienden hacia lo sobrehumano. Una figura de sublimación es la que representa a este signo: un centauro con los cuatro cascos plantados en el suelo, que se yergue ante el cielo, con un arco tensado en las manos y orientando su flecha en dirección a las estrellas. Cuadro de una criatura llena, que instala su vida en la mayor apertura al universo. Se le hace corresponder precisamente al signo Júpiter, principio de cohesión y de unificación, fundiendo en la unidad global de una amplia síntesis lo terreno y lo celeste, lo humano y lo divino, la materia y el espíritu, lo inconsciente y lo supraconsciente.
3. En la tradición de los Upanishad, el sagitario, que es el hombre que tiende a identificarse con la saeta, se consagra a la exaltación del brahmán, cuyo conocimiento asegura la liberación del ciclo de los renacimientos. Es curioso observar que esta liberación del ciclo coincide efectivamente con el fin de la siega y de la vendimia, al comienzo del invierno, cuando toda vida parece aniquilarse. «Lo que es brillante y más sutil que lo sutil, aquello sobre lo que reposan los mundos y los habitantes de los mundos: he ahí al brahmán imperecedero. Es el aliento, es la palabra, el espíritu; es lo real, lo inmortal. Has de saber querido, que ése es el acertero. Habiendo tomado como arco la gran arma de los Upanishad, que disponga en ella la flecha afilada por el homenaje y que lo tense por medio de su mente, que ha alcanzado la entidad. Has de saber, querido, que ése es el acertero».
Según se enseña: la sílaba Om es el arco, el atman es la saeta y el brahmán la fama. (Hay que alcanzarla sin dejarse distraer, Hay que hacerse semejante a la flecha» (Mundaka Upanishad, 11, 2, 2-3-4; VEVD, 421).
La saeta, a la que se asimila el saetero, realiza la sin tesis dinámica del hombre que vuela hacia su transformación, por el conocimiento, de ser animal en ser espiritualizado.
Fuente:
Diccionario de los símbolos
Jean Chevalier & Alain Gheerbrant.
(Traducción: Manuel Silvar & Arturo Rodríguez).