Tutecotzimit

El Pastor y el Rey

Por Francisco Gavidia

El hilo de agua que se llama Acelhuate le fue dado al antiguo vecindario, por la Estrella de la Mañana, el Quetzalcoatl que se adoraba en el valle.

En las márgenes de un remanso, a la sombra de unos grupos de balsamares, está el pastor Tutecotzimit con su rebaño de pavos reales. Pende en un bálsamo —que gotea por sus heridas cristalinas las gomas que perfuman el paisaje y lo vuelven encantado—, pende el escudo de oro del pastor, y de un tahalí de piel de jaguar, su espada de ónice. Una tienda de plumas multicolores, como las que se venden al Ahpop y los Ahaus de Opico, ofrece un refugio contra los rayos del sol a la hora en que el Tonatiú encrespa en el cenit su plumaje candente.

Una flecha sale del boscaje; un pavo real herido en el costado, lanza un alarido. El inmenso rebaño vuela y un momento el aire se llena de los cambiantes multicolores y de los matices metálicos de las aves favoritas de la Estrella Matutina. Un arco gigantesco en la siniestra; acomodando una nueva flecha en el nervio vibrante; la silueta de corzo que han heredado las realezas del país de los príncipes de Palenque—del boscaje se desprende un cazador. Viendo al pastor, ríe y se burla.

Es el Rey, el sanguinario Cuaucmichín.

Al mismo tiempo el pastor, con su espada, ha hecho sonar el escudo. Un sonido melodioso como el canto de un pájaro se ha internado por las arboledas, y en los claros de las avenidas han aparecido los Chanes. Estos flecheros de raza, flecheros de padres e hijos desde los tiempos de la guerra de Nachán y de Tula, guardan los rebaños. A una señal del pastor sus armas se bajan.

 —Pastor —dijo el Rey de Cuzcatlán, el Cuaucmichín—, los sacrificios de hombres, sin los cuales no prospera la guerra que he establecido, han regado un secreto rencor en el reino. Mas todas las familias de Reyes fueron destruidas. No queda nadie para sentarlo en el trono si derribasen a Cuaucmichín.

 —Te estaría mejor, Rey —repuso Tutecotzimit—, aconsejarte de la Estrella de la Mañana, que del cruel Dios del Acaso y de la Emergencia, Paynalton, el horrendo Huitzilipochitl. Nosotros no adoramos la Suerte. No sacrificamos a la Casualidad. La Estrella de la Mañana nos impone definiciones claras. Tocante a dinastías, te diré lo que me dijeron mis padres sobre esto: El primer Rey que hubo en el principio del mundo tuvo diez hijos; estos diez, cien; estos cien, mil; estos mil, diez mil; estos diez mil, cien mil; estos cien mil, un millón; este millón, diez millones….

—En efecto —dijo Cuaucmichín—, un descendiente de Rey, como cualquier otro hombre, tiene lo menos diez hijos.

 —En tres mil años —continuó el pastor—, los cien millones de habitantes de estas tierras, como los de cualquiera otra, han llegado a ser todos descendientes de la familia de sus Reyes. Por eso el Rey es “padre” y los súbditos son “hijos”, es decir, que todos somos iguales.

Volvió a reír Cuaucmichín, y dando a su séquito el pavo real muerto, como buena presa, alejose, sin tomar en cuenta las lágrimas que por el animal prodigioso derramaban los Chanes en las entradas de las avenidas.

En efecto, cuando la revolución derribó al rey pipil, sucedióle el pastor, que era de los antiguos mayas.

Fuente:

Obras de francisco Gavidia, 1913.
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Datos adicionales relacionados a esta nota

Tutecotzimit. Fue un gobernante del Señorío de Cuzcatlán, según los cronistas Antonio de Fuentes y Guzmán y Domingo Juarros. Fue sucesor de Guaucmichín.

Ahpop. Así se llamaba a un jefe maya, que era representado sentado en un petate o estera.

Ahau. Palabra de origen maya para referirse a un jefe o cacique.

Cuaucmichín. Fue un jefe militar que gobernó el Señorío de Cuzcatlán de forma tiránica, predecesor de Tutecotzimit.

Chanes. Por lo que se deriva de la lectura del texto escrito por Francisco Gavidia, estos eran expertos flecheros que transmitían sus conocimientos a sus descendientes, de generación en generación.

Nachán o Nachan. Así se llamó una confederación precolombina cuya capital fue Tula. También se llamaba así a un jefe militar maya.

Tula. También llamada Tolán, era la antigua capital de los toltecas, cuyo apogeo ha sido datado que fue de 850 a 1150. Su ubicación exacta no se ha determinado, pero los historiadores creen que puede haber sido el sitio arqueológico en las cercanías de la actual ciudad de Tula, en el estado mexicano de Hidalgo.

Paynalton. En la mitología nahua era el delegado o emisario de Huitzilipochitl, dios supremo de la guerra.