A Quién Culpar si Donald Trump Gana las Elecciones de Noviembre en Estados Unidos

Doctora Jill Stein.

Por Esteban Balmore Cruz

Después de finalizadas las elecciones primarias en Estados Unidos de los partidos Demócrata y Republicano, con la nominación oficial de sus candidatos a presidente, Hillary Clinton y Donald Trump respectivamente, el hecho más remarcable es que queda en el ambiente político la sensación de que un sector importante de la población políticamente activa ha comenzado a repudiar el sistema bipartidista, al darse cuenta –por tantas irregularidades– que aún su propio partido no es nada más que un vehículo del poder y de la avidez del gran capital corporativo. Ha quedado claro que el electorado estadounidense ha sido presentado con la tenebrosa disyuntiva de tener que elegir entre los dos más popularmente repudiados candidatos que registra la historia. Escoger entre una candidata que adora la guerra y ha promovido conflictos sangrientos en diferentes partes del mundo, y un candidato fascista demagogo que proyecta un racismo desmesurado. Aunque hay terceras opciones (el Partido Verde y el Partido Libertario), por las características propias del sistema corrupto, éstas no gozan de la proyección que merecerían.

Pero si en algún momento histórico ha existido la posibilidad de que una tercera opción electoral trascienda resultados pasados, ese momento puede ser el próximo mes de noviembre, cuando muchos votantes desencantados con el amaño bipartidista, estarán votando, sin duda, ya sea por la doctora Jill Stein del Partido Verde, o por el exrepublicano Gary Jhonson del Partido Libertario. Claramente la mayoría de desencantados demócratas, gente progresista preocupada con la actual situación del país y la mejor informada políticamente, se volcará a votar por el Partido Verde, cuya plataforma recoge todas las propuestas de avanzada del popular candidato demócrata Bernie Sanders, e incluye otras mucho más progresistas. Esto obedece al principio que determina que la manera en la que el electorado demuestra su repudio en un sistema de dos partidos, es votando por una tercera opción o por un candidato-candidata independiente.

Este probable escenario ha llevado a muchas personas a considerar que si bastantes simpatizantes del socialista Bernie Sanders votan por un tercer partido, y el ultra conservador Donald Trump gana las elecciones, es decir el “mal peor” triunfa, habría que culpar por esta hipotética victoria al  Senador Sanders y sus seguidores. Esto se deriva del hecho de que, desde la perspectiva de dichas personas, el sistema bipartidista es incuestionable, de modo que votando fuera de éste, constituye una traición al partido de “izquierda”, pues –aunque usted no lo crea– en Estados Unidos se considera “izquierda” al derechista Partido Demócrata. Pero, por otro lado, desde el punto de vista de la filosofía política, se requiere que las personas voten por el o la candidato que más cercanamente refleje sus aspiraciones; y en este caso, para los y las simpatizantes de Bernie Sanders, esa candidata es sin lugar a dudas la doctora Jill Stein, del Partido Verde.  Desde esta perspectiva, el hecho que “el mal peor” o “el mal menor” gane las elecciones no es culpa de nadie, sino el resultado de la opción mayoritaria, que es en esencia en lo que se funda la llamada democracia representativa.

Lo preferible en esta circunstancia sería la implementación del modelo de voto preferencial, pero eso requeriría una reforma substancial del sistema bipartidario, y tanto las cúpulas demócratas como republicanas, no están dispuestas a ello porque saben que no les favorecería, y no están dispuestos a soltar el poder mientras continúen ganando elecciones de manera alternada, puesto que la alternancia es parte del juego político bipartidista.

Si el señor Donald Trump gana las elecciones y el mundo entra en un periodo de mayor turbulencia que la actual, si es culpa de alguien, será de los que nos han llevado a la situación actual, donde es difícil vislumbrar una lucecita de esperanza.

Al final, para las grandes mayorías burladas, no sólo en Estados Unidos, sino en la mayoría de países, por el sistema electorero amañado, lo que queda es continuar empleando las formas de lucha que estén disponibles: denuncias, movilización, protesta, y también ejercer el derecho al voto por la mejor opción, o anularlo en señal de repudio al sistema injusto.