La Revuelta de 1932 en El Salvador

Esta breve narración ha sido reproducida manteniendo la ortografía original que difiere poco de la actual para conservar su integridad. Debe tomarse en cuenta que «Martínez» se refiere al general Maximiliano Hernández Martínez, quien había asumido el gobierno por medio de un golpe de Estado, y que fue quien ordenó la masacre. También es de señalar que el término «comunistas» difícilmente se les puede aplicar a los campesinos indígenas (la inmensa mayoría analfabetas) que participaron en la insurrección.


SE INICIA LA REVOLUCIÓN

 La revolución se inició el 22 de enero de 1932. Las fuerzas rebeldes se tomaron San Julián, con 3 mil hombres; Nahuizalco, con unos 1500, Juayúa, con 3600, Salcoatitán 600; Armenia 1200, Izalco 6000, Sonsonate (las haciendas El Canelo y Las Lajas, San Isidro) con unos 3000, Tacuba con 2000. El Cuartel General de los rebeldes estaba situado en Juayúa, donde se encontraba el líder campesino Francisco Sánchez, y donde más atropellos cometieron los alzados, sobre todo, los ebrios. En total, los revolucionarios, no pasaban de unos 16 mil, todos campesinos y obreros. No contaban con instructores diestros, ni jefes capacitados en las cuestiones militares, sus armas eran machetes, cumas y algunos fusiles decomisados a la Guardia.

 El gobierno, en cambio, para repeler el levantamiento, designó al Ministro de la Guerra Coronel Carlos Borromeo Flores para controlar la situación de los departamentos de San Salvador y La Libertad y al General José Tomás Calderón para someter a los revolucionarios de Santa Ana y Sonsonate. Calderón procedió, según órdenes de Martínez, en forma drástica, Fusiló centenares de hombres, mujeres, ancianos y adolescentes. En la ciudad de Juayúa, donde los comunistas asesinaron bárbaramente al Sr Emilio Readeli y a su familia, el jefe del departamento militar ordenó que se presentaran al Cabildo Municipal todos los hombres del pueblo, y allí cuando las familias del lugar estaban reunidas, bloqueó la salida de las calles adyacentes y desde lo alto de las casas le ametralló hasta no dejar a nadie en pie.

 El Gral. Jesús M. Bran, al mando de la Guardia Nacional, desarrolló la mayor parte de operaciones militares del gobierno, equipado con ametralladoras, fusiles y buen equipo de transportes. También intervinieron como jefes el Gral. Alfonso Marroquín y el Coronel Tito Tomás Calvo, quienes pidieron ser los expedicionarios de la región de Sonsonate, en vista de la matanza que, sin discriminación, allí se hacía.

 La revuelta duró del 22 al 26 de Enero de 1932. Mientras los sangrientos sucesos ocurrían, los líderes comunistas, Farabundo Martí, Alfonso Luna y Mario Zapata, éstos dos últimos de La Estrella Roja, fueron capturados el 19 y condenados a muerte por el Consejo de Guerra que los juzgó. El 1 de Febrero, ante las súplicas y los recursos legales, Martí, Luna y Zapata fueron fusilados.

 Momentos dramáticos fueron éstos de Enero de 1932. El campesinado y el obrerismo quedaron horrorizados de la matanza, de la cual se dieron datos en la prensa. El Gral. Calderón fue uno de los que, en telegrama, informó que había “liquidado” 4 mil comunistas en pocas horas.

 El gobierno inglés envió un crucero, con tropa suficiente, para desembarcar en el puerto de La Libertad. El Gral. Martínez no consideró necesaria la ayuda extranjera para el exterminio de los indígenas engañados, ebrios por la demagogia y el aventurerismo político.

 El gobierno de Martínez ordenó que se cavaran fosas comunes para la desaparición de los millares de cadáveres. En carretas, amontonados, unos encima de otros, se trasladaron los muertos, dejando a su paso un reguero de sangre.

 Ante la actitud genocida del gobierno de Martínez, reaccionó en forma favorable el alto capital, la pequeña y mediana clase media y aun sectores obreros y artesanales de la capital, tanto así que, después de la fracasada revuelta, se organizó la famosa Guardia Cívica, en la cual militaron abogados, médicos, estudiantes universitarios, maestros, obreros, las clases acomodadas y hasta algunos comerciantes. La Guardia Civil rondaba, por las noches, las calles de la capital. Lo mismo que en algunas cabeceras departamentales y fue responsable de la muerte de algunos ciudadanos.

Fuente:

Historia del Periodismo en El Salvador
Ítalo López Vallecillos