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(En el aniversario-denuncia de la masacre del Mozote)
Por Esteban Velásquez*
Pueblo mío… ¡Pueblo nuestro!
Herencia chiquita mía
milpa labrada con amor
paso a paso,
quebrada a quebrada,
vereda a vereda
corazón a corazón.
¡Quisieron eliminarte para siempre!
Extirpar la raíz.;
Desenterrar la semilla oculta
en lo más humilde,
como siempre.
En cada Belén de Judá que sigue pariendo la historia.
Quisieron hundir un sueño eterno.
¡El despertar que, siglos después, tu conciencia comprendió!
¡Quisieron arrasar la tierra que yo mismo cultivé
la viña que mi Padre me encargó!
Pero lo que para ellos fue ilusión
hoy es para ti el mayor grito
el mayor desafío
la más interpelante pregunta sin respuesta
la que les puede hundir aún más en el desprecio de los pueblos
y el olvido de la vida
…El único olvido cabal.
Nunca calculan los asesinos de mi pueblo que es a mí y a mi plan al que intentan aniquilar, nunca calculan los asesinos de mi pueblo que mi estrategia contempla el resurgir entre cenizas, cruces, huesos, cadáveres, sepulcros… y siglos.
¡No habrá ni una sola cicatriz de cualquiera de mis ovejas que
no vuelva yo a curar con ternura!
¡No habrá ni una sola bala
ni un solo machetazo
ni una sola cuchillada
ni siquiera un solo desprecio
del que yo no pida cuenta al hermano que atentó contra su hermano,
inocente e indefenso!
¡No habrá ni un solo niño carbonizado
al que yo no vuelva a soplar mi aliento de vida en las moradas eternas!
…Porque yo soy un Dios celoso,
pero quiero perdonarles cuando reconozcan sus culpas con lágrimas de amor.
Quiero perdonarles cuando cumplan su sentencia con corazón humano.
Quiero perdonarles cuando por estos caminos y veredas
vuelvan a transitar libremente catequistas y activistas
que hablan del reino, de Dios… y su justicia.
…Porque también soy un Dios misericordioso.
¡Pueblo mío! ¡Hoy es día grande para ti!
Porque el poder del Altísimo te ha cubierto con su gloria
y tu paso libertario anuncia ya en el horizonte de la paz
el derribo de su trono de los poderosos y soberbios.
Los Herodes y Pilatos
del norte y sur.
Los que no aprendieron en Vietnam ni en Nicaragua
ni en el San Vicente de Aquino ni en el Teotepeque de Farabundo.
Los que pensaron callar a San Romero de América.
Y a los fieles y militantes hijos de Ignacio.
Los que todavía blasfeman con su boca con el derecho internacional.
Y el respeto a la constitución que no cumplen.
Los que se atreven a desafiar mi alianza eterna con los pobres
y humildes de la tierra.
Hasta las piedras gritarían
Si se intentara de nuevo sofocar
en 1992
el grito inocente de estos niños
que reivindican el lamento de dolor
de aquellos hijos de Raquel
arrancados de los pechos de sus “nanas”
en el siempre presente diciembre del 81
de santo y revolucionario lugar del Mozote,
valle de ignominia y de esperanza
de este pulgarcito Salvador,
retoño de la raíz de José
en la cintura ardiente de América,
¡Centro América… nuestra!
Velásquez. Sacerdote que acompañó con su labor pastoral la lucha del pueblo salvadoreño, habiendo pasado varios años en el norte del oriente del país, participando de los sacrificios y limitaciones que imponía la situación bélica. También fue uno de los mayores colaboradores del proyecto cultural revolucionario Agrupación Libre de Artistas de Morazán, ALAMO. Este sentido y hermoso poema fue publicado en el número 2 de la revista Álamo, en marzo de 1992.