Accidente en el Taller de Explosivos del Cantón La Guacamaya (III)

Por Fidel A. Romero

TERCERA PARTE (Final)

El improvisado
hospitalito había cambiado a mi regreso. Todo se veía limpio
; los heridos habían comido y bebido; el hedor desagradable
ya no lo era por los milagros de la creolina; se notaba el trabajo hecho por el
equipo de brigadistas, “ya se graduaron
con esta emergencia”
, pensé para mí mismo. Vi las caras de desesperanza al
verme llegar con casi las manos vacías y sin el esperado galeno empleado del
ministerio de salud en aquel pueblo. Me entregan un correo que recién me
mandaba Quincho en respuesta al mío, con un mensaje que podría resumir así:

En el taller de La Guacamaya.

Compañero Fidel, entiendo tu preocupación
por lo escaso de materiales y personal que te puedan ayudar a resolver en
atender a los heridos.  Envié un correo
al Tortolico con la misión de encontrarlo y llevarlo al Escondido, calculo que
el día de mañana por la tarde es posible que se junten, también le dije que
recoja parte de materiales si hay en el área del torto.  Confío en todo lo que tú puedes hacer por los
compañeros.  En unos días cuando haya
pasado la emergencia allí, es necesario que te regreses a La Laguna y que
Alberto se quede viendo los heridos.
Con
la inquebrantable decisión de luchar por la revolución salvadoreña hasta vencer
o morir”
. Quincho.

El mensaje estaba
claro, tenía que operar a Chilo solo, sin ayuda y sin materiales. Los
brigadistas observaban mis reacciones con el ceño fruncido expresando la
incertidumbre del momento.  Como
sonámbulo entré a la sala seguido del equipo de enfermeros improvisados.  Allí estaban todos sin quejarse. Eché un
vistazo rápido a los cuerpos embarrados con ungüento y cubiertos con gasa; ví
el trabajo intenso realizado por el equipo de brigadistas; observé a Chilo que
estaba rodeado de sus familiares, quienes eran muchachos jóvenes, y un señor de
mediana edad, que adivino por la semejanza que es su padre. Caminamos hacia
ellos, diciendo a la vez:

Excelente trabajo, muchachos. Me siento bien
encontrar hecho todo lo que está a nuestro alcance, pero tenemos dos días más
que son críticos para saber con certeza el efecto de nuestra labor traducida en
franca recuperación de los compañeros. 
Por el momento, es urgente atender a Chilo, y continúen ofreciendo
líquidos al resto. Son las 4:00PM y sólo tenemos 2 horas de luz de día; se
necesita actuar rápido, pero antes veremos qué pasa con Chilo.

Sin esconder mi
expresión de incertidumbre informo a los parientes la situación real de
expectativa de vida de Chilo:

Siento de veras estar en esta situación de
carestía para hacer mi trabajo y ayudarle; no tenemos materiales ni equipo
adecuado para realizar la operación de laparotomía exploradora[1],
no hay anestesia general ni local; nunca antes he hecho la operación que Chilo
necesita, sólo he sido ayudante algunas veces en los hospitales, de tal forma
que…
— En este punto soy interrumpido por una voz suave pero
segura a la vez que una mano agarra la mía con fuerza, sintiendo la energía
física y vital de los 20 años de Chilo, diciendo
:Dios y usted me ayudarán a salir de
este problema; yo me voy a aguantar el dolor; no necesita la anestesia; usted
con la ayuda de Dios puede hacerlo”
. Esa
voz suave pero segura, acompañada del apretón de manos, sumada a la mirada
suplicante, me dieron esperanza y fuerza para continuar explicando.

“El problema no es sólo de voluntad.  Me explicaré mejor: es necesario abrir más tu
herida, agrandarla y revisar tus intestinos y parte de tus órganos; hay que
corregir daños si los hay; lavar con mucho cuidado lo que está afuera y luego
introducirlos a su lugar.  En todo ese
proceso, que pudiera durar unas 2 horas, tendrías dolores agudos que,
involuntariamente, sacarían los órganos impidiéndome introducirlos en su puesto
y dificultando el cierre porque hay que suturar en tres planos tus capas de
tejido para que te recuperes. Pero si hasta allí se hace bien todo, en estas
condiciones que tenemos, podrían haber complicaciones[2]
de infecciones que te llevarían rápido a la muerte.  Ese es el panorama.”

Si es así, ayudamos a tenerlo entre los cuatro,
dos en los pies y dos en las manos y cabeza, y usted hace su trabajo tranquilo.
Le ponemos un trapo en la boca para que lo muerda y se aguante, pero hagámoslo
ya, antes que se venga la oscurana 
dijo mi tocayo, que hablaba como jefe de la familia.

Haremos todo entre todos, acerquen esa mesa
con el agua estéril[3];
todos a lavarse bien las manos hasta los codos; pongan la cama más al centro para
que estemos a su alrededor; Rubén que se encargue de hacer posta y que nadie
entre hasta donde estamos nosotros trabajando. Tú, Noé, serás mi ayudante. ¿Hiciste
limpieza del abdomen de Chilo cuidando del agua hacia afuera de la herida?

Sí.

Estamos listos entonces. Hay que tener a la
mano estas toallas esterilizadas de antemano, hervidas y secadas con plancha de
carbón, que son buenas secantes para ver con rapidez el área que se descubra.

La herida donde
salían los intestinos con su epiplón es unida con la quirúrgica vertical media,
sin cuidar mucho lo de los planos. Se ve lo blanco de los tejidos que despacio
se tiñen de rojo hasta alcanzar la capa que cubre los órganos internos, los
cuales de inmediato salen por la tensión de los fuertes músculos del joven quien
resiste con estoicismo, escuchándosele solamente una respiración gruesa y sin
quejidos, sobresaliendo la edema de los que han estado de fuera por más de 24
horas, descubriéndose con algunas laceraciones sin perforación. Se revisa buen
tramo a ambos extremos, encontrándolos limpios de lesión. Con mucha suavidad y
después de haber lavado externamente, empieza la tarea que consideraba más
difícil: mantener adentro de la cavidad los intestinos de tal forma que permita
suturar por planos. No recuerdo exactamente cuánto tiempo duró aquella inusual intervención
quirúrgica, pero sí recuerdo que cuando quise incorporarme y ponerme erect, no
pude hacerlo.  La cama de cordeles de
pita no tenía la altura adecuada, había hecho todo el trabajo encorvado, mi
espalda estaba insensible y poco a poco fui enderezándome hasta quedar recto
con un dolor que dije a mí mismo: esto
debe ser mínino comparado con lo sentido por Chilo sin la anestesia.

Ahora solo nos queda esperar, controlar su
temperatura y cubrirlo con antibiótico.

Tengo uno embutido para algo especial me
comenta Noé
—. Lo saqué y está en la mesa. Era
una caja conteniendo inyecciones con un nombre desconocido:
gabroral.
Veo que es de la familia de los amino glucósidos y sin tener opción le indico
inyectar cada 12 horas
. Al terminar cada suero se pone otro con el
mismo goteo, nada por boca hasta que se tire un ventoso.  Todos me miran como si hubiese dicho algo
inapropiado y les repito la frase: es importante que se controle la temperatura
y que sepamos cuando pases aire por el ano que se llama ventoso o pedo, por
favor avisas”.

Esa noche
terminamos sacando la metralla de las piernas de Chilo; no recuerdo cuánto,
pero en broma le decía que pesaba más por las piedras y pedazos de hierro que
le sacamos. Tampoco recuerdo a qué horas terminamos pero sí que fuimos
alumbrados con lámparas. Felipe nos llevó una caja de baterías y para que
descansaran los brigadistas, él mismo se ofreció a alumbrarnos y hacer la
primera hora de posta. Fue entonces que me dijo: “Antes que te vayas a descansar te doy una noticia buena. ¡Mañana por la
tarde me han prometido traerme todo lo de la listita que me distes!

No sabes lo que eso significa para la
recuperación de los compas, Felipe.

Claro que lo sé. Y por qué crees que la
tendremos entonces, 
responde
con una sonrisa cómplice.    
Fue imposible
dormir ese rato de madrugada; eran muchas las emociones desde la noche anterior;
la incertidumbre desde que recibí la orden de moverme al Escondido; el camino,
lo visto en el lugar, y lo hecho hasta el momento. No pude conciliar el sueño;
mi cabeza estuvo ocupada con todo aquello tratando de explicarme la decisión de
Chilo y su familia, su sacrificio de soportar aquella grotesca operación[4]  realizada. 
Fui en dos ocasiones a ver si dormía, a chequear su curación y signos
vitales, su segundo suero aplicado; todo normal, había que esperar.

La tarea de
extracción de la metralla continuó después del desayuno y chequeo a todos.  Se veían cambios; la temperatura había subido
casi un grado en todos. Mis temores aumentaban sobre complicaciones. Nosotros
continuábamos con aquel equipo nuevo de campesinos bajo entrenamiento
práctico.  Todo era explicado a ellos la razón,
hacían preguntas lógicas respondidas tratando de simplificar la
explicación.  Noé, Alonso Y Rubén, además
de ser los de mayor edad y experiencia, también lideraban la curiosidad por
saber el paso a seguir. “Preocupémonos
por hacer bien nuestro trabajo, como hasta ahora, esperemos resultados de
franca mejoría a partir de mañana.  Esta
leve subida de temperatura podría considerarse normal por la destrucción de
tejido que tienen en las aéreas chamuscadas y lesiones de la metralla.  Hoy debemos terminar de extraerla a todos y
espero que llegue ayuda para hacer la amputación.  Este muchacho sospecho que es quien más ha
perdido sangre de todos, a partir del mediodía, y tan pronto lleguen las
medicinas de Felipe, le aplican un suero para mantener vena, a pasar en 12
horas”.

“¡Hola hermano! Me dijeron que estaban en
apuros, según el correo. Vine al nomás enterarme”.  Fueron las primeras
palabras de Alberto al llegar.  Venia
sudorosos y caminando como un principiante de aquellos caminos. Se veía molido,
pero no se quejaba. “Te estoy esperando
como agua de mayo”, fue mi
respuesta. “Toma agua y vamos adentro para que veas y des tu pronóstico”. Se
siente la alegría en todos los del lugar por la incorporación al trabajo del
visitante.  Al saborear un huacal de puro
café después de la rápida revisión, todos con Alberto y afuera de la casa bajo
la sombra de un árbol escuchamos su pronóstico:

“No debemos hacernos ilusiones, la mayoría se
va, quizás 2 se salvan. Los recursos son demasiados limitados; tú sabes que
hasta en los mejores hospitales del mundo este tipo de lesionados se complican
y mueren”.

Concuerdo con tu opinión pero siento que estamos
ante algo diferente, una nueva experiencia en donde la juventud, el deseo de
vivir con la ausencia de resistencias hacia cepas microbianas[5]
serán nuestros mejores aliados.

Reflexivo, viendo
lentamente hacia los lados y con un movimiento también lento con su cabeza, Alberto
hace énfasis: “¡Nooo, hermanos! Trabajemos
pero no seamos ilusos”.

Aquellas poco
optimistas palabras fueron acompañadas con el fallecimiento del compa al
momento que hacíamos la amputación, que aparte de su brazo también fue generosa
la explosión cercenándole sus partes nobles y buen porcentaje de su piel.  Fue duro el escuchar las expresiones de dolor
de la familia a quienes debimos convencer primero de lo necesario de hacer la
amputación, de l imposibilidad de recuperar aquel demolido brazo; que era más
importante la posibilidad de sobrevivir que conservar el brazo.  Muy diferente postura  sostenían los parientes de Chilo que todo era
comprensión, cooperación, confianza, fe con estoicismo de guerrero espartano.

Era la medianoche
de mi tercera noche sin dormir. Soy presa de pesimismo, siento deseos de llorar
¡y lloro! No sé por cuanto tiempo, sintiendo un calor interno en mi rostro y cabeza
que invade todo mi cuerpo. Las lágrimas cálidas mojando mis mejías, un nudo en
mi garganta, una terrible sensación de soledad. Abandonado de recursos y
asistencia adecuada.  Es la crudeza de
las limitaciones en el campo en un ambiente de preguerra, aunque según rumores,
en Morazán durante ese año se ha ido instalando la guerra, que aún no está
declarada.  Ahora sólo nos quedaban 7;  aquel muchacho fue el primer fallecido bajo
mi cuidado en la guerra.  Los compañeros
brigadista al amanecer observaban nuestras expresiones poco optimistas. En
nuestro mutismo entendían la angustia de impotencia que  nos albergaba.  Y reflexioné:

…Cuánto recurso humano material
hay en el centro médico nacional, en donde habían protestas para mejorar
condiciones, pero en aquel incipiente frente rural de guerra, en La Guacamaya,
estábamos a años luz de tener algunas mínimas condiciones para atender
decentemente a aquellos que ofrendaban lo mejor para hacer avanzar el proceso,
teniendo sólo la fe en un futuro mejor para su descendencia al ser parte de la
mejora de la sociedad…


Mi estado anímico
mejoró hasta una mañana que vi a Chilo, quien cumplía su segundo día de
movilización temprana y tres de operado. Se movía para ir a orinar afuera, sin
ocupar el bote,  y me dijo: “Compa Fidel, le informo que me han salido un
par de pedos”.

Bueno muchacho, es la mejor noticia que he
recibido desde hace mucho, tenemos la mitad de la batalla ganada contigo, estás
ya en franca recuperación y hoy inicias tus líquidos, mañana comida blanda y
fuera ese suero.

El cuarto día
recibo otro correo de Quincho que enviaba con dos guías que me acompañarían de
regreso a La Laguna para organizar el desplazamiento de todos los heridos
crónicos y recientes del sector oriente de la calle negra hacia El Escondido.  Ya era insostenible la situación y tenía que
evacuarlos hacia La Guacamaya, en donde habían mejores condiciones para
resguárdeselos en las estribaciones montañosas de los cerros, en cuevas. etc. No
dejaba de preocuparme la situación dejada con los accidentados en el taller. Chilo
en convalecencia, en dos días se le quitarían los puntos de la operación, el
resto en franca mejoría pero aún podrían afectarse si se metían a cuevas con
mayores limitaciones para su cuidado.

…Al terminar la guerra civil y
comentarle al jefe del ciclo clínico de la Facultad de Medicina y jefe del
servicio de cirugía del Hospital Rosales, me sugirió que incluyera esa
operación hecha a Chilo, como parte de mis memorias a presentar por escrito a
la Facultad de Medicina de El Salvador, como último requisito para optar al título
de Doctor en Medicina, memorias presentadas en diciembre de 1992 con el título
de: Una década de experiencias en el campo de la salud.  Ahí está descrita esta operación que el Dr.
Melvin Guardado comentó no haber precedente en la historia de la cirugía, jamás
había sido reportado algo similar. 
Chilo, se salvó, pero no pudo salvarse de una emboscada enemiga al norte
de La Unión 4 años más tarde….

A continuación, parte del testimonio de José
Márquez “William” quien tenía 13 años y que es sobreviviente de ese accidente
en La Guacamaya
.

cuando entró el
primer operativo del ejército a La Guacamaya que fue cuando masacraron a la
familia de Felipe Torogoz el 22 de Octubre del 80, eso para tener un parámetro.
    El accidente ocurrió en la casa del Sr. Esteban Guevara y la
clínica se instaló en la casa de Efraín Márquez (este murió en la masacre del Mozote).
Esta es la lista de fallecidos:   1.-Fulgencio Romero;  2.-Atilio
Márquez (Tilo);  3.-Jacinto Sánchez;   4.-Alonso Márquez (Flamenco);
 5.-Fabian Márquez (Fabio) estos 2 eran hermanos;   6.-Tereso de
Jesús Pereira (Mario)  7.-Francisco Pereira (Rosa) estos dos últimos
también eran hermanos. Recuerdo que fueron 8 muertos pero no recuerdo el nombre
del otro.  Si te recuerdas el último que murió después que se le amputó el
brazo y tenía cercenados sus partes nobles ese era Fabián Márquez[6].
  Los heridos graves como tú ya sabes era Chilo el nombre real era
Francisco Antonio Romero, también salió con quemaduras graves José Ángel Chicas
(Teto) caído en el 82. Los brigadistas que recuerdo eran: Matías Argueta
(Rubén) que conseguía medicinas porque él trabajaba en la clínica de Meanguera
y también Roberto Sánchez (Zaqueo).  

… Hay una
anécdota de los hermanos Pereira y es que días antes ellos cavaron una fosa
para refugio anti aéreo, pero en realidad ellos cavaron su propia tumba porque
en esa fosa fueron sepultados tres de los fallecidos en el caserío Los Planes.
Además los hermanos Pereira también eran hijos de Don Fidel Romero[7],
pero no de la mamá de Chilo…

…Bueno después
de casi 33 años, creo que ya me falla la memoria, pero eso es lo que recuerdo,
desafortunadamente ya somos unos pocos sobrevivientes que presenciamos ese hecho
insólito; pero espero que te sirva la información y cualquier pregunta no dudes
en contactarme.

Fraternalmente
José M. (William)


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[1] Una laparotomía se efectúa cuando los órganos internos, como el apéndice, los intestinos, el esófago, estómago, colon o vesícula biliar, se perforan debido a enfermedad o traumatismo. Se administra anestesia general. Se hace una incisión en el área inferior del abdomen. Las incisiones pueden efectuarse en la línea media entre el esternón y la parte baja del abdomen (el pubis), o transversas a través de la parte baja del mismo, dependiendo de la enfermedad sospechada o del área de traumatismo. Sin embargo, en sujetos con enfermedad poco clara o síntomas difusos, se usa una incisión en la línea media para explorar todo el abdomen. La incisión abarca la piel y los planos musculares, y se abren de modo que la cavidad abdominal se pueda visualizar directamente. Después de que se localiza la fuente del problema y se corrigen al usar procedimientos quirúrgicos estándar, la incisión se cierra con material de sutura quirúrgico (suturas) o grapas metálicas. Quizá sea imposible corregir el problema durante la laparotomía, y tal vez se requiera una intervención quirúrgica subsiguiente. Si hay afección del estómago o de los intestinos, se puede insertar un tubo de caucho o de plástico por la nariz y el esófago hasta el estómago para drenar el contenido mientras sana el área afectada. ( http://es.mdhealthresource.com/disability-guidelines/laparotomy)

[2] Las complicaciones comprenden alergia o respuestas anormales a anestesia, perforación no intencional de un órgano, sangrado excesivo, infección de la herida o sistémica, o formación de tejido cicatrizar interno y dolor crónico. Si hay peritonitis y no se trata con rapidez, puede conducir a insuficiencia de múltiples sistemas y muerte. La laparotomía tardía en presencia de traumatismo puede llevar a sangrado excesivo o mortífero.( http://es.mdhealthresource.com/disability-guidelines/laparotomy)

[3] Agua preparada artesanalmente hirviéndola y enfriada puesta en recipientes estériles.


[4] La cual está descrita en las memorias presentadas a la Facultad de Medicina de El Salvador como último requisito para optar al título de Doctor en Medicina. Memorias presentadas en Diciembre de 1993 con el título de: Una década de experiencias en el campo de la salud.

[5] No habían infecciones nosocomiales, muchos nunca habían conocido un hospital aún,

[6] Es quien se nos murió al momento de operarlo con Alberto.

[7] Mi tocayo, a quien recuerdo bien por tener mi mismo nombre, además de su espíritu de cooperación y temple para enfrentar la tragedia.