Resumen de la Obra «Las Ranas»

Por Esteban Balmore Cruz

Tipo de obra: Drama
Autor: Aristófanes (448-385 a. C.)
Género: Comedia
Ubicación: El inframundo, siglo V a. C.
Primera presentación: 405 a. C.
Personajes:

Baco, dios del vino y la diversión
Jantias, su esclavo
Heracles, héroe mitológico
Un muerto
Caronte, balsero del Hades
Coro de ranas
Coro de iniciados de los misterios eleusinos
Éaco
Una criada de Proserpina
Dos taberneras
Eurípides, el famoso dramaturgo griego
Esquilo, otro reconocido dramaturgo griego

Comentario breve

Los certámenes trágicos y cómicos se celebraban en honor a Baco por haberse  originado en sus fiestas, pero este dios se encontraba insatisfecho con las tragedias que se representaban después de que Sófocles y Eurípides murieron, por lo que decide viajar al inframundo en busca del poeta más dotado. En Las Ranas, la mente vigorosa de Aristófanes se pone de manifiesto en una sátira que permanece degustativa a través del tiempo. Usando como excusa el trato humorístico del sistema dramático de Eurípides, queda claro que el objetivo del autor es satirizar a los dioses y los poetas, haciendo burla irreverente de varias divinidades del Olimpo, particularmente de Baco, a quien presenta como cobarde y jactancioso. Con esto demuestra que la relación con los dioses mitológicos ya era irreverente en su tiempo, y que ya no eran más que figuraciones de diversión, no solamente entre las clases más desarrolladas, sino también entre la población en general que disfrutaba de las divertidas comedias. El politeísmo estaba alcanzando el punto apropiado para dar paso al monoteísmo.

Resumen

Hecha la decisión de viajar al Hades (que en la mitología griega es la región donde residían las personas muertas), Baco partió con su esclavo, Jantias, para visitar a Heracles, de quien el dios del vino esperaba obtener instrucciones para su viaje a las regiones inferiores, en tanto que este héroe ya había realizado la hazaña. En el camino, Jantias se mantuvo refunfuñando y quejándose de los muchos bultos que transportaba. El esclavo realmente iba montando un burro, pero se quejaba tanto en voz alta que Baco finalmente perdió la paciencia y sugirió que tal vez a Jantias le gustaría cargar el burro por un rato.

Al ser consultado Heracles, este aconsejó que Baco se dejara matar y así llegar de manera expedita al país de los muertos; pero Baco quería llegar allí vivo porque deseaba poder ver y hablar a los grandes dramaturgos, ya que los críticos le habían dicho que todos los que eran buenos estaban muertos y desaparecidos, y él estaba particularmente ansioso por conocer a Eurípides. Heracles era de la opinión de que se contentara con los dramaturgos que seguían estando vivos, a lo que Baco argumentó que ninguno de ellos era lo suficientemente bueno para él, por lo que, después de recibir las direcciones solicitadas, partió disfrazado con la piel de león y la porra de Heracles, mientras su esclavo continuaba quejándose de sus bultos.

Al llegar a la laguna Estigia, se encontraron con el tétrico Caronte, quien transportó a Baco al otro lado; pero el barquero del inframundo insistió en que el dios del vino tomara el remo, y ordenó que el esclavo caminara alrededor de la laguna hasta llegar al otro lado, ya que este se había deshonrado a sí mismo al no presentarse como voluntario cuando había sido requerido para participar en una batalla que resultó en una victoria naval. Pese a que Jantias trató de justificarse explicando que en ese tiempo había tenido malestar en los ojos, Caronte se negó a escucharlo.

Mientras Baco y Jantias hablaban con Caronte, un coro de ranas lanzó un graznido ronco, imitando a los ruidosos plebeyos en el teatro con una especie de aullido insensato. Baco se torció la espalda al usar el remo y las ranas pensaron que sus gemidos eran bastante chistosos. Durante todo el trayecto se escuchó el canto de las ranas, graznando a placer, insultando con su algarabía ruidosa las molestias que el dios iba experimentando (y aunque este episodio está desligado de la comedia, es el que le da el título).

Una vez transportado al otro lado, Baco pagó el pasaje correspondiente y se unió a su esclavo que esperaba, y andando, se encontraron con un monstruo que cambiaba de forma y que el dios se cuidó de evitar hasta que se convirtió en una hermosa mujer. Con mucha dificultad encontraron su camino hasta la puerta del reino de Hades; pero Jantias todavía se quejaba porque tenía sus pesados bultos. Allí a la entrada, Baco fingió tontamente ser Heracles, un error de su parte, ya que Éaco, el portero, se alzó en clamor por el rapto que el semidiós había hecho de Cerbero, el perro guardián de tres cabezas. Cuando Éaco amenazó con todo tipo de castigos, Baco se reveló tal como era en realidad, por lo que Jantias lo acusó de cobardía, pero el dios negó rotundamente el señalamiento.

Ante esta imprevista situación, los viajeros acordaron intercambiar sus roles: Jantias fingió ser Heracles y Baco tomó los bultos que había llevado su esclavo. Pero cuando los sirvientes de Proserpina se presentaron y ofrecieron a Jantias un excelente entretenimiento, Baco exigió que su personalidad legítima le fuera devuelta. Éaco regresó muy deseoso de castigar a alguien, y Jantias le dio permiso para golpear a Baco; pero este sostuvo que él era una deidad y que, por lo tanto, no debían apalearlo. El esclavo respondió diciendo que —dado que su amo era un inmortal— no tenía por qué preocuparse por la paliza. Éaco decidió que ambos debían ser apaleados rigurosamente.

Por último, Éaco decidió llevarlos a ambos ante Hades y Proserpina, monarcas del reino de los muertos, para aclarar quién de los dos era realmente la deidad. Éaco dijo que Baco aparentemente era un caballero y Jantias estuvo de acuerdo de todo plenamente, añadiendo que su divino amo no hacía nada más que disiparse y divertirse. Habían ya entrado al palacio de Hades, precisamente cuando allí había una conmoción por una terrible disputa entre Esquilo y Eurípides para dilucidar quién ocuparía el trono de la tragedia. La normas del inframundo establecían que el hombre más famoso de cualquier arte u oficio comía en la mesa de Hades hasta que alguno más talentoso en su campo muriera y viniera al averno. Esquilo había estado gozando de este privilegio que ahora reclamaba para sí Eurípides.

Éaco expuso que los dramaturgos tenían la intención de medir sus obras línea por línea, con reglas, y brújulas para determinar al artesano superior. Los dramaturgos en disputa debatieron, acusándose uno a otro de las faltas cometidas. Esquilo expresó que estaba en desventaja porque las obras de Eurípides murieron con él y estaban presentes para ayudarlo, mientras que sus propias obras aún vivían en la tierra.

Baco se ofreció a ser el juez y cada dramaturgo comenzó a defenderse. En medio de la acalorada disputa se presenta Hades. Baco ordenó a cada uno que recitara de sus propias obras. Eurípides parecía tener lo peor de este concurso, pero Baco se negó sabiamente a juzgar para no predisponer a ninguno de los dramaturgos contra él. Hades, por su parte, insistía hastiado en que eligiera un ganador y se lo llevara con él al mundo superior para detener la rivalidad innecesaria en inframundo.

Cansado de las sutilezas y argucias de su contrincante, Esquilo propone la prueba determinante de pesar los versos de  cada uno en una balanza, y consigue el triunfo. En  consecuencia, Baco se lo lleva a la Tierra, desentendiéndose  del compromiso contraído con Eurípides. Al partir, Esquilo  entrega el cetro de la tragedia a Sófocles, que ha presenciado la  disputa con un silencio lleno de modestia. Eurípides se quejó de la elección, pero se consoló cuando Hades dijo que podría estar seguro de una buena comida en el inframundo, mientras que Esquilo tendría que cargar para siempre con la tarea de ganarse la vida con sus intentos de reformar la locura y el mal en el mundo de arriba.