Resumen de la obra «El Asno de Oro»

Por Esteban Balmore Cruz


Advertencia:

Este resumen está basado en la traducción que en 1513 publicó Diego López de Cortegana (1455-1524), por lo que se utilizan los nombres de los personajes que él transmitió. Ya que hay varias traducciones de esta extensa obra en la que aparecen los protagonistas con distintos nombres, se considera necesario hacer esta aclaración.


Tipo de obra: Novela
Autor: Lucio Apuleyo (114-184 d. C.)
Género: Picaresco
Ubicación: Grecia, principios del siglo II
Primera transcripción: Siglo II
Personajes principales:

Lucio, rico mercader de Corinto, interesado en la magia.
Milón, un usurero avaro residente en Hipata.
Pánfila, renombrada hechicera, esposa de Milón.
Andria (Fotis), sirvienta en la casa de Milón y asistente de Pánfila.
Aristómenes, comerciante viajero.
Sócrates, un amigo de Aristómenes.
Carites (Gracia), una virtousa joven secuestrada el día de su boda.
Lepolemo (Tlepólemo), esposo de Carites
Tiaso, cónsul de la ciudad de Corinto,
Sumo sacerdote de la diosa Isis.

Comentario breve


 Las Metamorfosis o El Asno de Oro es una antigua novela que contiene una vasta variedad de relatos fantásticos que constituyen unidades por sí mismos, incluyendo una versión extensa del cuento mítico de Cupido y Psique, el cual, sin apartarse de la estructura del tradicional, agrega muchos detalles que le añaden colorido. Empleando un tono obsceno y sagaz, el autor logra que su enfoque sea una deleitable mezcla de observación aguda y fantasía folclórica. Todo parece indicar que la historia principal que define la unidad de la obra (la transformación mágica del narrador en un asno que conserva todas las facultades humanas, excepto la voz) es una alegoría del proceso de maduración de un hombre de la época. Pese al carácter fantástico de los relatos, que incluyen algunos hechos totalmente inverosímiles, la lectura es divertida y ciertamente entretenida, y lo más importante, contienen información valiosísima de las costumbres, valores morales, así como también ofrecen indicios de cómo pueden haber sido la delincuencia; la forma en que se reaccionaba a esta; las leyes; las torturas aplicadas por la justicia; el maltrato a los animales y a algunos esclavos; las prácticas sexuales, y la manera de hacer pactos y negocios, entre muchos otros. Las Metamorfosis o El Asno de Oro es la única novela antigua que se conserva íntegramente y la muestra esencial del género de las milesias, constituyendo una invaluable guía para quien desee conocer la vida de la población en general durante el Imperio Romano.

Resumen

 Cuando el joven corintio Lucio iba en camino hacia la ciudad de Hipata, en la región de Tesalia, dio alcance a dos extraños que contaban historias inusuales de la misteriosa vida de la comarca. Uno de los desconocidos, un comerciante llamado Aristómenes, a instancias de Lucio, contó una extraña aventura que había tenido en Hipata, el centro urbano más importante de la provincia en esa época del siglo II.

 Dijo Aristómenes que en cierta ocasión había ido al mercado a comprar miel y queso, pero descubrió que otro comerciante ya había estado allí antes que él y había comprado todo el suministro. Cuando se alejó desanimado, divisó a su amigo Sócrates, apenas cubierto con harapos, sucio y demacrado, sentado en el suelo, igual que un pordiosero. Sócrates había sido víctima de salteadores, quienes le robaron incluso la ropa que traía puesta. Impactado por la difícil situación de su amigo, Aristómenes logró convencerlo de que le acompañara; hizo que se bañara y le proveyó ropa limpia, llevándole en seguida a una fonda, donde le dio de comer y beber; y, por último, fueron hacia su propia habitación en el mesón donde se hospedaba para pasar la noche.

 Sócrates advirtió a Aristómenes sobre la dueña de la posada que era amiga de Meroe, la tabernera hechicera y lujuriosa que no le daba tregua con sus poderes mágicos. Esa bruja, que ya estaba entrada en años, pero que todavía era atractiva, cuando miraba a un hombre guapo, le quería como amante; en caso que el tipo rehusara a sus pretensiones, le convertía en una bestia o pájaro. Aristómenes estaba un poco asustado, por lo que después de asegurar el cerrojo, arrimó su cama contra la puerta para mayor seguridad. Ya Sócrates dormía profundamente.

 Aristómenes tenía poco de haberse dormido cuando fue despertado cerca de la medianoche por una sacudida violenta que arrancó la puerta de sus goznes lanzándola hacia el interior, tumbando al mismo tiempo a él y la cama, quedando el sorprendido comerciante atrapado debajo de la misma. Entonces, espiando por un espacio abierto de donde estaba aprisionado, vio dos mujeres ya mayores entrar en la habitación; una de ellas era Pantia, la dueña del mesón, con una antorcha flameante; y la otra, que supuso era Meroe, con una esponja y una espada desenvainada. Mientras la casera sostenía la cabeza del dormido Sócrates, la bruja le insertaba la espada en la garganta, acusándole de intentar huir de ella. Luego, la hechicera metió su mano por la apertura hecha con la herida y substrajo el corazón, depositando toda la sangre derramada en un odre que habían traído para tal efecto. En seguida, Meroe taponeó la herida con la esponja y ambas mujeres se marcharon tranquilamente, no sin antes rociar de orines la cara de Aristómenes.

 El comerciante intentó marcharse de aquel lugar inmediatamente después de lo acontecido, pero el portero del mesón se lo impidió, insinuando que si un crimen había sido cometido, sería culpado de ello. Para sorpresa de Aristómenes, al amanecer Sócrates no parecía haber sido lastimado, y se escabuyeron del lugar sin hacer ruido, evitando despertar a la mesonera. A pocas millas de la ciudad, se detuvieron para comer al lado de un riachuelo. Después de deglutir con gran apetito, Sócrates se inclinó para beber agua del arroyo, y mientras lo hacía, la herida en su garganta se abrió, la esponja se zafó y el infeliz cayó muerto. Este triste y terrible suceso provocó que Aristómanes abandonara la ciudad para irse a vivir como un desterrado a Etolia.

 Intrigado por este fabuloso cuento que acrecentaba más sus ansias por conocer episodios mágicos, Lucio se hospedó en la casa de Milón, a quien había sido recomendado por un amigo mutuo en una carta de recomendación que le había entregado. Milón era un rico usurero, famoso por su extremada avaricia y por ser el esposo de Pánfila, una reconocida hechicera en Hipata. Muy pronto, Lucio se sintió atraído por la irresistible Andria, sirvienta de la casa, con quien inició una relación amorosa sin ninguna dificultad. Durante las noches siguientes, mientras dormían juntos, Andria le contó a su joven amante muchas hazañas que se atribuían a su patrona Pánfila, a quienes los hombres temían, porque subyugaba con embrujos a cualquiera que ella apeteciera para llevarle a su cama.

 Paseando por la ciudad, Lucio se encontró con una pariente de nombre Birrena, una mujer adinerada con mucha influencia en la localidad. Ella le invitó a cenar y durante la comida le advirtió sobre los poderes mágicos de Pánfila, pidiéndole que se saliera de esa casa y viniera a hospedarse a la suya, pero el joven rechazó el ofrecimiento. Avanzada la noche y aturdido por los efectos del abundante vino, Lucio emprendió el camino de regreso a su morada. En la puerta, en la tenue claridad que permitía la oscuridad nocturna, el embriagado joven divisó a tres matones tratando de meterse en la casa de Milón, seguramente para robarle sus riquezas. Sin pensarlo mucho, se arrojó contra ellos, matándoles con su espada.

 Al día siguiente en que se celebraba el Festival de la Risa en aquella ciudad, Lucio fue arrestado y llevado a juicio público por asesinato de tres lugareños. Él estaba muy acongojado e intentó defenderse contando lo sucedido; pero las acusaciones y los testimonios en su contra eran contundentes. Lo que más le dolía era ver que los de la audiencia, incluyendo a su huésped Milón, apenas contenían la risa. En el último minuto se reveló que los tres «cadáveres» eran tres odres hinchados, que habían sido animados por la magia de Pánfila la noche anterior para engañar al joven alcoholizado, y que todo había sido parte de la broma principal en honor del amable dios de la carcajada.

 Ante la insistencia de Lucio, una noche Andria permitió que mirara por el orificio de la cerradura de la puerta del dormitorio de Pánfila. Con mucho asombro, el joven vio que la hechicera se untaba todo el cuerpo con un ungüento después de haberse desnudado, y que, luego de sacudirse como electrificada, le salieron plumas y se convirtió en pájaro, alzando vuelo inmediatamente. Deslumbrado ante aquel hecho, Lucio le exigió a Andria que embadurnara su cuerpo con ungüento para transformarse también él en una ave de vuelo majestuoso, y ella al fin consistió, no sin antes intentar que renunciara a la idea. Así fue como ella procedió a coger una cajita de pomada de aquellas que tenía su señora, untó el cuerpo de su amado, pero para horror de ambos, el joven no se convirtió en búho, sino en asno que, aunque seguía pensando y teniendo las sensaciones humanas, carecía del habla. Afligida, ella explicó que por la prisa había cogido el ungüento equivocado; pero que aquello tenía solución sencilla, porque él podía recuperar su forma natural con tan solo comerse algunas rosas, y si no fuera ya tan avanzada la noche, iría al campo a traerlas; pero al día siguiente lo haría tan pronto amaneciera.

 Resignado a pasar la noche como un asno, Lucio se fue al establo, en donde estaba su portentoso caballo blanco junto a otro burro. Pero mientras intentaba alcanzar unas rosas que adornaban la imagen de una diosa, un escuadrón de ladrones armados rodearon la propiedad, irrumpieron en la casa de Milón, robaron muchas cosas de valor, y cargaron su botín en el lomo de Lucio y las otras dos bestias que allí estaban, arreándolos con prisa en su huida. Al amanecer, Lucio vio algunas rosas en el camino, pero cuando estaba a punto de comerlas pensó de repente que si efectuaba su conversión de asno a hombre en presencia de los malhechores, seguramente le matarían. Trotó hasta que llegaron a la guarida de los delincuentes que era atendida por una vieja bastante lista.

 Otra noche que los maleantes habían salido a delinquir, regresaron con una joven que habían secuestrado para exijir rescate. El rapto lo habían ejecutado el día en que ella, de nombre Carites, iba a casarse con Lepolemo, por lo que la muchacha no paraba de llorar amargamente. Para consolarla, la vieja a cargo del cuido de la gruta y de atender a los ladrones, le contó la historia de Cupido y Psique con briosa animación.

  Hubo un rico mercader que tenía tres hijas. Las dos mayores, bien favorecidas, pronto se casaron. La menor, que era una verdadera belleza, era admirada y adorada por todos los que la contemplaban; pero ningún hombre se atrevía a cortejarla, debido a que la diosa Venus estaba celosa de su hermosura y le había hecho un hechizo.

 Madre y padre, desesperados, consultaron un oráculo, el cual les instruyó que expusieran a la muchacha en la cima de un peñasco, donde se convertiría en la novia de una bestia aborrecible. Con mucha tristeza obedecieron lo indicado, y la encantadora joven fue expuesta en el lugar señalado, que estaba al borde de un precipicio. Después de que la dejaron sola, un viento agradable la llevó a un riquísimo castillo.

 En la noche, un hombre de voz amorosa, cuya cara no le era permitido ver, la convirtió en su esposa. Durante algún tiempo ella aceptaba sin reproche no ver a su marido; pero sus celosas hermanas la persuadieron para que escondiera un cuchillo y un candil a fin de ver su rostro y matarlo, porque ellas aseguraban que era un monstruo. Cuando lo hizo, supo que su esposo era el hermoso dios Cupido, que había sucumbido a sus encantos cuando su madre Venus le había enviado para que la hiciera enamorarse de una bestia abominable.

 Aunque la joven estaba embarazada, Venus se negaba a reconocer el matrimonio de su hijo con una mortal. Entonces Júpiter se compadeció de ella y la trajo al cielo. Allí le confirió la inmortalidad y la nombró Psique. Fue entonces que Cupido y Psique, Amor y Alma, se convirtieron en la síntesis de la fidelidad amorosa en el matrimonio.

 Después de esto, mientras los criminales estaban ausentes, la joven intentó escapar cabalgando en Lucio, pero fueron descubiertos por sus captores que regresaban de cometer fechorías. Al regresar a la cueva vieron que la vieja se había ahorcado, y los ladrones determinaron asesinar al asno y a la joven al día siguiente. Sin embargo, aquel día se presentó Lepolemo fingiendo ser el famoso criminal Hemo, que deseaba unirse a ellos. Dándoles una cuantiosa propina y contándoles historias de supuestos crímenes cometidos por él, les convenció de que le aceptaran como su jefe. Luego se las ingenió para emborrachar a los trogloditas y, mientras dormitaban incapaces de reaccionar, efectuó el escape llevándose a Carites en ancas de Lucio. Más tarde Lepolemo regresó con una numerosa patrulla de ciudadanos enardecidos que dieron muerte a todos los criminales que estaban en la caverna.

 Carites quería recompensar debidamente los buenos servicios del asno Lucio; pero el encargado de cuidarlo era un zagal descorazonado que le impuso las más duras penalidades en vez del buen trato que le habían ordenado. Durante un tiempo vivió una vida dura como un asno de molino. Un día llegaron noticias de la muerte de Lepolemo, quien fue asesinado cuando estaba de cacería con Trasilio. En un sueño, Lepolemus le reveló a Carites que Trasilio era el asesino y aprovechando que el verdugo de su esposo quería seducirla, la viuda fingió consentir a sus deseos y le pinchó los ojos con un alfiler cuando estuvo borracho la noche que supuestamente iba a poseerla. Poco después, ella se quitó la vida.

 Estos hechos trágicos fueron aprovechados por el mayordomo de aquella rica hacienda que quedó sin dueños, huyendo con todo lo valioso que pudo cargar en el lomo de Lucio y otras bestias de carga, incluyendo enseres, animales y trabajadores con sus familias. Abandonaron la propiedad formando una caravana que recorrió un largo camino, pasando muchas dificultades, hasta que encontraron un lugar donde decidieron radicarse. Lucio fue vendido al cabecilla de una banda de sodomitas que presumían ser devotos de la diosa Siria, cuya imagen llevaban montada en su espalda exhibiéndola por caseríos y pueblos, solicitando donaciones de los habitantes. Después Lucio tuvo varios dueños, algunos buenos, la mayoría malos, en distintos lugares y con diferentes usos. Trataba de conllevar su desgracia lo mejor que podía, pero le resultaba imposible ser un asno correcto, porque seguía anhelando comer pan con carne, y eso hacía cada vez que tenía chance. El cónsul citadino Tiaso, quizás el amo más benevolente que tuvo, descubrió esta peculiaridad y lo entrenó para comunicarse con movimientos de las pestañas o cabeza para exhibirlo como un asno que sabía interpretar  a las personas. No obstante, al final quiso exponerlo ante el público desarrollando un acto que resultaba demasiado indigno para Lucio, y esto motivó su huida.

  Extenuado de su largo trote durante la escapada, Lucio fue a esconderse en las cercanías de una playa remota. Allí imploró con mucha devoción a la diosa Isis. El cansancio hizo que se durmiera profundamente y tuvo una visión en que la diosa, cuya ayuda había implorado, le prometió retornarle a su forma humana. Esta promesa se hizo realidad cuando un sumo sacerdote que acompañaba una procesión en honor a Isis dio a Lucio las rosas frescas de una guirnalda que él llevaba. El asno se comió las flores y se transformó en hombre ante la atónita mirada de la nutrida concurrencia. Lucio renunció de la vida mundana, se convirtió en acólito de la diosa Isis y, siguiendo todos los preceptos de aquella religión, llegó a ser un sumo sacerdote ordenado en Roma.