Primer Curso para Brigadistas en el Frente Sur III

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Por Fidel A. Romero, «Fidel Zarco»
 
PARTE III (FINAL)

La puesta de sol era
bellísima, nunca había visto algo igual: las olas se levantaban desde bien
adentro y se convertían en un amplio lienzo blanco espumoso en constante
movimiento hasta morir sus líneas en la arena; el espejismo de los celajes
cambiando de tonalidad, reflejándose en los cristales inquietos de aquel manto
azul.  La inmensidad del mar se confundía
con el cielo en la línea del horizonte mientas el sol bajaba, lentamente, hasta
desaparecer dejando diferentes multicolores tonos que iban de amarillo, rojizo
hasta el gris que anunciaba la noche empujando hasta hacer desaparecer la luz
del día.
  Cuando la brisa empezó a calarnos y producir frío, nos
regresamos a la casa de la reunión para descansar saboreando los apetitosos
huevos de tortuga.
Quien haya visto una puesta de tortugas sabe de la dificultad y lo
fascinante del proceso: de noche, mejor sin luna llena para proteger su
intimidad, las tortugas salen de las profundidades del océano y se arrastran
por la playa hasta encontrar el lugar adecuado para la puesta.
  Una vez allí, empiezan a excavar con sus
aletas para formar el nido. Pacientemente, con su cara y cuerpo embadurnados de
arena y “llorando” por el esfuerzo realizado, la tortuga hembra deposita, uno
tras otro, un centenar de huevos similares a pelotas de
ping pong.

De regreso al
campamento del tanque de El Zalamo, al chelito Gonzalo se le reportó el inicio
del curso de brigadistas para el día siguiente a las 2 PM; se necesitaría
abastecimiento para 30 muchachos del área de El Jobo, más los que ya estaban en
El Zalamo; serian unas 40-45 personas en total si incluíamos los que se
agregaran de los acampados.

Pidan
en la cocina abastecimiento para 50 personas; es mejor que organicen su propia
cocina  y se abastecen de la central
dijo Gonzalo con una
expresión formal.

Las estructuras en
formación tenían su propio local, también la brigada médica que 4 días antes
había acondicionado el suyo, en el que se estaría inaugurando al día siguiente
el cursillo a los milicianos. Había alguna curiosidad de ver cómo es que
trabajaríamos para formarlos.  Con Gina
hicimos un horario de trabajo a cumplir durante cada día de las dos semanas que
estimábamos duraría ese entrenamiento, que incluía: ejercicios físicos por dos
horas incluyendo aseo personal; tiempo de alimentarse; clases teóricas; clases
prácticas; clases político-ideológicas; evaluación del trabajo diario, y
señalamientos a fallas u observaciones al trabajo realizado durante el día,
etc.  Aquel curso para mí era el más
completo desarrollado hasta la fecha por las Brigadas Médicas de la
organización, porque dispondría de dos semanas para conocer las habilidades y
disposición de los participantes, además de obtener algún compromiso de mayor
nivel de participación al final.  Todo
marchaba como había sido planeado, “como relojito”, que era la frase que se
estaba acuñando en la estructura. El chelito nos había dicho que
desarrolláramos el curso solo nosotros porque todos estaban bien ocupados y no
había instructor militar disponible.  Las
dos semanas de convivencia pasadas en El Quebracho Pando, habían sido
aleccionadoras y de mucho aprendizaje en la disciplina, cumplimiento de tareas,
además de los diferentes ejercicios físicos practicados en grupo obedeciendo al
unisonó la indicación del instructor,  en
donde siempre me integraba al matutino de una hora.  Ahora, y ante las limitaciones de personal para
dirigir nuestros ejercicios y prácticas matutinas, fue necesario encabezar y
dirigir los ejercicios. Los temas de las clases teóricas fueron divididos con
Gina para tener algún tiempo de ver necesidades de consulta de personas del
resto de estructuras.  De tal forma que
todos/as estábamos saturados con el tiempo, bien ocupados y se sentía un
ambiente “como de relojito” funcionando haciendo su trabajo.  Éramos como la vitrina de las estructuras
acampadas en el lugar. Los transeúntes, que todos eran de las estructuras
internas, al pasar por la calle contigua a la clínica, hasta se detenían a
observar lo ocupado que estábamos en las clases y ejercicios.  Se sentía y respiraba un ambiente de
aprovechamiento al máximo del recurso disponible en el periodo planificado.

Interrupción de nuestra rutina, no hubo almuerzo para
los 45 cursillistas

Todo se desarrollaba
con normalidad, hasta que un día llega un jefe extraño[1]
en aquel lugar a tener una reunión con todos los mandos del suroriente, que se
habían concentrado desde el día anterior. 
Vi personas que no había visto antes: Al secretario del Partido,
Villalobos, Chamba, Nicolás, Chicón, Roberto “Patas Cutas” de Tres Calles, al
Chele César, y otros.  Todos tenían su
seguridad personal sumando como unos 20 mandos, más la seguridad hacían un
número parecido al nuestro.  El follaje
de la arboleda que rodeaba la clínica fue la anfitriona de esa reunión de
mandos y sin saberlo teníamos una fuerte vigilancia de seguridad en el lugar y
convergía a escasos metros el trabajo nuestro con la planeación de los mandos
del Frente.

En fila india irrumpimos
en el local. Como de costumbre, a las 12:30 del mediodía, llegábamos a diario
al interior de la casa para recibir el almuerzo que duraba media hora.  Como la columna no caminaba, se pasa la
consigna preguntando qué pasaba con el almuerzo, regresando de inmediato la
respuesta que no había tal almuerzo. 
Todos estábamos hambrientos después de la jornada desde las 5 de la
mañana. A la 1 PM teníamos clase teórica para terminar con alguna práctica de
arrastre y luego terminar tipo 4 PM con la evaluación del día:
… “El cumplimiento de actividades en la hora planificada, es de mucha importancia para formar el reflejo de la disciplina en principiantes” Carolina, brigadista
que se incorporaba solamente a los matutinos y a las clases político-ideológicas,
era la responsable del abastecimiento nuestro, incluyendo la alimentación.  Ese día habían destazado una vaca y todos
estábamos programados, al menos mentalmente, a comer la carne asada con limón y
un par de tortillas, pero todo se había esfumado. 

No
hay comida y después les voy a explicar en la reunión de evaluación de la tarde
nos decía
ella con alguna incomodidad y una expresión de seguridad en lo que decía.

¡Compañeros, no hay comida! Pero eso no quiere decir que vamos a parar nuestro
programa del día. Sólo haremos un pequeño cambio; no tendremos almuerzo;
tomaremos diez grandes tragos de agua para calmar los ácidos que nos hacen
sentir hambre y continuaremos con la clase teórica; luego hacemos la evaluación;
terminaremos media hora más temprano y tendremos tiempo para lavar ropa
después.

Bueno,
si no hay de otra, pues sigamos
dijeron varios.

Había observado el
rojo inusual en la expresión facial de Carolina, quien nerviosamente volvía la
cabeza hacia la reunión de mandos que estaba a unos 20 metros bajo un frondoso
árbol cuya sombra les cobijaba  del
ardiente sol; además, ellos que saboreaban su almuerzo, nos miraban con alguna
curiosidad. Sin entender mucho aquella escena, nos dirigimos al otro extremo
para sentarnos a desarrollar el tema teórico después de tomar la abundante agua
sugerida y calmar el duodeno de todos, que estaba en franca rebeldía. En el
semicírculo de evaluación adelantada ese día, se hizo la introducción habitual
para promover la participación de todos; nadie quedaba sin participar; era una
práctica educativa de mucho aprendizaje, y ese día parecía que todos tenían
mayor estímulo para expresar su inconformidad por la hambreada no programada.

Bien,
compañeros, como hemos dicho antes, aquí todos somos iguales, nadie tiene
privilegios y todos estamos aquí para dar nuestro aporte con la experiencia que
cada uno tiene y hacer avanzar este proceso en función del cambio por una
sociedad libre de injusticias y oportunistas. 
Por favor, todos escuchen con atención lo que cada quien va a decir,
todos los días se aprende algo nuevo, todos aprendemos de cada uno; los errores
son buenos si nos enseñan para no repetirse. 
Gina, por favor toma nota en el orden que la palabra es solicitada para
ser justo y darla en orden.

¿Quién empieza?  Todos se miraban además
de dirigir con algún disimulo su vista hacia Carolina, como si coincidían en
tener una versión que explicara la falta de almuerzo ese día.  Ella, al sentir la presión del grupo, levantó
la mano para iniciar su intervención:

Yo
al igual que ustedes no tuve almuerzo, porque a 
pesar que cociné la carne y todo estaba listo según el horario que
tenemos, tiempito antes que ustedes, llegaron del otro grupo, de la reunión de
mandos y me pidieron que les proporcionáramos el almuerzo, y como ustedes ven,
ellos también están trabajando, en su reunión, que debe ser de mucha
importancia.  Yo no pude negarles la
comida, porque aquí todo es del pueblo y no me sentí con derecho de negarles un
almuerzo
—dijo
Carolina, viendo a ambos grupos que deliberaban en sendos árboles vecinos, separados
a lo sumo unos 20 metros. Se hizo un silencio de todos los cobijados en la
sombra de ambos árboles.

Hasta ese momento, caí
en la cuenta del bochorno visto en las mejillas de Carolina, al decirnos que
tendríamos explicación a la hora de la evaluación y ahí la teníamos.  Según ella, había hecho lo correcto al
alimentar al grupo de mandos y dejar su estructura sin almuerzo; los mandos
tenían jerarquía como es natural, pero no el derecho a usar esa jerarquía para
dejarnos sin comer, y más aún, nos habían visto trabajar sin descanso en
nuestros ejercicios físicos combinados con las clases teóricas.  Era un momento difícil para salir todos
satisfechos, pero si dejábamos pasar ese momento para orientar adecuadamente a
aquel contingente en formación, no tendríamos otra oportunidad similar que
produjera el mismo efecto. Todos esperaban un comentario de mi parte que
coordinaba un punto difícil…Y entendiendo el momento pensé en sólo facilitar
que todos expresaran su reacción ante la explicación de Carolina.

¡Bien!
Hace un momento les comentaba que a diario todos aprendemos de todos; no he
tenido experiencia en discutir algo parecido a lo que tenemos aquí; me alegra
de sobremanera que estemos con hambre y que tratemos de explicarnos las razones
si son justas o no.  Ustedes pueden ver
varias cosas como resultado del simple hecho tomado por la responsable de
proveernos el almuerzo, de dar ese almuerzo a otra estructura que no planeó su
almuerzo con anticipación. Entre todos nos aclararemos este asunto…Y  es necesario que digan lo que piensen.

Se miraban entre sí,
además de volver a ver al grupo vecino.
Las opiniones fluyeron de todos, diciendo en
resumen más o menos lo siguiente: “Ellos
tienen derecho al almuerzo igual que nosotros, el problema es que nosotros
quedamos sin comida. ¿Por qué llegaron a pedir la comida a Carolina…? Ella
debió preguntar antes de decidir darla; ellos deben tener una cocina también;
debieron planear como iban a comer; nosotros tenemos un plan hecho que seguimos
que incluye alimento; sólo porque son los mandos de nosotros…”, etc.
  Lo interesante de aquel momento era que los
milicianos con sus opiniones no se inhibían, a pesar de estar a escasos metros
del otro grupo que no se perdían palabra.

¡Bien, compañeros! A mi llegada a El Jobo hace dos días, tuve una información
muy desagradable de la forma de proceder de un mando. Esto me ha dado en mucho
qué pensar y por no ser parte de lo que estamos tratando, no debe ser ventilado
aquí. Sin embargo, no saben cómo me alegra todas las opiniones que se han
dicho. También incluyo todo lo expresado por Carolina, que con su decisión de
no negar alimento a los mandos, nos tiene bien ocupados tratando de aprender de
ese pequeño gran detalle.  Hay varios
problemas en ese hecho que trataré de enumerar, y por favor Gina, me ayudas si
algo se me escapa. Ella mueve la cabeza afirmativamente.

Primero
decirles que a todos los felicito porque ya se ven los resultados del trabajo
que hacemos; lo que han dicho, es la mejor muestra que han entendido nuestras
clases no sólo en el campo de la salud, sino que también las charlas político-ideológicas
Para seguir, no es lo mismo igualdad que igualitarismo. El mando decide en base
a consulta y siguiendo criterios establecidos. 
Los jefes tienen esa responsabilidad basados en la experiencia acumulada
en su práctica, pero eso no les da derecho a hacer uso de su jerarquía o
autoridad para obtener beneficios.  Aquí
hay varios fallos cometidos: la confusión de Carolina para resolverle a los
mandos sacrificando su propia tarea o responsabilidad con nuestra
estructura.  No es problema alimentar a
los mandos si ellos lo han planeado, el problema es tomar la comida de otra
estructura que lo había planeado y trabajado dejándola sin su alimento.  Si estos hechos no los entendemos, no los
señalamos y combatimos. Entonces nada estamos haciendo en el proceso que
vivimos, ya que reproducimos las mismas injusticias del sistema que queremos
derribar: el amiguismo, el tráfico de influencia, la falta de justicia, el
servilismo y sometimiento de los de abajo, el abuso de poder, etc.  Aquí nadie en particular es dueño de este
proceso, aunque sea mando o cuadro del Partido; aquí los dueños del proceso
somos todos en conjunto que estamos dispuestos a dejar la piel y hasta la vida
para erradicar la lacra de la injusticia e impunidad. Ya dije bastante tratando
de resumir lo que ustedes han dicho.  Me
gustaría algún agregado si lo hubiese. 
Carolina levanta la mano al igual que Gina.

Compa
Fidel, déjeme decirles a todos que yo estaba bien confundida.  Lo que han dicho todos es una gran lección
para mí; yo debí haber preguntado a ustedes los responsables del grupo primero
antes de darles la comida a los mandos; ellos tenían que haber planeado su
propia comida desde ayer que todos llegaron; yo cometí el error de darla sin
preguntar, y ellos también por haberla pedido sin  pensar que a todos nos dejaban sin comer, les
pido disculpas a todos y no volverá a pasar esto.

Gina dijo: “todos
estamos aprendiendo, aprendiendo de las fallas que cometemos a diario pero
debemos estar alertas para sacar ese conocimiento que se produce en la
interacción humana.  Yo he sido testigo,
de varias cosa que pasan de más de alguna persona que por tener responsabilidad,
se quieren pasar de listos y sacar provecho personal. Luchamos por hacer
prevalecer la justicia y, no nos confundamos porque la justicia compete en
todos los terrenos de nuestras vidas, no se refiere solo a los líos de los
juzgados o el aparato de justicia.  Como
lo ha dicho el compañero Fidel: 
Aquí nadie en particular es dueño de este proceso, aunque sea mando o cuadro del Partido, aquí los dueños del proceso somos todos en conjunto que estamos dispuestos a dejar la piel y hasta la vida por erradicar la lacra de la injusticia e impunidad…”

Ese día en esa reunión
de evaluación, aprendí muchísimo en lo personal; el campesino cuando tiene la
oportunidad de expresar libremente sus pensamientos, saca su sabiduría aunque
cuestione el poder sin tapujos.   
La
estructura de milicianos brigadistas, terminó su curso en forma brillante,
dando un referente de disciplina al resto de campamentos en el lugar; consolidó
su compromiso dando el salto a participar permanentemente cuando regresaron de
sus tres días de permiso para visitar a sus familiares.
  Al quedar solos en la clínica atendiendo las
necesidades internas mientras los cursillistas estaban gozando de sus tres días
de licencia, el Chelito Gonzalo me comentaba en el pocito de la chapernera:

El
trabajo hecho en el curso de brigadistas ha dado los resultados que esperábamos
aquí; nadie se les desertó en las dos semanas, y ahora ya tenemos para
completar la estructura que haremos cuando regresen; todas las unidades tendrán
brigadistas, cada escuadra, así como lo han hecho en Morazán.

Es
un buen empiece Gonzalo; tuvimos la estabilidad para hacerlo continuo,
aprovechando todo lo que se nos presentó para consolidar ese potencial que
tienen.  Es necesario mantener la continuidad
en la formación no sólo en lo técnico sino que también en lo político e ideológico.  Se seleccionaran de acuerdo a lo que vayan
mostrando en la práctica.  En todos hay
bastante interés, pero algunos son más aventajados y listos.  Esto debe ser aprovechado para forjarlos como
compañeros y no deformar sus inquietudes.

Tres días más tarde,
teníamos a todos con puntualidad en el campamento.  Toda la gente acampada estaba alegre al haber
crecido con 30 compañeros más y tener un pelotón de brigadistas para ser
distribuidos en las unidades a formarse para iniciar la misión que le correspondía
al Frente Sur en la ofensiva, la cual había empezado con la toma e incendio del
polvorín del cuartel de la Segunda Brigada de Infantería.  El sur oriente había estado metido en su
propio quehacer logístico y en preparación de personal así como también
planeación de los mandos con el secretario del Partido.

Chicón (Claudio
Rabindranath Armijo), se acerca a la clínica para solicitar un gran favor. Necesitaba
una ropa elegante y a su medida para salir a lo urbano a ultimar detalles para
luego entrar y tomar la nueva fuerza que se estructuraría e iniciar su
desplazamiento hacia los objetivos bajo su responsabilidad en el plan.  Chicón, su nombre lo dice, sobresalía ante
todos por su estatura y modales urbanos.

No
te sorprendas doctor pero he visto que llegó un miembro de ustedes de la
brigada que creo es de mi tamaño y quiero pedirles que me hagan el favor de
proporcionarme una ropa de cambio para salir con ropa diferente, si salgo así
con la misma que entré, sería muy regón e irresponsabilidad de mi parte tomar
riesgos innecesarios
— “El Pelícano” había
llegado junto con Norman Martínez, “Angelito”, ambos miembros de la Brigada Médica
y estudiantes de medicina. No recuerdo el nombre del Pelícano pero sí recuerdo
que era un
  gran basquetbolista, hijo de
un magistrado decían, amigable, pelo lacio, tez trigueña y de una estatura
similar a la de Chicón, pero con mucho más masa muscular y agilidad en su
andar, se ríe diciéndole:

No tienes por qué dar mucha explicación, Chico, la ropa es para quien la
necesite; sólo que cuando se me termine quiero que me consigan de mi medida.  Diciendo esas palabras  sacó una fina mudada de cambio, la cual se la
entregó a Chicón.

En esos días había una
gran movilidad de cuadros de lo urbano a lo rural.  Llegaba a diario personal que se iba
estructurando según la experiencia que acumulaba.  En todo ese movimiento habían llegado los dos
últimos miembros de la B.M.,estudiantes de medicina, además de Pepe “Obrero”,
Carlos Asutram, Chepe Santos, Clarita, Claudia, Verónica con su prima Lupita de
Santo Tomás, y otros que no recuerdo sus nombres. Casi todos eran conocidos de
San Salvador, y los miraba que llegaban haciendo honor de principiantes en
aquel nuevo ambiente, sin las facilidades de la ciudad que se expresaba en la
condición física que mostraban en los primeros días.
  Los
guías de enlace entre la ciudad y lo rural tenían bastante trabajo para
trasladarlos en parejas de dos, para no despertar sospecha.  En el Sur funcionaban dos guías que les había
visto hacer su trabajo, un muchacho y una muchacha, bien jóvenes (Murica y
Elisa).  Además de ellos, me sorprendió
un día ver al Patanguito.  Este niño que
no pasaba de sus 11 años, había sido mi enlace entre Morazán y San Salvador en
el año anterior. Algunas veces llegaba al atardecer al apartamento en donde
vivíamos con mi familia en la colonia Zacamil, para luego salir de madrugada
hacia Morazán.  Este menor desempeñaba su
trabajo con una gran mística, era sociable, su conducta era ejemplar, hablaba
sólo si era necesario mostrando sabiduría en la interacción.  Conoció a mi esposa y mis dos pequeños hijos.

Me guiaba por veredas
rurales evadiendo peligros en Morazán.  Ya
acampado, siempre me buscaba donde yo estuviera y me tenía algún antojito
especial (una galleta, un chocolate o algo así) por su relación con lo urbano
se le facilitaba conseguir… Nunca contaba de su trabajo y contactos; sabía
con exactitud los principios de compartimentación…. La prueba de fuego la
pasó con alta calificación cuando cargado de correos del Frente Sur, fue
capturado en San Miguel, supo escamotear los mensajes y dar una explicación no
sólo coherente, sino que convincente a sus interrogadores que lo dejaron libre
para que lo ametrallaran en la calle por el toque de queda…. Ahí se graduó
con alta calificación en lo conspirativo, salvado únicamente por el trabajo de
equipo y valores de la militancia de ese entonces.


Fue de mucha alegría
el verle e invitarle a que pasara la noche con nosotros para platicar sobre
Morazán, que me actualizara sobre las nuevas del norte, y además, interesado en
enviar algún correo que sabía era garantizada su entrega. Después que se fue
nos dimos cuenta de su captura y su espectacular salvada en el toque de queda.[2]


[1] Joaquín Villalobos, quien llegó de incógnita
para nosotros, su relación era sólo con la estructura de mandos, reunión de
jefes de las tres zonas del sur oriente. 
Era desconocido en el lugar, pero se distinguía por su estatura y su
casi oficial uniforme que mostraban algunas fotos de la guerrilla urbana del
ERP.

[2] Se marchó al norte después de iniciada la
ofensiva del 10 enero de 1981. Cargando correos del Frente Sur fue capturado en
San Miguel, fue interrogado y dejado libre a pocos minutos que entrara en
vigencia el toque de queda.  Sin el
tiempo suficiente para evitar ser ametrallado por las patrullas que
andaban por las desiertas calles, corría el Patanguito hacia una casa de
seguridad.  Un carro manejado por
«el Lagarto Juancho» Manlio Armijo, quien sabia de la captura de él y
merodeaba en los alrededores del lugar, lo recogió y salvó. Esta es una de las
múltiples anécdotas en las que se jugó la vida este tipo de compas fundadores
de los frentes de guerra.  El Patanguito
creció y en todos los aspectos, ya que tomó responsabilidades de adulto desde
muy temprana edad en la revolución. Ese esbelto muchacho de 170 cms de altura
al momento de su muerte, era de los radistas de alta confianza y
fidelidad.  Trabajaba en Joateca como
radista de Leoncio Pichinte y habían preparado uno de los primeros fusiles
cazabobo para dejarlo a las tropas de las FAES que venían en operativo al
frente. El Patanguito no sabía del fusil y por evitar que se perdiera el arma,
se lo cargó y una medida de rutina antes de tomar un arma es revisarla si está cargada.
Eso hizo el Patanguito, explotándole y muriendo al instante… muy triste
estas historias pero es la realidad. No murió en un taller en Perquín, sino que
en cualesquier lugar del área de Joateca, mostrando su amor por proteger lo que
mucho costó conseguir: las armas del pueblo en rebeldía.