Un Poema de José Roberto Cea


Un «Desaparecido»
 Por José Roberto Cea

        Aire viciado
otros lo respiraron también
algunos resistieron más.
Los bichos recorren este cuerpo
golpeado y bien celeque,
amarillo, puros huesos.
No estoy aquí por una hablada
ni por un pedazo de libertad.
No hay luz ni sombra.
Hay una soledad de no escuchar personas.
Meses, años de no mirar a los que siembre vi con alegría
que me vieron salir entre fusiles, amarrado de pies y manos,
arrastrado entre gritos de menores y adultos
gritos que apenas di para seguir viviendo
y poder enseñar a los que lloran
como está la razón de resistente
cómo se aguanta al fin para los otros
los que apenas conocen nuestra vida y los que la conocen
y los que la desean ignorar, esconder
o ya me creen pasto de gusanos.
                                            Y todavía no.
Es imposible caer cuando los que golpean han sido derrotados
en su propia miseria
en su animalidad de engañados por otros que sí saben lo que hacen…

Cierto, hay momentos sin aire
tristeza de caballo
                            cólera buey
y el cuerpo está sudando, tiembla de miedo y se va, se va
quien sabe a dónde
hasta chocar con sueños y pelos y señales…
Otra vez. no es el odio
                                    lo que me tiene así
es la costumbre de saber que por otros rincones, por ahí
anda mamá tocando puertas:

                                «¡Entréguenme a mi hijo!»
                                «¡Entréguenme a mi hijo!»


Esposa, hermanos, compañeros
organizando escritos y memorias,
hablan de mí
de los que han pasado por aquí con todo y huesos
apretando los dientes
tocándose los huevos
(Estos cojones electrizados derrotaron hasta la general electric)
mirando encapuchados que no tienen valor ni de mostrar
un pelo de su vida de esclavos, miserables de siempre
lastimosas personas torturantes…
Las vamos a salvar con la tibieza humana.
Y el valor no me tiene aquí, ni el miedo
es el amor a todos
aunque van a pagar quienes la deben
justos por pecadores
                                no
quienes la deben la temen, se descubren solitos
pero hay que seguir clareando el panorama
hay que esperar me digo
hay otros firmes
y sigo como siempre
pensando en los oficios clandestinos
donde no hay nombre que mostrar
ni dar la cara
                    ni gloria
                                    fama…
Oscuro oficio de ignorado, pero cabal,
exacto, necesario, ilegal para unos…


En esos rumbos se levantan muchachas y muchachos
preparan sus trabajos cotidianos
                —Buenos días, señora
                —Señor. muy buenos días
y los animalitos domésticos
se preparan también…
Aquí son los fusiles que apenas se distinguen en el fondo
vienen de amenazar
como a darse valor para seguir viviendo de prestado…
Por aquellos lugares
los heroicos
                    también hacen los planes
de iluminar el rostro
el rostro que muchos esperamos en la vida.


Fuente:
Los herederos de Farabundo
Segunda Edición
Editorial Universitaria
Universidad de El Salvador, 1987

 
(La gráfica es parte de la portada del libro Los herederos de Farabundo, hecha por el Departamento de Arte de Canoa Editores).